Cesare Pavese

#MAKMALibros
‘Diálogos con Leucó’, de Cesare Pavese
Prologuista: Carlos García Gual
Altamarea Edición de Libros, 2025

Altamarea vuelve a imprimir y a distribuir ‘Diálogos con Leucó’. Seis años después de la presentación bajo su carpa, la editorial retorna a la antología imaginada por Pavese a propósito de los encuentros de diferentes personalidades ubicadas en misteriosos escenarios fronterizos.

La vuelta del escrito sucede en un tiempo de agudizadas incertidumbres y cambios profundos. Mientras el mundo parece romperse por distintas partes, golpeado por fanatismos, bombas y embustes, las criaturas de la vieja mitología, convertidas en fantasmas, se asoman, a escondidas, otra vez a nuestra realidad, navegando por unas imaginarias y feroces olas de separación de épocas.

El escritor edita el manuscrito de las reuniones y las pláticas con la turinesa Einaudi, dentro de la colección ‘Saggi’, en octubre de 1947. Solo han transcurrido dos años y unos pocos meses del Día de la Liberación de Italia. En otras palabras: seguramente, Pavese trabaja en los distintos enunciados escuchando, al menos, los ecos de la contienda terrible.

Y esto no es solo una cuestión coyuntural. En mi opinión, la resonancia de la guerra está muy presente en el escrito. De hecho, las consecuencias de la demencia del periodo bélico determinan el talante de los materiales recopilados alrededor de los actos interpretados, con una cierta fugacidad, por Edipo, Safo, Jasón, Circe, Odiseo u Orfeo.

Esta idea, naturalmente, sugiere –en una cabriola algo artificial, lo admito– una conexión especial entre el momento de la escritura y el presente caótico. De una u otra forma, el reflejo, pasado o futuro, de la guerra supedita el descubrimiento del libro y la lectura.

No obstante, la barbaridad del enfrentamiento no puede, naturalmente, restringirse a nuestros días y a 1947. El horror no desaparece jamás, por desgracia. Con todo, la indicación de las dos fechas no es, necesariamente, un capricho o un espejismo. Hay una transformación paulatina, en efecto, que –creo– puede unirlas. Enseguida vamos a eso.

El escritor italiano Cesare Pavese.

Como en buena parte de la literatura y la poesía italiana inmediatamente posterior a la caída del fascismo, la memoria de la sombra tenebrosa y el espíritu de la guerra palpitan en muchas de las páginas de los volúmenes de Pavese. Sin embargo, nunca los había detectado igual que en los ‘Diálogos con Leucó’, acaso porque no hay ninguna referencia a la cuestión, directa o tangencial.

Desde un cierto punto de vista, la obra parece combatir el recuerdo con una firme negación, con un viaje imposible al pasado, a una época poblada por dioses, personas y numerosas criaturas fantásticas. El silencio supuesto y la mirada aparte, empero, recalcan precisamente la profunda atadura con la escena contemporánea y sus traumas.

Sí, eso es, las conmociones globales y las cicatrices. Este es el tema fundamental –me parece– del libro. ¿Después de ser testigos de un horror insoportable podemos seguir creyendo en los viejos dioses y en los héroes de los poemas épicos? ¿Y qué pasa con todos ellos? ¿Tras contemplar nuestras acciones, desde su dimensión, continúan observándonos del mismo modo? “Después de Auschwitz no se puede escribir poemas”, dijo Adorno. ¿Cómo vamos a seguir creyendo en las divinidades fatuas?

La Segunda Guerra Mundial también alcanza al Olimpo. A continuación, la montaña de leyendas muestra una gigantesca cicatriz figurada. Sobre la lesión se escenifican los veintisiete diálogos imaginados por Pavese, explicados con un lenguaje sobrecogedoramente nostálgico y resplandeciente.

¿Acaso el poeta creía, con una cierta ingenuidad, en la posibilidad de sanar el espacio, al mundo lastimado, con la energía única de una expresión sencilla y limpia, cantada por seres formidables convertidos en maniquís desarmados? Es posible, y es hermoso también. Aun así, lamentablemente, no es suficiente; y él lo sabe.

Por eso, cada conversación incorporada se refiere, de un modo u otro, con añoranza, a un periodo legendario fuera de la historia. Los personajes dan a conocer siempre un final provocado por las transformaciones y las perturbaciones. En ese contexto contaminado por el exterior, ni siquiera la inmortalidad es ya un alivio. Caminan y conversan sobre cenizas.

Ante ellos, lo mitológico se ha convertido en un montón de ruinas inservibles. Con esto, realmente, Pavese contempla lo divino y lo humano desde la lejana década de los 40 del siglo pasado. Los humanos rompemos entonces nuestra historia y los dioses experimentan, antes de su muerte, las últimas metamorfosis.

En 2025, Zeus, Afrodita, Apolo o Atenea, lo mismo que Odiseo, Aquiles y Teseo, son lejanas voces silenciadas. No existen y tampoco importan. Los modernos dioses viven en los cómics o en blockbusters. ¡Zeus ha muerto, viva Batman! Sin darse cuenta, Pavese explica el fin del Olimpo, tras la Segunda Gran Guerra, y anuncia la toma de poder de las figuras modernas.

Claro que no alude al pasado remoto con sus oraciones; está interpretando el futuro, nuestro universo. De ahí que sea tan importante el regreso a las librerías. Altamarea hace volver en el momento preciso esos ‘Diálogos con Leucó’ reproducidos, con delicadeza, por el traductor Carlos Clavería Laguarda, quien suma, además, un valioso y esclarecedor apartado de notas al final del ejemplar, anunciados por el prólogo de Carlos García Gual, donde se admiten predilecciones por el corpus poético del italiano malogrado.

La exhumación y la resurrección hoy del libro hace posible, de igual forma, la concreción de un interesante ejercicio alrededor de los diálogos y sus derivados. Las conversaciones ideadas por Pavese se asocian estrechamente a las imágenes de cine pensadas por Matías Piñeiro y su equipo en el filme de 2024 ‘Tú me abrasas’, una hermosa lectura libertaria de las letras de 1947.

Las figuras de papel y las de píxel se encuentran ahora en una dimensión tan insólita y misteriosa como la utilizada entonces para reunir a Jasón y Mélite, o a Eros y Tánatos. De esta inesperada charla surge una chispa, puede que el destello que este mundo en tinieblas necesita. A lo mejor, todavía no se ha dicho la última palabra.