Escena II. Latencias. IVAM. Juan Muñoz

#MAKMAArte
‘Escena II. Latencias’
Puestas en escena de la Colección del IVAM
Comisarios: Sonia Martínez y Carles Àngel Saurí
Institut Valencià d’Art Modern (IVAM)
Guillem de Castro 118, València
Hasta el 7 de septiembre de 2025

“Para mí, el problema era cómo encontrar en la figura humana un motivo que captara la atención del espectador, llevándole a la sensación de otredad implícita en la propia figura; el propio problema humano de la extrañeza del otro que tenemos delante. Es otro que no es como tú”, apuntaba Juan Muñoz, en la audioguía de la exposición que la Sala Alcalá 31 de Madrid le dedicaba con motivo del 70 aniversario de su nacimiento.

Amplíen la figura humana a la propia abstracción de las formas que utilizan los artistas para, precisamente, dar forma a las inquietudes que los habitan, y llegaremos a la misma desembocadura del arte: un lugar caracterizado por la extrañeza que motivaba la obra de Juan Muñoz y, por extensión, de cuantos sienten el vértigo de lo ininteligible.

Por muchas que sean las causas defendidas por algunos de los artistas presentes en ‘Escena II. Latencias’, que el IVAM acoge hasta el 7 de septiembre como segunda de las puestas en escena con obras de su colección, causas en torno al encorsetamiento del cuerpo por “culpa” del género, los flujos migratorios, la gentrificación, el colonialismo o la conciencia medioambiental, lo cierto es que, en fructífero diálogo, todas esas buenas causas dejan finalmente paso a lo que el escritor Eric Vuillard llamó “la verdad oculta tras los dogmas”.

Vista de la exposición ‘Escena II. Latencias’, en el IVAM. Foto: Juan García.

De manera que, siguiendo las palabras de Blanca de la Torre, directora del IVAM, cuando, apelando a la etimología de latencia como “latere”, señaló precisamente a “lo que está oculto”, se puede decir que la exposición ‘Escena II. Latencias’ lo que hace es poner –valga la redundancia– en escena, aquello que, según el poeta Schelling, “debiendo permanecer secreto, oculto, no obstante, se ha manifestado”.

Y lo que se manifiesta en la muestra comisariada por Sonia Martínez y Carles Àngel Saurí, una vez establecidas las oportunas conexiones entre una veintena de artistas de diferentes épocas y estilos -desde 1925 a la actualidad–, es la extrañeza que nos rodea e incluso nos habita, a poco que soltemos el lastre de lo fácilmente comprensible para adentrarnos en lo real de la naturaleza humana.

“Todo lo que los hombres olvidan, a fin de hacerse posible la vida, nosotros lo descubrimos y agrandamos”, sentenció Rainer Maria Rilke. De manera que ‘Escena II. Latencias’ sigue esa misma estela descubriéndonos lo oculto al agrandar, mediante el diálogo, las obras expuestas a lo largo de cuatro salas, empezando por ‘Model for Tunnels’ (‘Maqueta para túneles’), de Bruce Nauman, y terminando con los ‘Balcones y suelo óptico’, del citado Juan Muñoz.

Sonia Martínez se refirió a ello hablando del despliegue de las obras que permitían escuchar cierto ladrido interior: “Nos permite hacer pliegues, rajas, que, al desplegar, ponen juntas obras dispares”, empleando a continuación las palabras “latir o ladrar, porque cuando nos late el corazón es porque ladra, vibra algo”.

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Latencias, pues, que laten, que ladran, manifestando aquello que debiendo permanecer oculto, se revela y, por qué no, también se rebela. Revelación de la extrañeza del mundo, en forma de personajes colgados de un balcón (Juan Muñoz), siniestros roedores (Guillermo Ros), cuerpos fragmentados (Joan Cardells), negras cenizas (Reiner Ruthenbeck) o vidrios rotos (Ibon Aranberri).

Y rebeldía contra aquello que nos encorseta (Claude Cahun, reinventándose en cada autorretrato), nos ancla (Zanele Muholi y su negritud fugitiva), nos priva de contrastes (Reiner Ruthenbeck mostrando “al mismo tiempo polaridad y unidad”, según apuntan los comisarios) o nos insensibiliza (Ana Penyas y su serie de imágenes sobre el “desarrollismo agresivo” de la costa valenciana).

En todo caso, hay algo que atraviesa el conjunto expositivo y la sucesión de diálogos en forma de ‘Latencias’, y es la aparente disolución de lo sólido, de lo firmemente consolidado, en una suerte de aconteceres fluidos debido a la extrañeza que emerge tras la amable superficie de la realidad. De hecho, los comisarios no dejan de repetir, al explicar algunas de las piezas, palabras como inestabilidad o fragilidad ligadas, paradójicamente, con sus contrarias.

Por ejemplo, con respecto a ‘Model for Tunnels’ de Bruce Nauman, dicen que se trata de una pieza “rotunda y frágil, suspendida en un equilibrio inestable”, mientras que al hablar de ‘Floating Garden’, de Ibon Aranberri, y ‘Aschehaufen VIII, über quader’ (‘Montón de cenina VIII, sobre cuadrado), de Ruthenbeck, apuntan que sitúan al espectador “en un lugar paradójico y dialéctico entre la fragilidad y la dureza”.

Vista de la exposición ‘Escena II. Latencias’, en el IVAM. Foto: Juan García.

Lo mismo ocurre cuando explican la obra de Joan Cardells, cuyas “figuras frágiles de piernas y chaquetas hechas con uralita y cartón” remiten, dada esa uralita todavía no asociada “a su componente tóxico”, a una misma dialéctica entre firmeza y fragilidad, al igual que le sucede a la pieza de Guillermo Ros, vinculada con la ceniza de Ruthenbeck, donde una serie de mayúsculos e inquietantes roedores devoran un pedestal o peana hechos con la misma madera sólida cubierta por aquella ceniza negra.

Diálogo, pues, entre artistas, pero diálogo igualmente en el interior de cada una de las obras caracterizadas por la solidez y su fragilidad, lo familiar y lo siniestro, que diría Freud y de lo que se hizo eco Eugenio Trías en su ensayo ‘Lo bello y lo siniestro’. Una amalgama de puntos de amarre enseguida convertidos en débiles boyas a la deriva.

Por eso el ‘Chino frotándose las manos’, de Juan Muñoz, tan pronto muestra una sonrisa de complicidad como un inquietante pesar por su miembros inferiores amputados, muy cerca del terror que provoca ‘Un ejercicio de violencia’ de Ros. ‘Escena II. Latencias’ adquiere el reflejo mismo de nuestra contemporaneidad, mezcla de animoso consumo y terribles escenas bélicas.

‘Sín título (Balcones y suelo óptico)’ (1992), de Juan Muñoz. Foto: Miguel Lorenzo, cortesía del IVAM.