Juan Francisco Viruega

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‘Amanece’, de Juan Francisco Viruega
Con Aura Garrido, Iria del Río, Isabel Ampudia, Rebeca Sala y Sebastián Haro
90′, España | Factoría de Creación, Amanece Audiovisual AIE, Juan Francisco Viruega y Canal Sur, 2023

El pasado 17 de noviembre se estrenó en cines la película ‘Amanece’, ópera prima de Juan Francisco Viruega, premio a mejor dirección ex aequo en el X Festival Nuevo de Cine Andaluz de Casares. Además, ha sido presentada en el Festival de Cine de San Sebastián y seleccionada en el FICAL.

El filme, protagonizado por Aura Garrido, Iria del Río e Isabel Ampudia, supone una mirada a las complejidades de la intimidad familiar, estrechamente entrelazada con el vasto paisaje natural almeriense, sus luces, sus colores, su tierra y su mar. Hemos tenido la posibilidad de entrevistar a su director, Juan Francisco Viruega, y a la actriz Isabel Ampudia.

Juan Francisco, ya has rodado cinco cortometrajes que además han sido galardonados y ahora te enfrentas al estreno de tu primer largometraje, ‘Amanece’, ¿cómo estás viviendo esta experiencia?

Juan Francisco Viruega (JFV): La experiencia muy buena, ha sido un camino en el que he aprendido muchísimo. Es una película que he podido hacer con total libertad creativa, tomar todas las decisiones que quería en cuanto a casting, equipo técnico, localizaciones, incluso el corte final de la película, y creo que es fundamental para una ópera prima, sobre todo cuando uno pone cuestiones tan personales y autobiográficas no solamente de uno mismo, sino también de toda una generación de gente que te rodea.

La mayor diferencia respecto al corto al final es el tiempo, el tiempo de rodaje y el tiempo de metraje de la película. Tienes que estar muy preparado, después de un largo periodo de preproducción, para aguantar muchos días seguidos con muchos madrugones, porque la película está rodada en amaneceres y atardeceres, con condiciones meteorológicas, climáticas, de muchas olas de calor. pero la verdad que estoy muy contento, he aprendido mucho y bueno. Ahora, feliz también con el resultado y con la reacción del público.

Parece que la verdadera protagonista es Almería, con todos esos paisajes e imágenes. ¿Cuál es el motivo de semejante elección?, ¿cuál sería la relevancia para la película, para el argumento?

JFV: Sí, bueno, para mí las protagonistas son ellas tres (Alba, Candela y Aurora). La película está dividida en tres capítulos y cada uno de ellos está narrado desde el punto de vista de cada una de ellas. A nivel narrativo, es una película muy exigente en cuanto a que el espectador tiene que ir recogiendo, vertebrando, hilvanando todos esos pequeños frutos que se han ido sembrando a lo largo de la película para reconstruir esa constelación familiar, y en esa constelación familiar, evidentemente, el paisaje es fundamental.

De hecho, cada personaje, cada protagonista, tiene un paisaje vinculado a ella. En el caso de Alba, debido al bloqueo emocional, como consecuencia de esas carencias afectivas de la infancia, tiene un largo camino que recorrer, y es el desierto.

Con respecto a Candela, es el mar. Y en el caso de Aurora, el personaje de Isabel [Ampudia], es la sal, la balsa de sal. Entonces, bueno, no quería trabajar el paisaje de Almería –tanto el desierto de Tabernas como el Cabo de Gata– como un telón de fondo, como algo bonito, sino que quería que el paisaje fuera un elemento metafórico, iconográfico, simbólico, vinculado al arco dramático en el conflicto de cada personaje.

A raíz de esta idea, los propios nombres utilizan una terminología lumínica. También hay un momento, al principio, en el que un personaje con el que se encuentra Alba en un sueño dice que le gustaría que su casa, que apunta hacia el oeste, se orientara hacia el este, hacia la salida del sol.

JFV: Sí. Cuando escribo, me gusta crear diálogos en diferentes momentos de la película y hay cosas que parece como que riman, porque, efectivamente, Aldo, interpretado por Sebastián Haro, es un personaje que está anclado al pasado y dice que cada atardecer es un recuerdo.

Realmente, ese personaje, todo lo que ocurre en esa secuencia, es una conjunción de elementos que están en el inconsciente del personaje de Aura: son sus miedos, sus fobias, es la relación no resuelta con su madre, es la premonición de la enfermedad y de la muerte… Todo está ahí encerrado, incluso esa cama de la que ha estado hablando con su pareja y que finalmente se incendia porque es una relación que está abocada a acabar.

Efectivamente, todo eso rima con la última parte en la que la madre le regala esa frase que da título a la película: “La vida no es fácil, os van a seguir viniendo cosas en contra, pero cada día os brinda una nueva oportunidad con un nuevo amanecer”. Los nombres fue Isabel [Ampudia] quien se los puso.

Fotograma de ‘Amanece’, de Juan Francisco Viruega.

