Jorge Pensi

#MAKMAObituario
Jorge Pensi (Buenos Aires, 1946–Barcelona, 2025)
Maestro del diseño español
Obituario

Era finales del siglo pasado –uf, cómo suena eso– cuando empecé a estudiar Diseño Industrial y descubrí tu silla Toledo para Amat. Me fascinó. Era una forma ajena a mis gustos de entonces, pero imposible de ignorar. Me preguntaba por qué era así, por qué era tan diferente. Con el tiempo, comprendí que en esa diferencia residía su magia: una síntesis perfecta entre técnica, emoción y poesía.

Aún no podía entender sus logros constructivos, pero intuía que había algo profundamente humano en aquella pieza. Esa ligereza. Las sombras que se dibujan entre sus huecos. Una silla del futuro nacida en los años ochenta, fiel a tu propósito de hallar un equilibrio entre el material y el espacio, la abstracción y la emoción.

Decías alguna vez que la inspiración vino observando una cortadora de fiambre: si podía ser de aluminio y tener esas formas, ¿por qué no una silla? A partir de ese gesto nacía el brazo de la Toledo, el primer trazo de una idea que parecía imposible y que acabó siendo un icono. En el fondo, tu búsqueda constante fue la de restar peso –al objeto y, quizá, también a la vida–.

Escribo mientras escucho ‘Still Here’, tu último álbum. Me conmueve esa manera de seguir comunicándote a través del sonido, como si el diseño no te bastara. La música, como tus objetos, late con ritmo, equilibrio e intuición. En ambas disciplinas ordenabas la emoción, y eso se siente.

Arquitecto de formación, diseñador por vocación y músico por necesidad expresiva, fuiste siempre un creador total. Tus proyectos transmitían entusiasmo y curiosidad. Cada pieza reescribía la idea inicial, buscando la forma inédita, la solución invisible. Desde aquel primer estudio en el Barrio Gótico hasta la Villa Olímpica, siempre junto al mar, el equipo Pensi Design Studio sabe cómo proyectar tu espíritu: discreto, alegre, esencial.

Leí que de niño te atraían las cosas donde pudieras llevar adelante la creatividad, el ingenio y la imaginación. Esa declaración resume una vida entera. Tu obra es ejemplo de tesón, respeto y modestia; una dedicación absoluta a la forma que perdura. Buscabas emocionar con el mínimo de recursos. Practicabas un minimalismo cálido, libre de rigidez, donde la geometría respiraba y las superficies hablaban.

Tuve la suerte de acercarme a tus productos durante colaboraciones con Vondom. Recuerdo la silla Delta, herencia directa de esa poética del equilibrio: fuerte y ligera, racional y sensible.

En tu Argentina natal, según cuentan los archivos de la FADU, comenzaste diseñando y vendiendo tus propias piezas mientras estudiabas arquitectura junto a Daniel Perrando. Luego abriste estudio con Susana Hensel, con quien exploraste proyectos de mobiliario, interiorismo y branding. De aquella etapa nació UMA, una línea de unidades modulares adaptables. Más tarde llegó Altos, tu propio local en Buenos Aires, donde diseño y producción se fundían. Desde el inicio te movía la idea de abarcarlo todo: proyectar, fabricar y vender.

Pero el contexto político tras el golpe del 76 te llevó a emigrar. Antes de Barcelona hiciste escala en Altea, atraído por su calma mediterránea. Allí, entre intentos de fabricar marcos de cuadros y trabajos de interiorismo en Alicante, comprendiste que tu camino estaba en otro lado. La casualidad te llevó a encontrarte con Alberto Liévore, compatriota y colega que también diseñaba y vendía sus propias piezas en Barcelona.

Llegaste a una ciudad en plena efervescencia cultural. Junto a Liévore, Norberto Chaves y Oriol Pibernat formaste el Grupo Berenguer, un proyecto de supervivencia creativa que pronto derivó en una plataforma de ideas. En 1984 fundaste tu propio estudio, donde darías vida a la Toledo y a tantos otros diseños que hoy son historia.

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Cuando te encargaron aquella silla, a nadie se le había ocurrido hacerla en aluminio. Decidiste asumir el reto con humildad y una buena dosis de locura. Recordabas que al principio te daba vergüenza ver tu trabajo publicado: ibas a las ferias con la cabeza baja, temeroso de no estar a la altura. Pero ese miedo se transformó en impulso, y con el tiempo se volvió confianza.

Diseñar para Thonet te abrió las puertas de Europa, y desde entonces trabajaste con una lista interminable de firmas que escriben la historia del diseño contemporáneo, como Alessi, Cassina, Driade, Andreu World, Kettal, Knoll, Santa & Cole, Expormim, B.Lux, Akaba, Perobell, Vondom, Viccarbe, Resol, Mobles 114, Bover, Punt o Poggenpohl. Cada colaboración fue un diálogo honesto entre material y emoción, entre razón y ritmo.

En 1997, recibiste el Premio Nacional de Diseño de España, el reconocimiento a una trayectoria que ya había conquistado museos y hogares. Ramón Úbeda escribió entonces que eras “un consumado especialista en el diseño de sillas”, pero también podríamos decir que fuiste un poeta de lo cotidiano, alguien que entendió que una silla no es solo un objeto, sino un lugar donde descansa la mirada.

Decías que cuando diseñabas no pensabas en el éxito, sino en que el objeto resistiera el paso del tiempo, que fuera ajeno a las modas. Y lo lograste: tus piezas son atemporales y transmiten el mayor número de sensaciones con el mínimo de recursos.

“Es emocionante –contabas– viajar y ver cómo la gente usa los objetos que nacieron en nuestro estudio; en esos momentos sientes que tu trabajo tiene sentido.” Y lo tiene, Jorge. Mucho.

Gracias por recordarnos que la belleza puede ser funcional, que la emoción cabe en el metal y que la ligereza no está reñida con la fuerza. Nos enseñaste a mirar el diseño como una forma de vida, a escuchar su latido.

Hoy tus sillas siguen habitando el aire, y en ellas queda tu música, tu curiosidad y esa manera tuya de restarle peso al mundo.

El diseñador Jorge Pensi, sentado en una de sus sillas Toledo.