Radu Jude

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Radu Jude
Premio Luna de València 2025
Proyección de sus largometrajes ‘No esperes demasiado del fin del mundo’, ‘No me importa ser bárbaro’, ‘Un polvo desafortunado o porno loco’ y ‘Aferim’, más el corto ‘Caricaturana’
40º Cinema Jove
Del 19 al 28 de junio de 2025

En el cine de Radu Jude, Premio Luna de València 2025 de Cinema Jove, cabe de todo: el drama siempre velado por la ironía; un gamberro sentido del humor; el sexo más o menos descarnado, en tono burlón; la vida cotidiana reflejada en sus usos y costumbres sacados de quicio; el cuestionamiento de las virtudes a través de sus vicios; y la utilización de diferentes lenguajes formales para dar cuenta de todo ello.

Un uso de diversos lenguajes no a lo largo de sus películas, como si transitara por distintos géneros de manera alternada o sucesiva, sino mediante el despliegue de los mismos en un solo filme. De forma que, en cualquiera de sus historias, se puede pasar de la ficción al documental sin solución de continuidad –asumiendo siempre la delgada línea roja que separa a ambos géneros–, igual que los planos se pueden suceder con ritmo cadencioso o detenerse para mostrar una larga e interminable secuencia estática.

Diríase que Radu Jude prefiere reírse de la vida antes que tomársela en serio, una vez asumido que, al sentir de Shakespeare, la existencia es un cuento narrado por un idiota lleno de ruido y furia.

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De hecho, en las películas del director rumano, la violencia está muy presente, ya sea como sexualidad liberadora de cierta energía pulsional incapaz de convertirse en deseo, o como agresividad oral que atraviesa el conjunto social: crispación en las colas de los supermercados, insultos en la calle o mensajes crispados en la pantalla del móvil.

Fotograma de ‘No esperes demasiado del fin del mundo’, de Radu Jude.

Cinema Jove proyectará cuatro de sus largometrajes: ‘No esperes demasiado del fin del mundo’ (2023), ‘Un polvo desafortunado o porno loco’ (2021), ‘No me importa ser bárbaro’ (2018) y ‘Aferim’ (2015), más el corto ‘Caricaturana’ (2021). Con algunos ejemplos de esos dos primeros filmes, se entenderá mejor lo apuntado anteriormente de una forma genérica.

En ‘No esperes demasiado del fin del mundo’ –título ya suficientemente irónico–, Radu Jude nos va contando dos historias en paralelo, una de ellas formando parte de otra película inscrita en su interior, estableciendo similitudes a partir del trabajo de una taxista y la protagonista propiamente dicha de la narración en curso. Cine dentro del cine, para contarnos el deambular de dos mujeres en sus distintas profesiones.

Fotograma de ‘No esperes demasiado del fin del mundo’, de Radu Jude.

Así, Angela Raducanu (Ilinca Manolache) es una ayudante de producción que busca personas accidentadas para un spot sobre seguridad laboral y en cuya búsqueda viaja con su coche mostrándonos diferentes aspectos de la sociedad rumana. Durante su trayecto, se va topando con la crispación de la gente al volante, con su propia insatisfacción laboral, su falta de tiempo para establecer más relación que la sexual desbocada con su pareja dentro del coche, o la creación de un personaje ficticio que, mirando a cámara, va soltando todo tipo de palabras malsonantes a modo de catarsis contra el sistema.

Las vidas de Angela Raducanu y Angela Coman, la taxista en la otra ficción, se van entrelazando para dibujar un mismo paisaje de deseos insatisfechos, en medio de una ciudad poblada de seres igualmente arrastrados por la vorágine diaria. De hecho, ‘No esperes demasiado del fin del mundo’ arranca con este subtítulo: ‘Angela: una conversación con una película de 1981’. Conversación que no es tal, dada la distancia temporal entre ambas y el propio vacío existencial que aflora en el presente.

La introducción de la cámara lenta, del blanco y negro y del color, de alrededor de cuatro minutos con imágenes de cruces en una carretera a causa de diversas muertes por accidente, y de cierto material sin editar incluido al final –más de media hora de un solo plano con Ovidiu repitiendo en diferentes tomas el accidente sufrido en su trabajo– otorgan a la película ese carácter de rareza formal en consonancia con las igualmente alienantes vidas de sus personajes.

Fotograma de ‘Un polvo desafortunado o porno loco’, de Radu Jude.

Otro tanto sucede en ‘Un polvo desafortunado o porno loco’, con un arranque también en consonancia con el propio título del filme. La primera secuencia es, literalmente, la presentación de ese ‘porno loco’ entre Emilia Cilibiu (Katia Pascariu) y su marido Eugen; polvo que, al ser subido a la red, se convierte en desafortunado, por cuanto ella es profesora en una escuela donde algunos alumnos han visto tan alocada relación sexual de su maestra.

Las partes I y III –‘Calle de un solo sentido’ y ‘Praxis e insinuaciones (sitcom)’– se centran en las evoluciones de la maestra, mientras se desplaza a pie por una ciudad igualmente crispada, que darán luego pie al encuentro escolar con los profesores que juzgarán si expulsarla o no del colegio por tan desafortunado polvo. En medio, parte II, se abre un ‘Breve diccionario de anécdotas, signos y maravillas’ a modo de compartimento estanco en el que Radu Jude despliega una fértil sucesión de reflexiones, mediante imágenes documentales y publicitarias, de corte hilarante con trasfondo en ocasiones dramático.

Fotograma de ‘Un polvo desafortunado o porno loco’, de Radu Jude.

“Un verdadero poeta debe ser al mismo tiempo trágico y cómico. La vida humana debe ser vista como una tragedia y una comedia”, apunta el propio director en su película, fiel, por tanto, al espíritu que sin duda atraviesa su cine. De hecho, ‘Un polvo desafortunado o porno loco’ tiene este falso final: “La película no era más que una broma y aquí termina”. Una broma que, rizando el rizo, dará pie a su continuación para, ahora sí, el remate final.

Un remate donde, por otro lado, se pone en cuestión la veracidad o falsedad de la representación, por oposición a la realidad, en un giro posmoderno acerca de la posibilidad misma de alcanzar cierta verdad en un universo de la sospecha que la pone en entredicho.

Pilar Tébar, secretaria autonómica de Cultura, y Carlos Madrid, director de Cinema Jove, durante la presentación de Radu Jude como Premio Luna de València 2025. Imagen cortesía del festival.

Radu Jude, siguiendo la estela de los surrealistas, disfruta con la provocación, haciendo que emerja en su cine el sin sentido de la vida, manifestado a su vez en la quiebra del orden del propio relato. Sin sentido que lejos de provocar la aparición de cierta angustia, la tapona mediante el humor y el sarcasmo.

“Vieja manta, ¿qué me cubriré, la cabeza o los pies?”, dice en su breve diccionario de anécdotas, en frase atribuida a Yosa Buson. ¿Me cubro los pies que, a pie de tierra, se ríen de la tragedia, o la cabeza que, perdida en medio de tanto drama, ya no puede pensar en otra cosa que no sea la violencia más destructiva? Radu Jude sigue tirando de esa vieja manta para mostrar en su cine la tensión tragicómica de la vida.