Isabel Ampudia (IA): Alba es el nacimiento, Candela, la luz, y Aurora, al principio, no se llamaba Aurora, se llamaba Isabel. Me dice un día Juanfran, ya ensayando: “Miquel me ha dicho que hay que cambiar el nombre a la madre, a Aurora, que quizás sería mejor”.

Y yo: “¡Sí!”, porque me quitó un peso de encima brutal. No es lo mismo ir hacia algo que ver que todo viene hacia ti. El hecho de ponerme en movimiento a buscar a Aurora, a quitarme a mí de en medio, mis cosas, mis manos, me dio una paz y una seguridad de que Aurora iba a ser una Aurora.

JFV: Sí, y luego, a nivel simbólico, ella tiene el nombre de la luz que se apaga y le ha puesto a las hijas nombres de luz. Se lo dice en la película: “Quiero que vosotras tengáis vuestra propia luz, que no tengáis que buscarla fuera, que tengáis vuestra propia fuerza para buscar ese amor propio”.

Isabel, ¿cómo ha sido la experiencia de encarnar a este personaje un poco pesimista, aunque al final nos hable de esperanza, y que tiene una relación un poco difícil con sus hijas?

IA: La narración estaba construida para que hubiera conflicto, si no sería otra historia; había que meterse ahí con un tono determinado y con una estilización poética; para eso está la dirección, para eso están los ensayos. Fue relativamente fácil. A mí me gusta, siempre lo digo, ver los límites, es decir, me gusta ver hasta dónde puedo llegar dentro de ese tono.  

Una vez que lo comprendí, que yo sabía ya que era por aquí, que el camino estaba marcado, que estaban cerradas las posibles salidas, que no me quedaba nada por decir…, pudimos hacer esto en los ensayos, olerlo por lo menos; y ya al llegar fue fácil porque todo cobró sentido para nosotras.

Una frase que me ha llamado la atención y que se relaciona con esta idea de la representación de los miedos y las fobias de Aura es: “Hay demasiado exhibicionismo en el dolor”. ¿Cómo se relacionaría esto con la trama de la película?

JFV: El personaje de Aldo sentencia mucho, tiene frases efectivamente muy lapidarias que podrían ser casi titulares de lo que ocurre en el mundo contemporáneo y también es algo muy generacional; de repente, la gente siente la necesidad de exteriorizar lo bueno y lo malo: cuando está en un buen momento, de celebrarlo y que todo el mundo se lo aplauda, y cuando está pasando por un mal momento.

Incluso llegar a victimizarse más para que la gente le brinde esa ayuda, y esa ayuda muchas veces es digital, no es una ayuda física ni real. Entonces, él lo dice por ese mercadillo de objetos pertenecientes a parejas rotas, como intentar cosificar el amor, el amor ya agotado.  

Respecto al resto de la película, los personajes no exhiben el amor ni la falta de amor; de hecho, todo lo contrario.  Al empezar a pensar esta historia, primero la escribes y luego tienes que buscar un lenguaje, buscar un tono, buscar la forma y, ahí, mi primer trabajo era la estilización del lenguaje y del diálogo.

¿Por qué? Porque cuando hablas de lazos intrafamiliares dentro del núcleo de la familia, las cosas no se verbalizan. El amor no se verbaliza, el miedo no se verbaliza, la falta… no se verbaliza nada. La elección del casting está liderada por eso: necesitaba tres actrices que, a través de las miradas, los silencios, la textura de la respiración, el tempo cinematográfico de su interpretación… Que no tuvieran casi que verbalizar ni, por supuesto, explicitar nada de eso.

No hay exhibición, sino todo lo contrario. Creo que hay mucho recogimiento en cuanto al retrato de las relaciones entre estas dos hijas y su madre, hasta el punto de que el momento de mayor intimidad llega con los últimos diez minutos de la película en la cámara oscura.

Fotograma de ‘Amanece’, de Juan Francisco Viruega.

La propia ausencia de emoción que puede transmitir esa falta de verbalizar estas ideas también es una expresión emocional en sí.

IA: Yo creo que es una película en la que se percibe la emoción, pero a través de la inteligencia, o sea, de la construcción. Porque no es que sea una película emocional; precisamente, desprende emoción porque es una película racional, esta es mi interpretación. Porque una película emocional sería caótica y esta es una película completamente ordenada; no solo hay un orden sistémico, sino que todo está ordenado.

JFV: Hay algo que ocurre que es muy bonito con el personaje de Isabel, que yo poco a poco voy sistematizando, también a partir de lo que aprendemos en los coloquios, en las conversaciones con vosotros… Porque hay cosas que pongo de forma inconsciente en la película y luego con la distancia ya sé por qué las puse, por qué lo construí de esa forma, y es verdad que su personaje nunca se ha permitido amar porque no ha tenido tiempo para el amor, para dar ese amor, ese cariño.

