‘Dicen los síntomas’, de Bárbara Blasco
16º Premio Tusquets Editores de Novela
Premios literarios hay muchos, aunque no tantos como los escritores quisieran. Todos ellos son bienvenidos, especialmente los mejor dotados económicamente y los envueltos en un halo de prestigio. El Premio Tusquets es uno de los más glamurosos que existen en España y este año ha recaído, por segunda vez consecutiva, en una autora valenciana. En 2019, fue Elisa Ferrer, por ‘Temporada de avispas’; en 2020, Bárbara Blasco, por ‘Dicen los síntomas‘ (en librerías a partir del 6 de octubre).
Bárbara Blasco (València, 1972) alcanza este importante galardón tras un par de prometedores títulos, ‘Suerte’ y ‘La memoria del alambre’, además de varios trabajos colectivos. Casada con otro escritor, Kike Parra, ambos (a quienes tuvimos ocasión de entrevistar en MAKMA, durante el estado de alarma, en la serie ‘Remando en el mismo barco. Testimonios de parejas dedicadas a la cultura’) imparten talleres de escritura creativa en Fuentetaja.
La protagonista de su novela, Virginia, debe acompañar al hospital a su padre, con quien no tiene buena relación, cuando este cae gravemente enfermo. La situación pone a prueba los vínculos con su madre y su hermana, en un momento crítico de su vida en el que la maternidad empieza a ser una urgencia. El paciente que ocupa la cama contigua a la de su padre se acaba convirtiendo en su cómplice y surge lo inesperado.
Blasco estudió Dirección Cinematográfica en el CECC (Centre d´Estudis Cinematogràfics de Catalunya), guion en la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños, en Cuba, y en la UIMP, en la escuela de guionistas Luis García Berlanga. Licenciada en periodismo, ha trabajado en diversos medios locales de València y en el gabinete de prensa de la Bienal. En su primera juventud ejerció oficios muy variados: dependiente, teleoperadora, ayudante de mago, vendedora de enciclopedias y bailarina de cabaré…
¿Qué fue lo primero que sintió al saber que había ganado el premio?
Plenitud, una plenitud que no sé bien cómo definir, como si algo dentro quisiera reventar las costuras de mi cuerpo. Sentí ganas de gritar y de bailar, de dejarlo salir de alguna manera. También quise dar muy sentidamente las gracias, pero me atoré y lo hice con torpeza. Y alivio, también sentí cierto alivio.
¿Cómo cree que este premio cambiará su vida?
Espero que no cambie demasiado porque me ha costado mucho alcanzar este pequeño equilibrio, esta vida sencilla pero que contiene para mí todo lo importante. Es evidente que tendré más visibilidad, espero llegar a más lectores. Me encanta, además, hacerlo de la mano de Tusquets, una editorial que conserva una forma clásica de ver el mundo, serena y con valores, y a la vez es moderna. Me estoy mentalizando de que la visibilidad también traerá críticas y trolls, y gente que no perdona que ocupes un espacio que consideran que merecen ellos.
La palabra ‘síntoma’ en el título hará pensar a más de uno que la novela trata de la covid. ¿De qué habla realmente?
No todo es covid, por más que se empeñen. La novela está escrita antes de la pandemia y sí, trata la enfermedad, pero también de las complejas relaciones familiares y del amor como antónimo exacto de enfermedad.
¿Cómo surgió y se fue forjando la historia?
‘Dicen los síntomas’ surgió de esa necesidad que tenemos los humanos de interpretar la existencia de forma trascendente, de darle un significado simbólico a todo, de construir metáforas sobre la enfermedad.
¿Qué se enseña y aprende impartiendo talleres de escritura creativa?
Yo he aprendido mucho dando talleres, a veces una buena idea surge del alumno que menos esperas. La vida se empeña en desmontar cualquier cosa parecida a las certezas, también en el taller. En cuanto establecemos una regla, esa regla deja de cumplirse. Incluso la regla de ‘no hay reglas’ muere al ser formulada, al menos en la escritura. Un taller es, sobre todo, un espacio de libertad para experimentar y crear sin miedo.
¿Cómo interpreta que haya tanta gente dispuesta a escribir?
Las motivaciones de quien se apunta son variadas. Los talleres que imparto no están dirigidos exclusivamente a gente que quiere ser escritor y publicar. Si fuera así, no haríamos deporte salvo para convertirnos en deportistas de élite. Creo firmemente que la escritura mejora la realidad de cualquiera. Y no solo se enseña a escribir en el taller, también a leer.
De aquellos trabajos de supervivencia que tuvo de joven, ¿alguno dejó huella? ¿Cree que esa variada experiencia laboral la enriqueció como escritora?
No echo de menos ninguno, de hecho ejercí esos oficios de forma mediocre y diletante, pero sí han servido para mirar el mundo desde distintos lugares, para ponerme en otras pieles. Bienvenidas sean, literariamente hablando.
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