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‘Superman’, de James Guun
Reparto: David Corenswet, Rachel Brosnahan, Nicholas Hoult, Edi Gathegi y Anthony Carrigan
Música: John Murphy, Dave Fleming
Fotografía: Henry Braham
129′, Estados Unidos, 2025
Lo llaman hype, otro de esos muchos anglicismos que se han colado en nuestro lenguaje cotidiano, en esta ocasión, a través de las redes sociales. Hype es una abreviatura del término inglés hyperbole, traducido literalmente como hipérbole en español y que, en principio, se refiere, de acuerdo con la RAE, a una figura retórica que consiste en exagerar aquello a lo que nos estamos refiriendo. En otra acepción, se entendería como “exageración de una circunstancia, relato o noticia”.
Pero, en el lenguaje de las redes y cuando hablamos de cine (comercial), hype nos remite a esa expectativa que se genera sobre una película de próximo estreno mediante cualquier noticia que se vaya generando sobre ella, con frecuencia desde que arranca el mismo proceso de producción. Así, una película tiene más o menos hype para los espectadores o seguidores de un determinado producto, actor o director según esas expectativas sean más o menos altas.
En el caso del estreno de ‘Superman’, el último trabajo del director James Gunn, no es que fueran altas, es que eran altísimas. Primero, porque, parece ser, las últimas películas que habían salido del universo producido por la marca DC Studios habían supuesto un fracaso comercial para la compañía (‘Liga de la Justicia’, ‘Joker’: ‘Folie à Deux’, ‘The Batman’ o ‘The Flash’, entre otras), recibiendo incluso el rechazo de buena parte del fandom (otro anglicismo), y la entrada de Gunn en la producción, tras el gran éxito para Marvel de su saga de ‘Los guardianes de la galaxia’, habría alimentado esas expectativas.
Segundo, porque, a pesar de todos los productos cinematográficos relacionados con los superhéroes de cómic que se han producido en los últimos años, la figura de Superman sigue despertando una curiosidad especial. Y la razón de esta curiosidad se encuentra en el recuerdo indeleble que todavía pervive en el imaginario colectivo de la adaptación del personaje que hizo Richard Donner en 1978.
A pesar de los casi cincuenta años que tiene esa película, sigue siendo el principal referente para los aficionados, marcando la excelencia en el género, lo que hace que cualquier nuevo producto sobre el mismo personaje anime la comparación.

Y, tercero, porque, según se iban descubriendo nuevas imágenes de la película de Gunn, el cambio de estilo visual, el tono, el propio enfoque que se adivinaba sobre el carácter del personaje lo alejaba radicalmente de su anterior interpretación dirigida por Zack Snyder, lo que ha producido una auténtica batalla campal en redes entre haters (otro anglicismo) en contra de una u otra versión, dando más alas todavía a esa expectativa (sí, hasta en estas bobadas estamos polarizados; este es el mundo en el que vivimos).
Creo que antes de empezar a hablar de esta nueva adaptación de ‘Superman’, conviene explicar algo que tanto aficionados como no aficionados al género de superhéroes deberían considerar. Los primeros, para frenar esa ansiedad que se genera cuando se tocan los que se presupone que son los cánones sobre los que se construyen estos productos. Los segundos, para que comprendan a qué se debe esta invasión de producciones en torno a estos personajes.
El tema es que, en algún momento, a los directivos de las compañías Marvel y DC, y gracias al avance de las tecnologías digitales, se les ocurrió la feliz idea de llevar a la pequeña y gran pantalla el modelo de negocio que habían explotado durante décadas en los cómics de papel.
Un modelo de negocio que, aunque en origen no era así, a partir de los años 60 se caracterizaría por largas colecciones de historietas referidas a cada uno de sus personajes que, con el paso de los años, acabarían mezclándose entre ellos (lo que se conoce como crossovers, otro anglicismo) con la idea subyacente de crear lo que hoy se publicita como universos propios en los que se supone que se daría una especie de coherencia narrativa entre todas ellas.