Lo que ha generado esas carencias en las hijas al final, sin embargo, gira, pero no porque cambie su personalidad, sino porque tiene un momento de anagnórisis, de revelación, en el que sabe que el tiempo que le queda lo quiere compartir. De hecho, se lo dice a las hijas, que no hay tiempo para hablar: “No hables, no digas nada, no me pidas perdón, estamos aquí, ahora, vamos a respirar juntas y vamos a compartir este momento mientras yo me dejo ir”.

¿Por qué la lección de la canción final?

JFV: Porque lo dice todo, porque yo creo que lo que esa canción contiene lo dice todo. El personaje de Aura está incapacitado dentro de la película para pedir perdón, perdonarse a sí misma, pero se agarra a algo que además forma parte de su pasado, que es la música.

Ya le gustaba componer; a lo largo de la película es como que ya está componiendo o trazando los primeros acordes de algo que es el regalo que le va a dar a su madre. Y a través de la canción, sin mirarla –porque solo la mira al final cuando ya ha muerto–, le dice todo lo que le quería decir, que dentro de ella va a estar su madre siempre.

¿Qué influencias tenéis para vuestro trabajo, cuáles son vuestros referentes?

IA: Yo tengo referencias de mi vida. A mí, la vida me va dando cosas y yo voy cogiendo lo que me mueve y luego lo voy poniendo o dejando caer en el trabajo. Yo veo todo y todo me gusta, yo creo que la vida es la que te va trayendo influencias. Sí tenía muy claro en esta película la calma, o sea, el silencio, la belleza, el respeto…, lo que me llevo y lo que doy.

Y luego tuve todo el tiempo una música para mí y un poema de Antonio Machado que es ‘La muerte de Abel Martín’, que me lo sé entero desde que tenía 8 años, en el que Antonio Machado cuenta a través de Abel Martín cómo es la agonía de esperar a la muerte, esa claridad que no veía. Durante el rodaje, sí que volvió el poema, pero volvió sin buscarlo yo, el poema empezó a sonar en mi cabeza. Es de las cosas más hermosas que escribió Machado.

JFV: Creo que tanto Aura como Isabel y yo somos grandes consumidores de cultura, de literatura, de cine, de teatro… Pero creo que cuando empiezo a pensar y a previsualizar la forma de la historia que quiero contar no me voy nunca a referentes cinematográficos; siempre intento que la película vaya cogiendo su propia forma a partir de mi imaginario, de mi experiencia vital. En este caso, también de un territorio que conozco muy bien: Almería, que es mi tierra.

Cuando tienes que trabajar algo tan abstracto como el tiempo cinematográfico, pues sí, tuve en mente a [Michelangelo] Antonioni muchas veces, también a [Theo] Angelopoulos; directores que conozco muy bien y que quizá hoy no están tan de actualidad en el cine contemporáneo, pero que hacen un tipo de cine que a mí es el que me interesa, tanto como espectador como a la hora de contar historias. Un cine que plantee preguntas al espectador, pero que nunca dé las respuestas masticadas, que tú puedas completar la película con tu experiencia personal.

Me gustaría cerrar rescatando la metáfora de la tierra, de cuando el personaje de Isabel dice en un momento: “De esta tierra ya no va a brotar nada”, y al final se ve como sí que hay cosas plantadas, resurgiendo; esta idea del poder de la tierra de rebrotar, como una llamada a la esperanza que, de alguna manera, creo que engloba y resume toda la película.

IA: Es una llamada a la esperanza porque hay que sembrar para recoger. “Hay que sembrar, hijas”, le digo yo a Candela. “Hazlo por mí”.

JFV: Sobre todo, lo vivo mucho con amigos, con amigas, con gente de otras generaciones…, roto el lazo familiar. Y, evidentemente, se tienen conflictos y desencuentros y demás, pero las personas que pierden a sus padres sin haber resuelto o perdonado o haberlo compartido se les queda grabado toda la vida.

Siempre son importantes las raíces, el identificarlas, otra cosa es aceptarlas e integrarlas en tu propia vida, el continuar un legado o no, que eso ya es decisión de cada uno, evidentemente, no te puede pesar en la mochila. Pero, por lo menos, el saber de dónde viene.  

IA: La cantidad de cosas que salen de tu abuelo al que no conociste y que, de repente, te las comes tú.

JFV: Sí, de hecho, eso en la película lo cuenta Rebeca, curiosamente, que no es protagonista, la que hace fotos del laboratorio, al habla de la constelación familiar. Es una cosa que para mí estuvo en la construcción del guion: el Indalo, un símbolo de Almería; una pintura rupestre de Almería que es esa construcción familiar de generaciones.

En esa pintura rupestre, lo que ellos querían contar es cómo, intergeneracionalmente, todos los estratos de una familia siempre están comunicados y lo que hacen unos acaba teniendo una repercusión, tarde o temprano, en los demás. A mí me apetecía mucho hablar de ello.

Juan Francisco Viruega
Juan Francisco Viruega (izquierda), durante el rodaje de ‘Amanece’. Foto: Raúl Villaverde.