Joaquín Sorolla
‘Sorolla. Femenino plural’
Fundación Bancaja
Plaza Tetuán 23, València
Hasta el 30 de mayo de 2021

“Sin la mujer, la vida es pura prosa”. Lo dijo Rubén Darío y, a tenor de la obra expuesta en la Fundación Bancaja, diríase que Joaquín Sorolla la hace propia, para expresar mediante su pintura lumínica, jovial, no exenta de sombras nunca demasiado dramáticas, el halo ciertamente poético que atraviesa el conjunto de mujeres reunidas en la muestra ‘Sorolla. Femenino plural’. Incluso cuando decide ser prosaico, como es el caso, por ejemplo, de ‘Trata de blancas’, no termina de emerger el fondo oscuro que se adivina en tan execrable asunto.

“Las mujeres en Sorolla salen siempre bien paradas”, apuntó Consuelo Luca de Tena, comisaria junto a Lorena Delgado de la exposición coproducida por el Museo Sorolla y la Fundación Museo Sorolla, que Fundación Bancaja acoge hasta el 30 de mayo. “Nunca pintó mujeres fatales, peligrosas”, tal y como subrayó Luca de Tena, sino mujeres siempre retratadas “con respeto, dignidad y aprecio”.

Vista parcial de la exposición ‘Sorolla. Femenino plural’, en Fundación Bancaja.

“Sorolla pintó a las mujeres que estaban frente a él y que se convierten en reflejo de la sociedad del momento”, destacó Delgado. Mujeres nada prosaicas, por mucho que abunden las campesinas o pescadoras, mujeres trabajadas por el sol y la dureza de su vida cotidiana, o figuras de la más elegante burguesía, pero que, en todo caso, aparecen siempre bajo el foco de un presente radiante. De las mujeres con turbio pasado, Sorolla apenas esbozó el comienzo de la intriga representada en sus cuerpos.

“Frente a la imagen de ‘mujer fatal’, Sorolla adopta otro modelo, el de la inocencia y la cotidianeidad del ámbito rural”, explica Lorena Delgado en uno de los textos del catálogo que acompaña a la exposición. Las mujeres de Joaquín Sorolla, representantes de ese “femenino plural” al que alude el título de la muestra, son seres mitológicos, mujeres del pueblo, trabajadoras y madres, elegantes y modernas, e incluso familiares y afectivas, por seguir los apartados del conjunto expositivo. Una tipología diversa sintetizada en ese aspecto reverencial hacia la figura femenina.

Una joven contempla la obra ‘Después del baño’, de Joaquín Sorolla. Imagen cortesía de Fundación Bancaja.

Para Sorolla, diríase que la mujer es el espejo donde poder reflejar esa luz que, lejos de quemar nuestra mirada, nos evoca el aire limpio de los sueños. Nada que ver con el delirio al que apunta esta sentencia de Borges: “Me duele una mujer en todo el cuerpo”. “Las mujeres fatales, por ejemplo, que protagonizan tantas novelas de Blasco [Ibáñez], no aparecen nunca en la pintura de Sorolla, que lo más que se acercó nunca a ninguna fue precisamente una mujer real y fue su detestada Raquel Meller”, recoge Luca de Tena en el catálogo.   

“Las mujeres han servido durante todo este siglo [XX] como espejos que poseyeran el poder de reflejar la figura del hombre a un tamaño doble del natural”, dice Karen Blixen. En el caso de Sorolla, esa pluralidad de mujeres aludida por la escritora danesa, solo es aplicable a la tipología más amable de lo femenino, puesto que, tal y como se ha dicho, en el espejo de esas otras mujeres más turbias, el pintor valenciano prefiere mirar más bien poco.

Vista parcial de la exposición ‘Sorolla. Femenino plural’, en la Fundación Bancaja.

Ese pudor ante la carne más cruda, Luca de Tena lo emparenta igualmente con su pintura más realista: “Lo más cerca que estuvo nunca Sorolla de pintar algo verdadera y visiblemente duro es ‘¡Triste herencia!’ (1899). Pero después de ésta, la más original, la más sincera e inclemente de sus pinturas sociales, Sorolla abandonó esta línea”. Lorena Delgado subrayó que a Sorolla lo que de verdad le importaba era su pintura: “No es un pintor que tuviera una posición reivindicativa, pero tenía gran sensibilidad hacia el mundo femenino”.

De hecho, ambas comisarias destacaron que, aunque Sorolla no era ni mucho menos feminista (“de conocerla, ni siquiera hubiera pronunciado la palabra”), lo cierto es que fue “partidario absoluto de la educación de sus hijas”. Esa “sensibilidad” hacia la mujer, reflejada en la exposición con los diversos tipos sutilmente representados, es prueba, a juicio de las comisarias, de su proximidad a los postulados de un movimiento que lograría el reconocimiento del derecho al voto de la mujer, ocho años después de la muerte del pintor acaecida en 1923.

‘Trata de blancas’, de Joaquín Sorolla. Fundación Bancaja.

Si las mujeres de Sorolla, tal y como resaltó Luca de Tena, salen siempre bien paradas, es porque rebajó la aspereza de sus cuerpos, iluminándolos allí donde incluso ciertas sombras amenazaban con quebrar el ideal forjado en torno a ellos. Nada prosaicas y, sin duda, marcadamente líricas, las mujeres de Sorolla campan a sus anchas a lo largo de las obras expuestas en la Fundación Bancaja, evocando la propia nostalgia del pintor, reflejada en una carta a su esposa Clotilde: “Alma de mi vida, por Dios tú no pierdas la serenidad, sin ti todo esto se desmoronaría, tú tienes más talento que nosotros todos, más energías, tú no lloras, tú tienes fibra”.

‘Sorolla. Femenino plural’, que ya se expuso con éxito en el Museo Sorolla de Madrid, recala ahora en Valencia, con el suplemento de las obras dedicadas a las mujeres de su familia. Un entorno más cercano y afectivo, completando la muestra que contiene piezas procedentes de diversas colecciones, entre ellas las del Museo de Bellas Artes de Valencia, la Diputación o la propia Fundación Bancaja. Un muestrario femenino cuya pluralidad gira en torno a esa concentración de imágenes sobre la mujer mitificada.

Una joven, ante algunas de las obras de la exposición ‘Sorolla. Femenino plural’. Imagen cortesía de Fundación Bancaja.

 Salva Torres