Esta idea multiplicaría el número de colecciones y subproductos (protagonizados por personajes secundarios, por ejemplo) hasta prácticamente el infinito, lo que implicaría a diferentes artistas que, con mayor o menor talento, irían aportando en su labor creativa su propia mirada hacia los mismos.
Pues bien, lo que tanto Marvel como DC studios están haciendo con el cine y las series es reproducir este mismo esquema de negocio. Y de ahí que a nadie le tenga que extrañar que se generen productos audiovisuales que exploren a los personajes y sus historias desde muchos estilos y puntos de vista. Otra cosa es que, como pasa también en los cómics, unos lo hagan mejor que otros.

Dicho esto, otro apunte: nunca me gustó la versión de Zack Snyder de ‘Superman’. Primero, porque su estilo cinematográfico, abrumador e hiperbólico, nunca me resultó atractivo. Snyder es más efectista que buen narrador.
Segundo, porque, si bien su aproximación al personaje bebía de la estética y el concepto de los cómics de los 80 con unas historias oscuras dirigidas al público más adulto, Snyder nunca entendió que el poder de Superman tiene ciertos límites que nunca va a rebasar (y, no, Snyder no es Frank Miller ni Alan Moore).
Pero eso no quiere decir que tenga que alabar necesariamente la nueva versión de Gunn. Sobre todo, porque el problema, en ambos casos, es el mismo: contar con unos guiones poco elaborados.
Se ha dicho que, frente a la oscuridad reinante en el trabajo de Snyder, el ‘Superman’ de Gunn es mucho más luminoso y colorido. Entre las referencias a las que se ha apelado se ha mencionado la llamada edad de plata del personaje que, en los cómics (¿o tebeos?), abarca la época de los 50 a los 70 del siglo pasado y cuyas historias estaban caracterizadas por la fantasía, lo extravagante de las situaciones y la mezcla de todo tipo de personajes, como Krypto (en España, Superperro), Superboy o la propia Supergirl, en un derroche de imaginación sin fronteras que caracterizó a aquel período.
Pero incluso en aquellas historias (bastante infantiles, por cierto) se guardaba, dentro de todo ello, un cierto sentido de la coherencia narrativa que Gunn no ha sabido controlar.
No es que la historia que ha escrito el propio Gunn sea necesariamente mala. En todo caso, es tan buena, mala o quizá tiene tanto o tan poco sentido como cualquier otra dentro del género. El problema es que Gunn no ha sabido o no ha logrado enlazar todos los elementos (personajes, situaciones) que intervienen en su película en la corriente de su relato principal.
Tanto es así que, por momentos, el espectador acabará por perder el hilo del mismo distraído por un sinfín de situaciones paralelas que nada aportan a la trama o que no ha logrado engarzar a esta adecuadamente, de tal forma que todo acaba en un deslavazado batiburrillo de escenas que forman parte de una historia que Gunn abandona y retoma de manera excesivamente sucinta o, incluso, caprichosa, perdiendo en el camino toda la fuerza correspondiente al necesario proceso de identificación.

Cuando su héroe resuelve el supuesto entuerto en el que se encuentra, no nos afecta mucho, puesto que, entre tanto ir y venir, no logramos sumergirnos en él. Por no hablar de una serie de excusas dramáticas muy mal presentadas que, más que empujar la narración, nos produce una sensación de extrañeza y distanciamiento.
Así, en un momento del metraje, el enemigo de nuestro héroe, Lex Luthor, descubre el resto de la grabación de un mensaje defectuoso que los padres kriptonianos de Superman habrían dejado a su vástago en herencia y de acuerdo con el cual estos no lo habrían enviado a la Tierra para ayudar a la humanidad, como hemos creído siempre, sino con el fin de dominarla y sojuzgarla.
