Jesús Manuel

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Jesús Manuel Moreno. 20 años de La Línea Blanca’
Las Atarazanas del Grao
Plaza Juan Antonio Benlliure s/n, València
Hasta el 29 de junio de 2025

Dicen que próximos a la muerte, e incluso una vez atravesado su umbral, los seres humanos llegamos a ver una luz blanca al final de un túnel. Esa luz blanca –veremos si asociada a la muerte o no– está muy presente en la obra de Jesús Manuel Moreno, quien ha desarrollado, principalmente en su serie de pinturas titulada ‘La línea blanca’, todo un universo plástico en torno a esa blancura ligada con el vacío y que ahora expone en Las Atarazas del Grao de València hasta el 29 de junio.

De hecho, es el propio artista quien advierte esta relación: “Cada vez hay más vacío entre las personas y el blanco es metáfora de ese vacío, de ahí que estén muy estudiados los huecos”. Para dar o, al menos, atisbar el alcance de ese vacío, sintonizado con sus blancos y sus estudiados huecos, también a quien esto escribe le han llegado dos visiones, a modo de chispazos, cuando se ha enfrentado a los fogonazos de esa blancura que atraviesa el conjunto del trabajo de Jesús Manuel.

El primer chispazo es musical y tiene que ver ‘Con su blanca palidez’ (‘A Whiter Shade of Pale’), tema del grupo rock británico Procol Harum que suena en auxilio del propio blanco con el que nuestro artista contempla la realidad. En una de las estrofas de la canción, en la versión de Charly García, se dice: “Igual estoy contento, aunque todo sufra en mí; hasta a veces hablo al viento, debe ser que soy así”.

Porque, viendo la obra de Jesús Manuel Moreno, uno tiene la sensación de estar contemplando, a un mismo tiempo, el color de la vida –su contento– que puebla una gran parte de sus escenas cotidianas –con personajes teñidos de un color vitalista–, y el sufrimiento de la misma, representado por ese vacío del blanco en el que parecen flotar sus figuras anónimas.

Y el segundo chispazo es más literario, inmediatamente asociado con un título que viene a proclamar lo que se oculta tras ese fondo blanco: nos referimos a ‘La insoportable levedad de ser’, de Milan Kundera –aludido por el propio artista en una de sus obras titulada precisamente así–, donde se dice: “El ser humano es condenado a ser libre, pero esa libertad también supone la carga más pesada de todas”.

Una de las obras de la exposición de Jesús Manuel Moreno en Las Atarazanas del Grao de València, por cortesía del autor.

Y es que en el trabajo de Jesús Manuel se atisba esa mezcla de levedad y de pesadez, como si la vida cotidiana que recoge en sus cuadros estuviera llena de contento y de padecimiento; de la ligereza propia de quienes navegamos a través de las pantallas de los móviles y de quienes, navegando libremente, nos sintiéramos a un tiempo líquidos y liquidados.

‘El cartel en blanco’, dice el artista, es la pintura “más emblemática de toda la serie”. En ella, se ve a un hombre subido en una escalera pintando sobre un fondo blanco, impregnando el cuadro del misterio y la inquietud que rodea a la página en blanco o a la tela en blanco de todo creador.

Para Jesús Manuel, se trata de una obra que refleja “el pensamiento único enquistado en el mundo contemporáneo por una psicología dominante global”, que “pretende eliminar toda disensión”, lo que, a su juicio, “equivale a ponernos delante de un cartel en blanco ante el cual no hay nada que pensar”.

Ese cartel en blanco tendría ahora su correspondencia con las pantallas móviles que, si bien están repletas de imágenes de gran potencia visual, o por contener tal carga visual, nos terminan conduciendo por los derroteros de una pulsión escópica que demanda más y más imágenes para, por saturación, alcanzar el nirvana de la mente en blanco.

De ahí la pesada levedad del “pensamiento líquido” enunciado por el sociólogo Zygmunt Bauman, en el que se mezclan ahora dos nuevos universos literarios: el de ‘El mundo feliz’, de Aldous Huxley, y el del más tenebroso ‘1984’, de George Orwell. De ahí que el artista, valga la expresión, dé en el blanco cuando formula plásticamente esa doblez entre la alegría y el contento de los personajes que habitan calles, plazas, pasos de peatones, autobuses, playas o salas de aeropuerto, y el vacío que supura la atmósfera que los envuelve, en tanto seres vaciados por ese pensamiento líquido carente de toda disensión.

