¿Y si el (mercado del) arte pudiese hacer algo con esta crisis?
Amparela Benlliure Baixauli y Jorge Sebastián Lozano (codirectores del posgrado ‘Experto Universitario en Mercado y Gestión de Arte Contemporáneo’ de la Universitat de València)
MAKMA ISSUE #03 | Los Nuevos Años 20
MAKMA, Revista de Artes Visuales y Cultura Contemporánea, 2020
Seguro que somos muchos quienes, desde marzo, tenemos la sensación recurrente de estar viviendo el rodaje de una distopía cinematográfica. Museos casi vacíos, inauguraciones con aforo controlado, ruedas de prensa por Zoom, ferias en línea… Por no hablar de las fotos de grupo en las que, bajo la mascarilla, cumplimos el rito de sonreír a la cámara, para luego comentar “en unos años veremos estas fotos y no nos creeremos haber vivido esto”. Estos años 20 han comenzado con un escenario que, tal vez, algún gurú vislumbraba, pero que a la mayoría solo nos corrobora, una vez más, que la realidad supera a la ficción.
Y dentro del mundo del mercado de arte, como en tantos otros, nos vemos en la tesitura de tirar de repertorio y adaptarnos, reinventarnos, recordar aquello de que, en chino, “crisis” y “oportunidad” son una misma palabra (leyenda urbana bastante falaz, aunque la hayan citado JFK y otros muchos después de él), etc. Sin embargo, los hechos se imponen por su propio peso: la cultura se ha mudado a Internet. Nadie había querido que llegase así y, de hecho, veníamos oponiendo una resistencia digna de mejor causa: pero los canales digitales han venido para quedarse.
Los tours virtuales, las salas de visionado en línea, la constante interacción en redes sociales, las entrevistas, más o menos públicas, con artistas, educadores, galeristas… Medios híbridos, experimentales, tal vez ingenuos, sin reemplazar por completo la experiencia presencial ni aspirando a ello, pero ante los que ya no hay marcha atrás. Cualquier profesional, cualquier institución del ecosistema del arte, sabe hoy que debe gestionar su persona presencial y su persona digital con la misma dedicación, simplemente porque no le queda otra opción.
En consecuencia, para esta próxima década lo digital dejará de ser diferencial –en el sentido de que no será una novedad, sino que será la regla–. La cuestión no será (no es) el qué de lo digital, que ya damos por supuesto. La novedad y el valor añadido del mercado online estará en el cómo, el para quién, el para qué, y el quién.
En cuanto a lo primero, es fácil constatar que las herramientas digitales son muy parecidas, a lo largo y ancho del ecosistema. Tanto da si hablamos de artistas individuales, galerías, colecciones públicas o privadas, eventos…; los medios todavía son lo bastante incipientes como para ser muy transversales. Es previsible que, con el tiempo, surjan modos de hacer, productos o plataformas mucho más específicos y diferenciados. Sin embargo, hoy por hoy, la diferencia está en la intención: de compraventa, educativa, divulgadora, asociativa…
Respecto al para quién, en España tenemos algunos (pocos) coleccionistas que compran con perspectiva internacional; y algunos (bastantes) más, que mantienen un marco nacional o local en su praxis, y, por lo general, con resultados muy encomiables. Participar de un determinado contexto histórico y local, registrarlo durante unos años, apoyarlo mediante compras, tanto en el mercado secundario como en el primario… Actuaciones más o menos ambiciosas, pero, en todo caso, fundamentales. La diferencia entre ambos grupos no radica solo en la disponibilidad de recursos económicos, pero es innegable que ese es un factor primordial.
A la vez, el uso de los medios digitales dan respuesta y soporte a coleccionistas globales clasificados como los high-net-worth individuals (HNWI), que venían reclamando un cambio de paradigma en la gestión del calendario artístico internacional, plagado de citas feriales y eventos presenciales que exigen una dedicación extrema, y que no contribuye a favorecer la sostenibilidad del planeta. Las presencias institucionales tampoco pueden obviarse por completo: la capitalidad del mercado ya no está solamente en Nueva York o Londres, sino también en núcleos de la China continental, donde las megagalerías internacionales han abierto sedes.
Si pasamos al para qué, generar engagement se convierte en el paso previo a la relación directa, comercial o del tipo que sea, como decíamos antes. Y esa fidelización requiere canales flexibles, fáciles, que compitan por la atención (el nuevo petróleo) en un contexto cada vez más abigarrado, hipertextual, efímero… Quien consigue orientarse en la jungla de las redes y las plataformas, y llegar a contactar con otros exploradores, puede aspirar a relaciones menos aceleradas, más basadas en interacciones significativas con agentes dentro o fuera del ecosistema del arte. Participación, colaboración, cocreación, en muchos casos; pero también una contemplación tradicional, pausada…
Los modos perceptivos y de interrelación siguen ampliándose. En ese contexto, la pandemia nos obliga a hacernos glocales de una vez por todas; a mantener nuestras raíces, pero, también, con una visión y ambición global; a revisar nuestras colecciones buscando nuevas lecturas; a reevaluar nuestras estrategias creativas.
Cualquier relación, por supuesto, tiene dos o más agentes que la construyen. Junto con los destinatarios, tenemos que interesarnos mucho más por quienes producen y gestionan. La sostenibilidad de las carreras profesionales, la lucha contra la predominante (y escandalosa) precariedad de artistas y agentes, la profesionalización de quienes nos ocupamos en el mercado del arte, son cuestiones que no admiten más demora en España. A través del asociacionismo y de la incidencia política, se ha conseguido visibilizar la necesidad de mejorar las condiciones de aquellos sin cuyo trabajo profesional la pasión por el arte se queda en literatura barata.
Desde el posgrado que hemos puesto en marcha en este curso académico –el primero dedicado en València a este sector–, aspiramos a contribuir a esa necesaria profesionalización, que además no solo ha de tener lugar de puertas adentro. Requiere un cambio del relato social y mediático acerca del mercado de arte contemporáneo, y de un mayor compromiso con la mediación, con la experiencia del arte en primera persona, como parte de la vida de muchas más personas.
Terminamos, precisamente, con los medios de comunicación. Como antes decíamos, JFK podía dejarse llevar por frases redondas y un tanto tramposas. Sin embargo, dejándonos llevar por el mismo impulso y parafraseándole, esta década parece exigirnos que nos preguntemos no ya qué puede hacer esta crisis con nosotros, sino qué podemos hacer nosotros con esta crisis.
Amparela Benlliure Baixauli y Jorge Sebastián Lozano
Este artículo fue publicado en MAKMA ISSUE #03 | Los Nuevos Años 20, en diciembre de 2020.