Repensar para rediseñar. El diseño como herramienta de pensamiento crítico | Xavi Calvo
MAKMA ISSUE #05 | Diseño
MAKMA, Revista de Artes Visuales y Cultura Contemporánea, 2022
El diseño, aunque tan ligado a las artes plásticas y visuales, consiste, verdaderamente, en un proceso creativo que arranca como una disciplina intelectual para solucionar problemas y culmina con la creación de productos o servicios, y es complicado, por tanto, de acotar o enmarcar, ya que tan fácil resulta vincularlo históricamente a las artes como, actualmente, a la industria por el valor que genera, también, como herramienta productiva y de competitividad. También porque hablar de diseño sea, probablemente, hablar de la primera industria sobre el planeta.
Y es que el diseño está, efectivamente, en todo lo que nos rodea, desde el tipo de letra y maquetación de este texto o el soporte desde el que se lee al entorno que habitamos en este mismo momento y todos los elementos que configuran los espacios por los que vamos deambulando.
Verdaderamente, no es sino cultura aplicada, principalmente, a nuestro bienestar, ya que, como vemos, somos usuarios del diseño cada día y en todo momento. Somos usuarios de diseño de producto, mobiliario, moda, vivimos rodeados de gráficas, de interfaces, lo que pasa al otro lado de una pantalla, los objetos con los que interactuamos activa o pasivamente, los elementos que nos relacionan con personas o con otros objetos, los espacios artificialmente distribuidos o, incluso, la manera en la que ordenamos ciudades, calles y hasta jardines.
Todo está diseñado, pero no todo está bien diseñado, y, para mal o para bien, es precisamente el diseño el que condiciona cómo somos por cómo somos usuarios de un entorno en mayor o diminuta escala, del barrio al lápiz o, como dice la periodista Anatxu Zabalbeascoa, “del tirador a la ciudad”.
Diseño es ese equilibrio entre forma y función, estética y utilidad, una definición modelada a partir del form follows function del siglo pasado, momento en el que diseño y arte se van distanciando, y vivimos hoy un momento clave en el que, por un lado, debemos volver a reivindicar la belleza y, por otro, la parte funcional del diseño debería generarnos, aunque fuese una reflexión sobre el entorno que nos rodea y, por tanto, sobre la función de nuestros espacios, productos, sistemas o lenguajes.
Pues el diseño es el proceso por el que llegamos a esas soluciones que deberían hacer mejores nuestras vidas, a los objetos y productos finales, a los carteles, a la silla, al cajero automático o a la cafetera. Un proceso creativo que soluciona problemas y, a la vez, un pensamiento crítico para ir por delante de todo lo que debe ser rediseñado. Y mirando a nuestro alrededor, viendo los últimos años de vida en este planeta, hay mucho a repensar, rediseñar e, incluso, resetear y plantear desde cero.
Precisamente, sobre si centrarnos en problemas del presente o especular con el futuro centra parte de su discurso Paola Antonelli, senior curator del MoMA, quien impartió hace pocos meses su conferencia inaugural de València Capital Mundial del Diseño 2022 y apuntaba si el diseño debería ser más crítico que solucionador o, incluso, algo opuesto, para que el diseño tenga realmente un impacto positivo como sociedad, como una forma de activismo social.
Es una mirada crítica muy necesaria para poder plantear diseños que solucionen problemas. El diseño debe ser esa herramienta de pensamiento crítico, y mediante esa crítica es cuando observamos las estupideces que cometemos.
Porque otra de las reivindicaciones del buen diseño, además de la de la utilidad para las personas, es la de que el diseño ha de ser honesto. Es un sector que se empeña en transmitir este y otros valores éticos desde el lado más estético, influenciado desde Platón, Aristóteles, Santo Tomás de Aquino o Kant, para quienes la belleza iba desde el reflejo del bien, la armonía o el agrado. Esto se confirma hasta nuestros días cuando el mítico diseñador alemán Dieter Rams citaba entre sus ‘Principios del Buen Diseño’ la honestidad y defienda que el diseño no hace que un producto sea más innovador o valioso de lo que realmente es, huyendo de manipulaciones o de frivolidades.
Por todo esto, elevado al plano territorial, ya decíamos en el proceso para lograr la Capitalidad Mundial que el diseño debía devenir en uno de los elementos identitarios de una ciudad próspera, inclusiva, creativa, sostenible y resiliente, y destacábamos la relevancia social del diseño en aquella candidatura que resultó ser,finalmente, la ganadora para que pudiésemos diseñar la Capital Mundial del Diseño de València, algo que venía forjándose décadas, incluso siglos, y pese a que el carácter valenciano más crítico (a veces, incluso, la faceta más autodestructiva), se encargó de no dejar mucho rastro del pasado más creativo de esta tierra, pudimos darle forma como un megáfono, amplificando todo lo que estaba por contar.
Diseño desde la cerámica, las artes gráficas, el textil, el mueble, el calzado o el juguete, con un origen artesano que marca el carácter de nuestra industria, más bien una cultura industrial que bebe de ese saber hacer nuestro. Y es que el talento valenciano ha prevalecido a través de los tiempos en forma de ingeni i gràcia, de multiculturalidad, de pensat i fet, de convoi, de expresión creativa y colectiva, y por eso hoy podemos decir con orgullo no solo que seamos Capital Mundial del Diseño en 2022, sino Capital Mundial del Talento Creativo desde hace siglos.
La candidatura que pusimos en marcha en 2018 era en sí misma una prueba de prototipado sobre la posibilidad de convertir la perspectiva del diseño en agente principal de la innovación urbana, donde poníamos por escrito esta capacidad dinamizadora del diseño del cambio que la sociedad demanda, precisamente, en unos años en los que nos estamos viendo inmersos en más cambios globales que en las últimas décadas.
Tiempos convulsos, en los que el buen diseño surge como mecanismo de respuesta para identificar cómo hemos llegado aquí, hacernos pensar, repensar y, también, aportar soluciones. Confiémonos al diseño para repensar el mundo.
El programa de València Capital Mundial del Diseño 2022 pone en la agenda cultural más de doscientas actividades que no solo ambicionan asentar una cultura del diseño en este país, sino que a través de todo este contenido y como consecuencia despertarán una reflexión necesaria sobre el mundo que nos rodea, desde los objetos a las ciudades, no solo con una puesta en valor de un sector tan relevante (ya no solo por el cuantificado y demostrado peso específico en la industria), sino como fin social y trascendiendo a su faceta más cultural.
El diseño ha de buscar la verdad, ser bienestar, ayudarnos a repensar y despertar una mirada crítica hacia lo que nos rodea.
Xavi Calvo
Diseñador gráfico y socio fundador de Estudio Menta. Director general de València Capital Mundial del Diseño 2022
Este artículo fue publicado en MAKMA ISSUE #05 | Diseño (junio de 2022).