SET Espai d’Art
Inauguración: 7 de febrero, 20.00h.
Hasta el 6 de abril de 2013
Valencia
El reptil al que popularmente se le conoce por este nombre, es llamado así por una especie de cresta puntiaguda que, situada en su cabeza, recuerda un tipo de velo usado en algunas vestimentas de la antigua Grecia. Este reptil, que camina rozando el vientre con la tierra y cuyos ojos pueden ser movidos independientemente el uno del otro, no sólo cambia el color de su piel por la interacción con su entorno inmediato, sino que también lo hace en función de su estado de ánimo. O eso es lo que nosotros apreciamos. Su movilidad ocular le permite mirar con un ojo hacia arriba y con el otro hacia abajo, hacia adelante y hacia atrás; sólo cuando localiza algo que es de su interés focaliza su atención en un punto. Y no está de más recordar un viejo proverbio según el cual el camaleón mira con un ojo al futuro y con el otro al pasado, amplificando o anulando, según se vea, la sensación del presente.
Desde una perspectiva simbólica, hemos escogido a este pequeño saurio como vehículo de transmisión de algunos de los recursos, valores y actitudes que desde hace ya algunos años han estado presentes no sólo en la elaboración de estas pinturas y en la mayoría de las que hemos realizado y que las precedieron, sino, y como es natural, en los procedimientos de numerosas obras de la tradición pictórica y visual, en un sentido amplio.
Recursos vinculados, en general, a un tipo de visión traslúcida en la que las transparencias remiten a una forma de profundidad difusa. Pinturas elaboradas con una intención y una actitud de carácter experimental, donde se entrecruzan aspectos expresivos, analíticos y simbólicos. Maneras de obrar puestas en práctica desde mediados de los años ochenta hasta la actualidad.
Recursos tales como dejar que la pintura, a través de su posición vertical y diferentes densidades en su masa, vaya mezclándose en la superficie del lienzo permanentemente húmeda, sin permitir el secado hasta su finalización; manchas aguadas transformadas en máscaras traslúcidas, insinuando a través de campos indeterminados de color los lindes entre diferentes tonalidades, mostrando así relaciones de falsedad y flexibilidad entre ‘personaje’ y ‘paisaje’, en el tiempo se desvanece ligero y denso en imágenes y en constelaciones (deseo y espejismo); roturas compositivas -y quizá hasta figuradas en uno mismo- cuyas estructuras recuerdan la reversibilidad de una celosía o de una ventana, un viaje de ida y vuelta con diferentes itinerarios, simultáneos, casi cubistas, en cosiendo la pintura y en danza de recuerdos ; barridos de color y de textura consentidos por la posición horizontal del lienzo y construidos desde cuatro puntos de vista distintos, que, solapados en uno, dejan entrever capas pictóricas de presencia poco nítida, para quedar convertidas en una sola área velada y de perfil variable, en las series latente y contraluz; pinceladas curvas que muestran en la insistente acción de su recorrido la alternancia opaca y traslúcida del gesto común y anónimo, pintura transportada sobre las ondas electromagnéticas hasta nuestro compartido disfrute, en pintura de agua, audiciones en vaho menor, vaheada y variabilidad. O en la serie que ahora nos ocupa, camaleón velado, donde veladuras y transparencias empujan repentinamente hacia adentro y hacia afuera matices y tonalidades poco o nada previsibles, manteniendo así un recuerdo cromático anterior y ensoñado.
La unión de estos recursos en torno al color y a la forma y su presencia constante en la articulación de estas pinturas, han resultado quizá determinantes para un conocimiento de tipo visual que, tomando valores como la ambigüedad, el misterio y la variabilidad -tan apreciados tanto en el sentido biológico y evolutivo como en las artes en general- ha ido plasmando nuestra relación con un mundo siempre cambiante. Pues, tal y como suele decirse, «el color no está en las cosas, sino en la relación entre las cosas y nosotros», escribe Félix de Azúa. O desde otra perspectiva, «El color es una propiedad del cerebro y no del mundo exterior, aunque dependa de la realidad física del mundo» nos cuenta el neurobiólogo y profesor de neuroestética Semir Zeki.
Pensamiento y reflexión, meditación y descubrimiento. Este es el sentido que ha conformado nuestra actitud y que ha venido a alumbrar nuestro proceder desde siempre en la dedicación a la pintura. Investigación, por tanto, que me descubre a mí mismo en la notable y saludable indefensión ante la que me deja expuesto la pintura y también su práctica cuando hace con uno lo que quiere. Quizás impidiendo así, dicho sea de paso, que sea YO el que hace uso de ella.
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