El descubrimiento de este mensaje despierta la animadversión hacia el héroe en todo el planeta, lo que anima su supuesta caída. Y, sí, es cierto que este argumento ha salido de los cómics, pero Gunn lo plantea de manera tan poco elaborada que la inmediata reacción del mundo entero contra Superman queda como poco, deslucida, genera poco impacto en el espectador. ¿Es suficiente este pretexto para provocar la reacción que se supone provoca? ¿No había otra manea más sólida de trabar el argumento?, nos preguntamos.
Esta manera de presentar los elementos de la historia hace que el supuesto mensaje que contiene la película tampoco acabe de calar en nuestro ánimo, al no estar involucrado en la acción. El Superman de Gunn es un individuo acomplejado por su naturaleza extraterrestre que, se supone, lo distancia del resto de seres humanos.
Pero este pequeño drama interior no se resuelve satisfactoriamente con el desarrollo de la trama, sino que se impone como discurso al final de la misma a modo de impostada conclusión. Puesto que la historia no nos lleva de manera natural a ese desenlace, será el propio personaje quien se vea obligado a recitarlo.
Esta forma deslavazada de la historia hace que los personajes secundarios tampoco tengan la fuerza dramática que se esperaba de ellos. Es el caso de Lex Luthor, némesis de Superman, cuyo plan maestro para derrocarlo acaba siendo francamente endeble o está débilmente fundamentado, lo que resta potencia y carisma a su caracterización.
O Lois Lane, cuya intervención en la historia no está bien imbricada, quedando, a pesar de los esfuerzos de Gunn y su intérprete, Rachel Brosnahan, por emular el carácter de Margot Kidder, en un mero espectador pasivo ante todo lo que ocurre.
Se ha dicho que la nueva película de Gunn es el inicio de toda una saga de nuevas películas que van a suponer un nuevo comienzo para el universo de la compañía DC, lo que parecía justificar la presencia de un buen número de personajes de otras colecciones (Green Lantern, Hawkgirl) que se iban a explotar en películas y series posteriores.
Pero si algo tienen los buenos cómics es que, incluso cuando se mezclan personajes de diferentes marcas, estos deben tener bien medido su peso dentro de las historias. Esto no pasa en la película de Gunn y, superada la sorpresa inicial de ver en modo live action (otro anglicismo) a los personajes de papel, estos caen en la apatía, pues sus intervenciones, de nuevo mal ancladas a la trama, devienen en un capricho del director, apareciendo y desapareciendo de pantalla solo para cumplir una cota de tiempo que no se explota adecuadamente; no suman.
Mención aparte creo que se merece el trabajo de arte de esta película. Gunn demuestra con ‘Superman’ que el cine contemporáneo ya puede representar casi cualquier universo que se proponga. Pero eso no quiere decir que se aprovechen bien sus herramientas narrativas. Aunque el aspecto visual sea distinto al de Snyder, Gunn cae también en la tentación de abrumar al espectador con todo tipo de movimientos de cámara y cortes de plano velocísimos que no dejan descanso a nuestra retina.
Quizá haya quien disfrute de esta forma de narrar, pero creo que va en detrimento de las posibilidades visuales que ofrecía el personaje. La propaganda de la versión original de Richard Donner anunciaba la posibilidad de ver por primera vez a un hombre volar de verdad y, aunque hoy los efectos especiales de aquella cinta se hayan quedado obsoletos, así lo creímos cuando lo vimos por primera vez en una pantalla.
El ‘Superman’ de James Gunn puede que vuele mejor que el de Donner, pero su tratamiento visual es poco imaginativo y ahoga cualquier aproximación hacia la película como pura experiencia sensorial.
Lo triste de esto es que, según los agradecimientos que aparecen en los créditos de la película, James Gunn parece haberse acercado a grandes guionistas del cómic como Warrren Ellis, Brian Azzarello o, muy especialmente, John Byrne, maestro de maestros, heredero de la época clásica y uno de los grandes regeneradores del personaje. La pregunta que me ronda la cabeza desde que vi la película es, si habló con todos ellos, ¿qué les dijo? Los muy aficionados a los cómics saben de lo que estoy hablando.
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