#MAKMAArte
‘Perfume de flores negras. Botánica visigótica’, de Nieves Torralba
Comisariado: Juan Bautista Peiró
Espai d’Art Contemporani ‘El Castell’ (E CA)
Cisterna 28, Riba-roja de Túria, València
Del 10 de abril al 27 de julio de 2025
Cuenta Leila Slimani, en su novela ‘El perfume de las flores de noche’, que escribir “es jugar con el silencio, es confesar, de manera indirecta, unos secretos indecibles en la vida real”. Al hilo de esa misma fragancia, pero en el contexto de las artes plásticas, Nieves Torralba propone en su ‘Perfume de flores negras’ una inmersión semejante, para igualmente confesar sus otros secretos en torno a la botánica visigótica.
‘Perfume de flores negras’ es “la feliz conjunción de dos de sus grandes pasiones: el dibujo como expresión interior de una necesidad vital y la arqueología como huella de culturas pretéritas”, subraya Juan Bautista Peiró, comisario de la exposición que hasta el 27 de julio acoge el E CA, Espai d’Art Contemporani de Riba-roja de Túria.
Y es así como Nieves Torralba, mediante el dibujo y la arqueología, que es tanto como decir –a rebufo de lo expresado por Slimani–, mediante la narración plástica de determinadas experiencias y a partir de la intensa penetración en cierto subsuelo material –vinculado con la propia materia de los sueños ocultos bajo un aluvión de rocas milenarias–, va dando forma al conjunto de extrañas plantas que integran la muestra.
En otra ocasión, Sebastián Nicolau, hablando de las plantas que formaban entonces parte de la exposición ‘Respiración botánica’, afirmó que sus dibujos “podrían situarse en un espectro indeterminado y extenso entre la belleza de la Botánica naturalista descriptiva y la magia de las formulaciones de sus esencias”. De manera que Torralba diríase poseída por una pasión naturalista cercana a la tierra de la que emanan las plantas, para dejar volar su imaginación en busca de unas raíces ancestrales que riman con la ciencia ficción.

“El presente como tiempo inexorable de todo hacer y el pasado como lugar activador de la imaginación”, según apunta Peiró en el texto que acompaña a una exposición pensada a modo de “relectura y homenaje de lo visigótico”. Y es así, dibujando a partir de las evocaciones nacidas de la arqueología, como Nieves Torralba conforma una serie de flores negras que se proyectan al futuro, en tanto imágenes raras, extrañas, inquietantes.
Extrañeza que bien pudiera proceder de lo que el perfumista Jean-Paul Guerlain entendía –en alusión al propio perfume– como “la forma más intensa del recuerdo; una especie de lenta obsesión”. La misma que destilan las flores de Torralba dibujadas con intensa minuciosidad asociada al recuerdo, que viene a operar como una suerte de inconsciente en el que hurga la artista para vincular la naturaleza exterior con la propiamente interna.
De ese perfume intenso y evocador, Peiró dijo, durante la presentación de la muestra en el E CA, que era “invisible y volátil pero que permanece en la memoria”. Una memoria que Nieves Torralba remueve para, dejándose llevar por sus efluvios telúricos, dar forma a esa botánica visigótica tras rastrear las huellas dejadas en algunos ilustres yacimientos:
Pla de Nadal -en el propio Riba-roja de Túria–; el de Valencia la Vella; el de la Ermita de Santa María de Lara –en el burgalés Quintanilla de las Viñas–; el Museo Arqueológico Nacional (Madrid) y el Museo de Prehistoria de Valencia.
“La naturaleza vegetal ha sido modelo inagotablemente simplificado y repetido desde tiempos inmemoriales, y la etapa visigótica hispana no fue una excepción. Nieves Torralba ha ampliado su repertorio personal versionando algunos modelos florales clásicos del periodo: trifolias, pentafolias y hexafolias”, explica el comisario.
Una serie de modelos florales que, en grafito, exudan el misterio que habita la tierra impregnada en la memoria. Y si, como apuntara Ramón Gómez de la Serna, “el perfume es el eco de las flores”, no cabe duda que las flores negras de Nieves Torralba aglutinan la magmática fragancia asociada a sus tallos, sus hojas, sus filamentos y enervaciones que el tiempo dibuja en función de la luz y la temperatura.

“La geometría articula un modelo de belleza en el que la sencillez y la pureza de líneas se multiplican en patrones armónicos”, señala Peiró. Armonía que, no obstante, da pie a la creación de formas que parecen querer huir del archivo –de lo ya sabido– para abrir nuevas categorías todavía por desentrañar.
Patrick Süskind, en su novela ‘El perfume’, dice que éste vive en el tiempo, con su juventud, su madurez y su vejez. Un tiempo cronológico que, en el caso de las flores negras de Torralba, diríase puesto en entredicho, ya que, perteneciente a la botánica visigótica, posee un origen tan remoto como extrañamente atemporal. De nuevo, la ciencia ficción acudiendo en ayuda de una obra que, perteneciente al reino vegetal, lo excede para alumbrar un reino más vinculado con las sombras imaginarias.
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