‘Homeland Gone’, de Laura Lavinia
La Cabina – Festival Internacional de Mediometrajes de Valencia
Centre Cultural La Nau
Universitat 2, València
Miércoles 18 de noviembre a las 18:00
Al comenzar el documental ‘Homeland Gone’, de Laura Lavinia, ya se nos pone en situación: Líbano es el tercer país con más deuda externa del mundo; con más del 37% de paro juvenil, y donde el Gobierno y la sociedad están divididos por la religión. A eso hay que añadirle lo que dice el periodista Firas Al Shoufi: “Hay una mayoría que rechaza las sectas y es consciente de que el sentimiento de patria debe prevalecer sobre el de secta o regionalismo, pero todo queda en teoría y no se lleva a cabo a pesar del gran rechazo al sectarismo”.
Todo eso saltó por los aires cuando, el 17 de octubre del pasado año, el Gobierno libanés decidió establecer un impuesto de seis dólares al mes por el uso del WhatsApp. Pudo haber sido cualquier otra cosa, pero lo cierto es que la medida de gravar este servicio de mensajería instantánea, mayoritariamente utilizada por los jóvenes (según datos del CIS, el 100% de los españoles de entre 18 y 24 años lo usa), desencadenó la mayor ola de protestas que se recuerdan en el país de Oriente Próximo bañado por el Mediterráneo.
Lavinia se sumerge en el corazón de esa revuelta multitudinaria, para ofrecernos algunas pistas por las que transitar en el convulso Líbano. Lo hace utilizando de forma clásica la herramienta del documental: mediante testimonios directos de algunos expertos y a través de imágenes tomadas en la calle, durante los días de protesta masiva, evocando el espíritu 15-M, también llamado movimiento de los indignados, que se produjo en nuestro país en 2011. Una avalancha de entusiasmo en contra de las políticas de desigualdad económica, oligarquía, corrupción y, en el caso libanés, sectarismo religioso, generada por el intenso caudal popular.
El Festival Internacional de Mediometrajes La Cabina incluye ‘Homeland Gone’ en su sección Amalgama, donde compite junto a otras 11 películas por el Premio al Mejor Mediometraje, en este apartado dedicado a obras de no ficción. Lavinia opta por acercarnos lo ocurrido en Líbano sin grandes alharacas estéticas y dejándose llevar por esa ola de entusiasmo que provocó la reacción mayoritaria contra un régimen que lleva años sometido a una gran inestabilidad y conflicto interno.
Hay tres partidos en Líbano, comenta una de las personas entrevistadas: “Hay uno al que llamamos Alquwat al-Lubnaniya (Fuerzas Libanesas), otro que es Hizb Ishtiraki (Partido Socialista Progresista) y Mustaqbal (Movimiento Futuro). También incluso el Movimiento Amal”. Y, tras la simple descripción, el argumentario: “Todos ellos son partidos religiosos que vienen y hacen cosas horribles en nuestro nombre, porque somos civiles y hasta el momento no tenemos líderes. Eso (sectarismo) es un problema en Líbano”.
Problema éste, el del sectarismo, que es sin duda extrapolable a otras latitudes próximas, dejando de lado la adjetivación religiosa. Como explica Jawal Wakim, Profesor de Historia, “las confesiones son una expresión moderna del tribalismo…Esta fórmula se pensó para dividir a la sociedad de forma vertical, con el fin de obstruir la lucha de clases”. El famoso “divide y vencerás’ que a la escritora Ali Smith, en otro contexto, le llevó a decir: “Dividir es el truco más antiguo de la política, junto con las fake news (noticias falsas). Y siempre termina mal, con sangre”.
Otro de los testimonios ciudadanos recogidos por Lavinia en su documental viene a poner el acento en la corrupción política, en connivencia con los grandes bancos: “Los ricos del Gobierno ya han sacado su dinero a países como Suiza y demás, y ahora a nosotros no nos dejan sacar dinero”. Y añade: “Los bancos son también responsables no solo de nuestro fracaso económico, sino también de nuestro fracaso político, porque la elite política trabaja para estos bancos”.
Elite política que tiene sus nombres y apellidos, como revela otro de los entrevistados: “Estos líderes, Michele Aoun, Gabran Bassil, Walid Joumblet, Saad Hariri, Nabih Berri y Nasrallah, estas seis personas controlan todo en Líbano. De hecho, ellos son reyes. Actúan como reyes. No creen en la democracia. También son cabecillas de la mafia”. La corrupción, según se destaca en ‘Homeland Gone’, cuesta 4,8 millones de dólares anuales a las arcas del Estado libanés.
Dos jóvenes, uno cristiano y el otro musulmán, lo tienen claro: “Necesitamos un sistema nuevo. Debemos combatir la corrupción. Especialmente hay que sacar la religión de la política”.
Y concluyen: “No necesitamos la guerra. Necesitamos la paz”, subrayando sus casos personales, con ideologías religiosas dispares, pero sumando esfuerzos para que ese Líbano civil, contrario al sectarismo, aflore en un país que, como apuntó el escritor Rabih Alameddine refiriéndose a la capital Beirut, posee una “incesante luz de la muerte que lo ilumina todo, más intensa que el sol Mediterráneo, más intensa que los misiles nocturnos rusos, más intensa que la sonrisa de un bebé. Una guerra interminable lo asola todo”.
‘Homeland Gone’ es un retrato a pie de calle, sin florituras estilísticas, con el que acercarnos la cruda realidad de Líbano, salpicada de calles que todavía guardan vestigios de proyectiles incrustados en sus fachadas. Una realidad que quiere ser modificada por parte de una juventud cansada de soportar tanta cerrazón política y religiosa. Como termina prácticamente cerrando Firas Al Shoufi el mediometraje de Lavinia, “no se puede ir al espacio con un carro de caballos, te hará falta una nave espacial”. “Y nuestro sistema económico y político son lo más parecido a un carro de caballos. Y nuestros sueños están en salir al espacio”, concluye.
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