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Isidoro Valcárcel Medina
‘El movimiento de la idea’
Comisario: José Díaz Cuyás
Colabora: Fundación Sabadell
Institut Valencià d’Art Modern (IVAM)
Guillem de Castro 118, València
Del 12 de junio al 14 de septiembre de 2025
‘El movimiento de la idea’, tal es el título de la exposición de Isidoro Valcárcel en el IVAM, en la que el artista reúne 40 hojas de papel semitransparente dibujadas a tinta por ambas caras simétricas, tan iguales como distintas. Decía el filósofo francés Roland Barthes que no somos lo bastante sutiles para percibir el flujo del devenir: “Lo permanente no existe más que gracias a nuestros groseros órganos que resumen y reúnen las cosas en planos comunes”, añadía.
Luego proseguía, señalando que nada existe bajo esa forma común, puesto que un árbol ya es, a cada instante, una cosa nueva: “Afirmamos la forma, porque no aprehendemos la sutileza de un movimiento absoluto”. Isidoro Valcárcel pretende, con ‘El movimiento de la idea’, situar al espectador allí donde el anverso y el reverso de cada una de sus hojas dibujadas se liberan de la simetría bajo una mirada atenta, huyendo, precisamente, de la grosería con la que solemos captar las cosas a simple vista.
Por eso subrayó: ““Al espectador le exijo atención, esfuerzo a la hora de contemplar una obra”. Cual Galileo, pronunciando su famosa frase “Eppur si muove” (“Y sin embargo se mueve”), Valcárcel también se resiste a aceptar que las cosas son tal y como las percibimos de manera fija, para animarnos a observar el mundo como si estuviera en permanente cambio, a pesar de su aparente fijeza.
La intención de Isidoro Valcárcel es, como señaló Blanca de la Torre, directora del IVAM, “generar lugares en los que pueda pasar algo”. Lugares, como el producido en la galería 3 del instituto valenciano, en los que 40 hojas semitransparentes van dejando traslucir una serie de imágenes gemelas en una suerte de danza psicodélica, donde las duplicidades remiten al sueño que pone en jaque la lógica.

Diríase que las simetrías, producto “de la medición y de la geometría”, como destacó el comisario José Díaz Cuyás, se van dando la mano para establecer un juego de “paradojas entre nuestra percepción de la realidad y la realidad misma”. “El artista nos invita a percibir los juegos de simetría y disimetría que se producen en estos cuarenta ejercicios”, agrega el comisario.
“La vida no es medible, aunque seamos animales calculadores”, precisó Díaz Cuyás, de manera que la exposición de Valcárcel se mueve en esa tensión entre la necesidad de orden y su no menos necesaria voluntad de quebrarlo. El artista participa, de esta forma, de lo proclamado por Platón en el frontispicio de su Academia –“que no entre nadie que no sepa de geometría”–, al tiempo que invita al espectador a lo que a su vez apuntó Kant: atrévete a saber.
Un saber, eso sí, que guarda relación con el sabor de las cosas que necesiten ser saboreadas para extraer su esencia y que, por ello, requiere de una mirada paciente, de nuevo, solicitada por el artista. Blanca de la Torre lo advirtió: “Isidoro Valcárcel exige que el espectador trabaje”, de manera que su participación no sea “solo un ejercicio de contemplación”.
Fue luego el propio artista quien arremetió contra la sola contemplación, si bien se refirió a su intensidad más que al acto mismo de quien, contemplando, apenas perciba la superficie de las cosas. “Estoy en contra de la moderación en la contemplación”, para añadir después: “No quiero que el espectador venga, vea la obra y se vaya; el espectador que no se para al menos tres veces delante de la obra no me interesa”.
En ‘El movimiento de la idea’, Isidoro Valcárcel va dejando pinceladas escritas de las obras expuestas, si bien los textos, lejos de aclarar las sucesivas simetrías, lo que hacen es postular otra mirada poética. Por ejemplo, en ‘Desequilibro simétrico’, apunta: “La obviedad de la imagen es capaz, con frecuencia, de hacer una lectura intencionada, aunque argumente el evidente contrasentido de la figuración”.

Y en ‘El perfil de los filos’ señala lo siguiente: “De los siete espacios, solamente el central es común. Huelgan la calificación y la clasificación. Este oficio llamado arte se caracteriza por la simplicidad”. Simplicidad a la que se llega después de haberse uno sumergido en la complejidad de lo expuesto. Diríase que Valcárcel hubiera jugado con la música de Chopin, para quien esa simplicidad es la recompensa del arte, “después de que uno haya jugado con una cantidad grande de notas”.
“Es un tipo de provocación pasiva”, afirmó Díaz Cuyás con respecto a la obra de Isidoro Valcárcel: “Si el espectador quiere jugar a su juego, tiene que esforzarse”. Y el comisario abundó un poco más en ello, aludiendo al déficit de atención que padece nuestra sociedad actual. “Tenemos un problema muy serio con respecto a la atención”, dijo, para señalar a continuación que, para prestar atención, “hay que romper con el continuo temporal”.
‘El movimiento de la idea’ apunta a la sacudida de las ideas fijas, esas que nos protegen de cuanto se mueve al margen de lo inteligible, pero que, por ello, nada saben de lo que supone el misterio mismo de la creación. “Con el movimiento le pongo un alfilerazo al espectador por medio de una obra que justifique el parón de ese movimiento”, concluyó el artista.

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