Las amargas lágrimas de Petra von Kant

#MAKMAEscena
‘Las amargas lágrimas de Petra von Kant’
De Rainer Werner Fassbinder
Dirección: Rakel Camacho
Intérpretes: Ana Torrent (Petra von Kant), Rebeca Matellán (Karin), Maribel Vitar (Sidonie), Julia Monje (Marlene), María Luisa San José (madre de Petra Von Kant)
Teatro Oympia
San Vicente Mártir 44, València
Hasta el 26 de octubre de 2025

Las amargas lágrimas de Petra von Kant’, obra de teatro de Rainer Werner Fassbinder que el propio autor llevo al cine en 1972, se desarrolla íntegramente en el interior de la casa de la mujer que da nombre a la narración. Más concretamente, en su habitación dormitorio, rodeada de los maniquíes que referencian su profesión de diseñadora de moda.

Rakel Camacho, autora de la versión de la obra que ella misma dirige y que ahora recala en el Teatro Olympia de València, amplía la escenografía, incluyendo una bañera en cuyos lados sobresalen algunos brazos de maniquíes, además de trajes coraza para subrayar los torsos de las actrices, aunque manteniendo el espacio cerrado de la habitación en la que se debate la pasión amorosa de Petra von Kant, que interpreta Ana Torrent.

De manera que, en esa habitación convertida en caverna, siguiendo ahora la alegoría de Platón, la protagonista del texto de Fassbinder se halla sometida a los claroscuros que emiten las sombras de su propia existencia, sin poder lograr la luz exterior. El filósofo Rüdiger Safransky, refiriéndose a esa caverna platónica, dice: “La verdad consiste en salir de las profundidades de esa oscura prisión y alcanzar la luz del sol”.

Ana Torrent, en una escena de ‘Las amargas lágrimas de Petra von Kant’, dirigida por Rakel Camacho. Foto: Isa Saiz.

No es esa la verdad que aflora en el texto de Fassbinder, sino esa otra más cercana a la pulsión o energía autodestructiva que habita en Petra von Kant y que, lejos de transformarse en el deseo que canalizaría tamaña energía, no deja de manifestar su faz más doliente, en este caso sadomasoquista.

El masoquismo, dirá el psicoanalista Sigmund Freud, es el sadismo vuelto hacia uno mismo, reorientado hacia el propio yo, de manera que la acción violenta hacia otra persona se torna autoagresiva. De ahí las continuas idas y venidas de su pulsión amorosa, primero narradas por ella misma a su amiga Sidonie (Maribel Vitar) al comienzo de la obra, con respecto a su marido Frank, del que se ha separado, y después en relación con la joven Karin (Rebeca Matellán), de la que se ha enamorado perdidamente.

El amor en sí mismo, apunta el propio Freud, es un intento de cambiar un pedazo de un mundo que nos es desagradable en uno que es agradable. Es decir, que el amor se debate entre el placer imaginario y el malestar que provoca el descubrimiento de su carácter efímero, cuando no hay manera de construir un relato que atenúe ambos extremos simbolizando la relación.

Y tal cosa no es posible, en la existencia de Petra von Kant, porque ésta se halla no solo atrapada en los claroscuros de su cueva habitación, sino en los propiamente derivados de su acorazado narcisismo. Coraza que Rakel Camacho, con acertada elección, utiliza en el vestuario como metáfora plástica del encierro corporal en el que viven las mujeres que conforman el universo de la protagonista, así como el propiamente sexual derivado de sus tóxicas relaciones de poder.

Escena de ‘Las amargas lágrimas de Petra von Kant’, bajo la dirección de Rakel Camacho. Foto: Isa Saiz.

“El amor te puede hacer vivir relaciones sadomasoquistas”, apuntó la directora de la obra durante su presentación en el Teatro Olympia, aludiendo a la dialéctica del amo y del esclavo que desarrolló filosóficamente Friedrich Hegel. “Representa la búsqueda desesperada del amor, de igual a igual, que Petra von Kant tiene idealizado. Y tiene que ver con el del propio Fassbinder, igualmente autodestructivo en sus relaciones”, señaló Torrent. En el fondo, como subrayó Vitar, “todas tienen relaciones de amor tóxicas”.

“Amar es renunciar a una parte de tu narcisismo”, afirmó Freud. A Petra von Kant le cuesta horrores esa renuncia, hasta el punto que, tras mostrar al comienzo de la obra el narcisismo que propicia su éxito como diseñadora y el poder de su sexualidad arrebatadora, terminará probando su propia medicina cuando se enamore de la igualmente sensual y ambiciosa Karin.

Diríase que en ‘Las amargas lágrimas de Petra von Kant’ campa a sus anchas la pulsión de quienes, queriendo amar, no encuentran otra manera de hacerlo que entregándose a prácticas sadomasoquistas que perpetúen los narcisismos mutuos, allí donde, por eso mismo, no hay forma de quebrar la resistencia del yo totalitario. Como reconoce la propia Petra von Kant, en un momento de la obra, “en realidad no la amaba [a Karin], solo quería poseerla”.

“Fassbinder plantea las relaciones de poder en la pareja, que alguien someta a alguien, de ahí el sadomasoquismo”, resaltó Matellán, para quien “el amor consiste en prestar atención al otro”. Aun a riesgo, conviene añadir, de sentir la herida que supone, siguiendo de nuevo a Freud, que el yo deje de ser el amo en su propia casa.

Es, precisamente, la relación que mantiene la dueña de esa casa, en tanto caverna opresiva, con su sirvienta Marlene, la que, al final, tiene visos de arrojar cierta luz sobre Petra von Kant, una vez quebrado su yo narcisista. “Fassbinder, en la obra de teatro, baja el telón cuando Petra le propone a Marlene una vida juntas”, ahora de igual a igual, explicó Camacho. “Sin embargo, en la película el final es más desesperanzador”, añadió.

“Marlene es el panóptico de la obra; es la que todo lo ve y todo lo sabe”, indicó Julia Monje, la actriz que la encarna. Y lo que ve la sirvienta de Petra es que ésta, alcanzado el éxtasis catártico fruto de un demoledor masoquismo, consecuencia –recordemos– de un sadismo previo, parece volver a las andadas cuando, tras besarle aquella la mano, le dice: “Háblame de tu vida”, frase que ya ha utilizado anteriormente con Karin, fruto del enamoramiento y posterior arrebato condenatorio.

Para Rakel Camacho, sin embargo, Petra von Kant lo que hace es “ir desprendiéndose de todo, decapándose, hasta llegar a la esencia”, cosa que piensa “está más en la obra de teatro que en el cine”. De hecho, la directora de la versión que se presenta en el Olympia señaló que Petra tenía en la película sus oscuridades, “pero aquí tiene también sus zonas de luz”.