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De manera que Jesús Manuel Moreno lo que hace, mediante una pintura que se nutre, entre otros, de Rafael Canogar y Juan Genovés –“precursores de ese paisaje urbano y que me influyeron mucho”, subraya el artista–, es reflejar la paradoja que actualmente encierra ese vacío, a un tiempo inquietante y seductor, utilizando esa pintura de una forma contemporánea.

“Los personajes pesan, aunque les quite el pilar que los sostiene”, resalta el artista, quien, efectivamente, en su obra hace desaparecer los elementos sólidos –barras, asientos, paredes e incluso el suelo firme– sin que tal desaparición afecte a la gravedad de sus cuerpos, aunque sí a la sensación vaporosa que transmiten sus relaciones una vez vaciado el fondo que los aguanta.

Hay otra serie igualmente significativa en torno a ‘El pintor y la modelo’ versus ‘La pintora y el modelo’, en la cual Jesús Manuel insiste en el vacío –siempre difícil de paliar– entre los seres humanos, allí donde la comunicación se torna, si no imposible, al menos pasto del enigma.

Así lo explica el artista, aludiendo al momento en el que el pintor espera a que la modelo esté preparada para la pose, que se repite cuando es la pintora quien aguarda lo mismo del modelo: “El pintor la mira con asombro, como mirando un misterio, pues el otro es siempre un misterio”.

Detalle de la exposición de Jesús Manuel Moreno en Las Atarazas del Grao, por cortesía del autor.

Un misterio que, en la realidad líquida actual, donde todo parece volverse transparente, sin aristas que nos incomoden, se convierte ese misterio en un blanco inextricable, una barrera insalvable, al asumirse que no hay tales barreras en el universo infinitamente navegable de la red, que supuestamente nos comunica a todos con todo, impidiendo que ese enigma se inscriba en un espacio que paradójicamente lo anula.

Aun así, el erotismo que destila esta serie del pintor y la modelo -versus su contrario-, manifiesta el pudor con el que se acercan dos cuerpos desnudos, invitados a conocerse mediante el acto creativo, en contraposición con la impugnación del pudor en Internet allí donde la desnudez prolifera como objeto para una mirada compulsiva.

Y es así como llegamos a la luz blanca del comienzo, aquella asociada con la muerte como reverso de una vida en la que, de tanto vaciarla, nos resulta inabordable la experiencia misma de la muerte a la que estamos abocados. Jesús Manuel Moreno trae esta experiencia a colación con su ‘Autorretrato muerto’ –“la obra más compleja de toda la serie”, subraya el artista– y con ‘Cristo Covid’.

Una de las obras de la exposición de Jesús Manuel Moreno en Las Atarazanas del Grao de València, por cortesía del autor.

Si en su obra, como bien señala el propio autor, rompe las composiciones “dejando vacíos”, al tiempo que trabaja “por adición de manchas, no hago claroscuros”, en estas, la levedad del ser adquiere tintes más dramáticos mediante la introducción de radiografías y otras pruebas diagnósticas, así como el uso de gestos y actitudes que revelan el “ser para la muerte” acuñado por el filósofo Martin Heidegger.

Ser para la muerte producto de la experiencia sufrida por el propio Jesús Manuel, a causa del covid 19, experiencia que trasladó a la pintura intentando reflejar todo el sufrimiento padecido, “de ahí su forma de crucificado”, apunta el artista con respecto a ese ‘Cristo Covid’ posterior al preludio llevado a cabo con su ‘Autorretato muerto’.

Pesadumbre que contrasta luego con la pieza ‘Los paparazzi’, en la que una turba de fotógrafos rodea a una estrella del espectáculo para captar el glamour que atesora. Un glamour representado mediante el blanco de su figura, representada a su vez como el blanco de un sinfín de miradas cautivadas por su vacío.

“Me interesa la actitud, el ensimismamiento de las cosas”, concluye Jesús Manuel, para quien “el vacío lo envuelve todo”. Un vacío, lo hemos ido precisando, en el que se desenvuelven unos seres cuya levedad seduce –al inscribirse en un universo líquido en el que parecen flotar–, al tiempo que atormenta, dado el vacío de sentido al que se ven abocados sus pesados y evanescentes cuerpos.

Jesús Manuel
Obra de Jesús Manuel Moreno a modo de cartel introductorio a su exposición en Las Atarazanas del Grao de València.