#MAKMAArte
‘Sempere en París’
Comisariado: Rosa Castells
Un proyecto del IVAM y del Museo de Arte Contemporáneo de Alicante (MACA)
Institut Valencià d’Art Modern (IVAM)
Guillem de Castro 118, València
Del 14 de marzo al 9 de junio de 2024
El artista venezolano Jesús Rafael Soto, exponente singular del arte cinético, solía decir que le gustaba “atormentar las líneas” que aparecían en su obra. Eusebio Sempere (1923-1985) llevaba ese tormento por dentro (“estoy cansado de tanta soledad y sacrificios”) y, sin embargo, su obra, más que tormentosa, diríase poseída por la luminosidad de quien absorbe las descargas eléctricas de un vendaval transformándolas en música.
De hecho, el IVAM de Valencia y el MACA de Alicante se hacen eco de su etapa en París (1948-1960), con motivo del centenario de su nacimiento, para mostrar su descubrimiento de la abstracción precisamente bajo el influjo de quienes entonces iluminaban con su arte la capital francesa, entre ellos Mondrian, Kandinsky y, sobre todo, Paul Klee.
“Klee fue mi primer descubrimiento; después me deslumbró Mondrian”, dirá Sempere en una cita recogida por la comisaria Rosa Castells, conservadora y responsable a su vez de las colecciones del MACA, en uno de los apartados de la exposición ‘Sempere en París’, que reúne 70 obras de sus series de gouaches y relieves luminosos tan fundamentales en su trayectoria.
A Paul Klee le fascinaba la música, que llegó a practicar como violinista sin alcanzar las cotas logradas como artista plástico. Y de él, el poeta José Hierro dijo que comenzó “siendo lógico, para acabar siendo mágico”. De manera que Eusebio Sempere podríamos decir que sigue en parte la estela de su admirado Klee, dada su misma afección musical, aunque la lógica y la magia de su trabajo no comienza con aquella para desembocar en esta, sino que se entrelazan a lo largo de su vasta producción.
Una producción dominada, en el caso que nos ocupa y del que se hace eco el IVAM, por una “misma preocupación estética” (Castells), sintetizada en sus series de gouaches y relieves luminosos. Gouaches sobre cartulina que Sempere realizó entre 1953 y 1960 y cuyas características, a juicio de la comisaria, son la sencillez, emotividad e ingenuidad, a partir del trabajo “con elementos geométricos que van complicándose en un creciente interés por el volumen, la profundidad y el movimiento”.
“Me interesa la pintura de formas simples que hago vibrar en una superficie de dos dimensiones”, señaló en cierta ocasión el artista. Efecto éste de la vibración que, en su opinión, era “intuitivo, lírico” y que escapaba a su planteamiento del cuadro. De ahí que Rosa Castells se refiriera a su modo de trabajar -utilizando palabras del propio Sempere- como el que emplea el niño cuando empieza a escribir, “para abarcar lo desconocido que viene después”.
De nuevo la lógica y la magia como dos formas entrelazadas de contar aquello que le dejaba noches sin dormir. “Pintaba por la noche en lo que yo llamaba experimentos”, apunta Sempere en otra de las frases recogida en la exposición. Experimentos que, como le sucedía al escultor Alexander Calder -igualmente evocado en la muestra-, tenían como fondo “el sistema del universo”, porque -decía el estadounidense- “es un mundo bastante grande con el que trabajar”.
Por eso tiene sentido que, en los gouaches, como subraya Castells, la retícula llegue a desaparecer en cierto momento, para que “otras figuras más complejas, como cubos, esferas, cilindros, conos y pirámides”, parezcan “flotar en el espacio, virtualmente inexistente, negado por el fondo negro”.
Esto entronca, de nuevo, con esta otra reflexión de Soto: “El espacio no es aquello que es llenado por los objetos, sino que los objetos son llenados por el espacio. El espacio fluye, nada lo limita”. Esa sensación de vacío, por cuanto el fondo real de ese universo se impone sobre los objetos, no adquiere en la obra de Eusebio Sempere el tono de la pesadilla, sino el más luminoso de la mística.
Un resplandor, brillo o fulgor que, junto a la abstracción descubierta en París, convierten sus relieves luminosos en otra vuelta de tuerca en su manera de entender el arte, que hunde sus raíces en la realidad existente para ampliar sus límites a base, de nuevo, de superposición de elementos, profundidad y volumen por los que discurre esa luz diríamos metafísica.
“Sempere se convirtió así en carpintero y electricista al perforar el espacio con formas geométricas básicas en sus primeros relieves, sustituidas después por forma biomórficas más cercanas a Miró, Calder o Arp en composiciones más complejas que multiplican los planos”, explica la comisaria, resaltando el hecho de que el artista de Onil (Alicante) fuera “uno de los pioneros en la utilización de la luz eléctrica en el arte”.
‘Sempere en París’, que el IVAM acoge hasta el 9 de junio, se completa con una extensa documentación mostrada en vitrinas: desde textos del artista hasta material de prensa, pasando por diversas fotografías, correspondencia familiar, álbumes de recortes y cartas con otros artistas y críticos de arte. “La documentación es casi toda inédita”, subrayó Rosa Castells, quien lamentó que la efeméride de Eusebio Sempere “no haya tenido el eco mediático de otros centenarios”, aunque luego, no sin cierta ironía, añadiera que “luchar contra Sorolla es muy difícil”.
En cualquiera de los casos, todavía hay tiempo para seguir investigando la obra de un artista “poco estudiado”, según precisó Castells, y al que el calificativo de su trabajo como arte cinético le resultaba inadecuado: “El cinetismo pictórico no tiene, prácticamente, fin. Huyo del agotamiento técnico”, aseguró en su día, al tiempo que proclamaba: “Lo que es luz en mis pinturas, es tensión de materiales en mis esculturas”. Luz y tensión de ‘Sempere en París’.
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