Julian Opie

Julian Opie
Organiza: Fundación Hortensia Herrero
Comisariado: Javier Molins
Centre Cultural La Nau de la Universitat de València
Universitat 2, València
Hasta el 19 de septiembre de 2021

Casi cinco siglos separan al humanista Lluís Vives y al artista Julian Opie, tres de cuyas esculturas dialogan en el claustro de La Nau de la Universitat de València con la dedicada al pensador que trabajó en la corte de Enrique VIII junto a su amigo Tomás Moro, famoso por su ‘Utopía’. Cinco siglos que, como dijo Javier Molins, comisario de la exposición organizada por la Fundación Hortensia Herrero, han sido enlazados por circunstancias que pasó a describir: “Lluís Vives se trasladó en su momento a vivir a Londres y, ahora, estas esculturas de Julian Opie hacen el camino inverso al de Vives, viajando de Londres a Valencia para rendirle homenaje al pensador valenciano”.

La razón, tan glorificada por el humanista Lluís Vives, en contraste con la emoción que suscita la obra de Opie. Una obra pensada para provocar sentimientos a base de figuras humanas estáticas, a las que el artista londinense confiere movimiento, evocando esas “primeras estatuas griegas y egipcias” talladas “a menudo como figuras en movimiento”, y en las que él se inspira. “El movimiento implícito da una dinámica y una elegancia a la figura, una operación de intención, independencia y poder”, señala el propio artista en la nota de prensa.

Julian Opie, junto a Hortensia Herrero, presidenta de la Fundación Hortensia Herrero, organizadora de la exposición en La Nau de la Universitat de València. Foto: Pedro Hernández.

Lluís Vives dejó dicho: “No hay espejo que mejor refleje la imagen del hombre que sus palabras”. En el caso de Julian Opie, puestos a seguir con ese diálogo secular, diríase que las palabras sobran con el fin de ceñirse a la imagen como vehículo privilegiado para reflejar al hombre en el espejo de sus figuras icónicas. Figuras que el artista va depurando hasta esquematizarlas, como si fueran logotipos diseñados para crear una taxonomía de seres humanos fácilmente identificables en el universo de las redes sociales.

Que en el Reino Unido interpreten su trabajo aludiendo a una mirada inhóspita sobre la humanidad, mientras en Estados Unidos lo vean como una obra liviana, divertida y muy pop, es algo que Opie pone en duda: “No tengo muy claro lo que me describe, que la gente vea en mi obra luz u oscuridad. Imagino que cada uno lo lleva consigo y lo aplica a las cosas que ve”. Y prosigue: “Yo veo el mundo, no hago ningún juicio sobre si es bueno o malo, reflejo lo que veo y capto el ambiente que hay a mi alrededor”, fotografiando durante horas a todo el que pasa, para captar “el fluir de la humanidad”.

Un flujo de personas a las que empezó dibujando unos pequeños ojos para irse decantando hacia unas cabezas sin rostro y sin cuello, apenas un círculo. Esquematización que reduce a su mínima expresión a toda esa gente en movimiento, en la línea de esa modernidad líquida aludida por el sociólogo Zygmunt Bauman. El color, que dota de jovialidad al conjunto, junto a las cajas de luz empleadas para destacar las figuras y sus animaciones en pantallas LED, contrasta con una suerte de alienación de tanto sujeto sin expresividad, pero muy activo.

Julian Opie presenta por primera vez dos esculturas monumentales de acero de 12 metros de altura y seis toneladas de peso ubicadas en la Plaza del Patriarca adyacente al Centre Cultural La Nau, en cuyo interior se hallan las tres esculturas que dialogan con la de Lluís Vives, y las otras piezas más conocidas de su producción en torno a esas multitudes anónimas caminantes. “No hago una exposición en un lugar aleatorio, me tiene que gustar el espacio y ver cómo puedo aprovecharlo para sacarle mayor partido a mi obra”, apuntó a la prensa.

Una mujer observando una de las obras de Julian Opie, en su exposición en La Nau. Foto: Pedro Hernández.

“Empecé a dibujar personas específicamente para esta obra: personas de pie, que miraran de manera directa, algo muy diferente a las otras figuras de la exposición”, agregó, con respecto a las esculturas monumentales, que suponían un reto y un peligro. “Puede ser ostentoso, como un monumento dictatorial que nos puede hacer sentir pequeños, pero creo que resultan casuales y que pueden crear una dinámica interesante entre la gente que pasea con sus móviles o se está tomando un café y se topa con estos monumentos que son casi como dólmenes”, apostilló, incorporando en su explicación a otras cuatro de dos metros representando a otros tantos caminantes, situadas junto a las dos piezas gigantes.

A Opie, más que la psicología de los sujetos que acoge en su obra, le interesa su movimiento, que vayan de acá para allá, al margen de sus intenciones y profundas motivaciones. Los quiere dinámicos, fluidos, en el interior de esa corriente que impulsa la sociedad de consumo. Por revertir la famosa expresión acuñada por la filósofa Hannah Arendt, diríase que a Julian Opie le interesara la banalidad del bien, centrándose por ello en acciones cotidianas insulsas que él dota de vitalidad a base de inyectar color y movilidad al estatismo de sus figuras.

Las dos esculturas monumentales de Julian Opie, en la Plaza del Patriarca, junto a La Nau. Foto: Pedro Hernández.

“Nuestro cuerpo está diseñado para andar, es una actividad intrínseca, somos uno de los mejores atletas del mundo; podríamos superar a un caballo, a casi cualquier animal, si es durante suficiente tiempo, es decir, no en una distancia corta, pero sí larga”, explicó tras realizar un breve recorrido por su obra en La Nau. “Entendemos a nuestros compañeros por su forma de andar, no necesitamos verlos para saber quién son, por lo que andar es un elemento importante”, añadió.

Dijo que las obras presentadas en Valencia, por iniciativa de la Fundación Hortensia Herrero, nacieron antes de la cuarentena y que, en tanto le lleva entre dos y tres años pasar de los planes iniciales a las obras terminadas, esta muestra no se había llevado a cabo como respuesta a la situación pandémica.

Julian Opie
Julian Opie, en su encuentro con la prensa, tras la presentación de su exposición en La Nau. Foto: Pedro Hernández.

“Si empezamos a hacer las cosas en respuesta a la situación política inmediata, hay un peligro de que se vuelvan rápidamente obsoletas, por lo que, si hago retratos con mascarillas, siempre van a remitir a 2021, en vez de algo más universal”, argumentó Opie.

Las figuras humanas de Julian Opie, ya sean de forma individual o en medio de una multitud anónima que pasea, anda o corre por la ciudad hacia algún destino, terminan siendo una “coreografía de transeúntes”, como el propio artista anotó en otro lugar. Coreografía que él modela mediante la pintura, la escultura o la tecnología, con el fin de lograr que esas figuras se conviertan en iconos universales. Logotipos cuyo logos, por vincularlo de nuevo con Vives, queda sometido a la emoción del impacto visual.

Julian Opie, en la presentación de su muestra en La Nau de la Universitat de València. Foto: Pedro Hernández.

Salva Torres