Gutiérrez Caba

#MAKMAAudiovisual
‘CCCC Claves para el cine’
Entrevista a Emilio Gutiérrez Caba
Fotografías: Juan R Peiró
Centre del Carme Cultura Contemporània (CCCC)
Museu 2, València
Miércoles 8 de octubre de 2025

Emilio Gutiérrez Caba llegó al Centre del Carme con un respirador mecánico para aliviar su insuficiencia respiratoria a causa del covid. Insuficiencia que se halla en las antípodas de su más que suficiente –diríamos sobresaliente– memoria, depósito de un sinfín de anécdotas acumuladas a lo largo de su dilatada carrera como actor, con más de un centenar de películas a sus espaldas.

Guarda en su rostro la sonrisa pícara con la que va salpicando sus respuestas, como si los 83 años recién cumplidos fueran insuficientes para tapar esa chispa de juventud inquebrantable al paso de los años. De manera que cada vez que le viene a la mente un recuerdo o anécdota vivida junto a una pléyade de actores y directores, sus ojos se iluminan desprendiendo una luz amable.

Que haya trabajado con actores de la talla de Fernando Fernán Gómez, José Sacristán, José Luis López Vázquez, Francisco Rabal, Marisa Paredes, Victoria Abril, Carmen Maura, o Maribel Verdú, y directores como Basilio Martín Patino, José María Forqué, Pilar Miró, Carlos Saura, Álex de la Iglesia o Miguel Albaladejo, le ha servido para tocar el cielo cinematográfico, teatral e incluso televisivo sin dejar, por ello, de pisar humilde la tierra.

De hecho, diríase que de tanto pisarla, al modo en el que la pisaron los actores de ‘El viaje a ninguna parte’ retratados por Fernán Gómez en su premiada película, ha dejado ya profunda huella para todos aquellos que quieran rastrear el fértil terreno de la historia del cine español de los últimos 60 años. Su concepción del actor es una buena manera de empezar a entender lo que late en el interior de quien respira –aquí sin necesidad de ventiladores añadidos– creación a raudales.

Emilio Gutiérrez Caba
Emilio Gutiérrez Caba, en un momento de su intervención en el ciclo ‘CCCC Claves para el cine’, en el Centre del Carme de València. Foto: Juan R Peiró.

¿Qué es un actor?

Un actor es un creador. Un creador intermedio entre el autor y el público. Siempre se ha hablado de interpretación, pero es una palabra italiana que se aplica más al mundo de la música que al de la interpretación de un actor o de una actriz.

Y ya que estamos en ‘CCCC Claves para el cine’, ¿cuáles son esas claves necesarias para ser un buen actor?

Hay unas claves fijas, que tienen que ver también con cuando te hablan de cómo hacer una buena paella: que si tantos gramos de arroz, de pollo, de verdura, tanta cantidad de caldo, pero luego hay algo relacionado con el punto, que se asocia más con el punto mágico que te dice, ¡ahora sí! Igual pasa en la creación actoral, que necesitas tocar con cierto punto interior tuyo que nadie te lo puede dar. ¿Por qué se produce ese punto? Pues no se sabe, pero si ese punto no lo tienes, creo que ya no hay nada que hacer.

Yo siempre les digo a los actores que dirijo –porque ahora estoy empezando a dirigir bastante–, que nosotros somos como cazadores, en el buen sentido de la palabra: que tenemos que estar con el arco y la flecha, y calcular cuándo va a salir la presa para efectuar justamente entonces el disparo, porque es ahí cuando se promueve la creación. Y ese punto no se puede estudiar en ninguna escuela: o lo tienes o no lo tienes.

Yo noto enseguida cuando una actriz o un actor son buenos. Si tuviera el mismo olfato para las finanzas, para el aprovechamiento del dinero, pues me habría ido de otra manera. Por poner algún ejemplo: cuando María Adánez hizo conmigo ‘El príncipe y la corista’, ya se veía que era una actriz estupenda; lo mismo puedo decir de Pedro Casablanc o Tristán Ulloa, que enseguida ves que son grandes actores.

Un actor es, también, aquel que experimenta con las vidas de otras personas. ¿Con cuál de esas vidas te ha resultado más fácil identificarte y con cuál te ha costado más ponerte en su piel?

Es un problema de bondad literaria. Si el autor te ofrece un buen texto, al actor le resulta todo más sencillo. El problema es que te ofrezcan un texto absolutamente farragoso o indefinido, porque entonces te crea un problema creativo. Si el personaje no está bien trazado, bien delimitado, te puede llevar a no aceptar la propuesta.

Emilio Gutiérrez Caba, en un momento de la entrevista con Salva Torres, en el Centre del Carme de València. Foto: Juan R Peiró.

¿Usted entra en el papel y sale de él con naturalidad, o le cuesta desprenderse de los personajes que interpreta?

Esto es muy personal. Hay quienes necesitan meses para memorizar un personaje y hacerlo suyo; hay otros que no lo harían nunca, y otros que lo hacen enseguida. Mira, el otro día, preparando una obra, me llamó el actor protagonista y me dice: “Ya me sé toda la primera parte”. O sea, ya la había memorizado. Otros no llegarán el primer día de los ensayos con ese dominio del texto y eso, a mí, me parece fascinante, porque te da una confianza y una seguridad increíble, porque ese actor, en determinado momento, puede tirar de sus compañeros.

Hizo ‘Nueve cartas a Berta’ (Basilio Martín Patino) en 1965, ‘La caza’ (Carlos Saura), en 1966, cuando prácticamente arrancaba su carrera como actor. Es decir, participa en dos películas que son historia del cine. Menudo inicio, ¿no?

Bueno, yo había empezado en el cine un poco antes, en 1963 con ‘Como dos gotas de agua’ [Luis César Amadori], pero sí, efectivamente, arrancar después con esas dos grandes películas fue glorioso.

‘Nueve cartas a Berta’ empieza con el verso ‘Españolito’ de Antonio Machado, ese que dice: “Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón”. ¿Seguimos llevando a cuestas ese españolito del que no logramos desprendernos?

Supongo que sí, pero pienso que es una cuestión de generosidad y, sobre todo, de reflexión desprendernos de él. Aquel que está formado y reflexiona sobre todas las cosas de una forma ponderada podría llegar a resolver ese dilema. Pero, sí, no existe esa generosidad. Hay que reconocer las cosas que se han hecho mal, porque está bien reconocerlo, con el fin de que no vuelvan a ocurrir. Y eso es un punto de unión. El día que eso ocurra, si es que ocurre alguna vez, se pondrá fin al problema.

Emilio Gutiérrez Caba, junto al director del ciclo ‘CCCC Claves para el cine’ Rafael Maluenda, en un momento del encuentro en el Centre del Carme. Foto: Juan R Peiró.

Coincidió en ‘La caza’ con Alfredo Mayo, adepto al régimen, y con Ismael Merlo, más inclinado por el bando republicano. ¿Cómo recuerda su convivencia durante el rodaje?

Bueno, Ismael había compartido ideas con el bando republicano, como tanta gente, pero el caso de Alfredo era un poco paradigmático, en el sentido de que había hecho las grandes películas del franquismo, desde ‘Raza’ (1941) [José Luis Sáenz de Heredia] a ‘¡Harka!’ (1941) [Carlos Arévalo] o ‘¡A mí la legión!’ (1942) [Juan de Orduña], en fin, unas cuantas.

Con respecto a ‘La caza’, ha señalado usted en alguna ocasión que el rodaje fue complicado, un infierno. ¿Por qué?

Más que complicado, fue un rodaje duro porque se realizó en un coto de caza, muy cerca de Madrid, y en pleno agosto. Llegábamos a las ocho de la mañana y ya estábamos a 30 grados y, claro, cuando llegábamos al mediodía ya alcanzábamos los 40. En fin, que las condiciones eran durísimas.

Sin embargo, fue años más tarde con ‘La comunidad’ (2000) [Álex de la Iglesia] y ‘El cielo abierto’ (2001) [Miguel Albaladejo], cuando logró dos goyas al mejor actor de reparto.

Sí, ‘La comunidad’ no tiene nada que ver con ‘El cielo abierto’. La primera es una comedia dramática y la otra es una comedia amable. Yo estaba en Valencia cuando me dieron ese segundo Goya.

Emilio Gutiérrez Caba, junto a Dyanik Zurakowska, en un fotograma de ‘La llamada’, de Javier Setó.

Menos conocidas, pero sorprendentes, son ‘La llamada’ (1966) [Javier Setó] y ‘Animia de cariño’ (1966) [Carmelo Espinosa]. La primera es de un amor romántico exacerbado entre Pablo, joven que usted interpreta, y la bella Dominique (Dyanik Zurakowska), mientras que la segunda viene a anticipar la necesidad que tenemos todos de cariño y las empresas dedicadas a proporcionarlo. ¿Qué recuerda de ellas?

En ‘La llamada’ se trataba, efectivamente, la idea del amor romántico y, sin embargo, en aquella época tuvo problemas con la censura, porque no se admitía que hubiera un amor sobrenatural, salvo en el caso de santos y santas. Y, claro, los seres que aparecen en la película están vivos, pero resucitados, algo que iba en contra de la ideología religiosa del momento, y pusieron sus pegas.

Por otro lado, ‘Animia de cariño’ está llena de anécdotas deliciosas; nos lo pasamos muy bien rodándola, a pesar de la premura de tiempo. En esta película nos pusieron unas orejas de soplillo con una prótesis y, en un momento dado, salí del rodaje a comprar fruta y la frutera me dijo que tenía las orejas muy separadas y que si tenía que ir a televisión debía ir con mucho tiempo de antelación para que me lo arreglaran. Y entonces tuve que decirle que se trataba de una prótesis, mientras rodaba una película.

Usted también ha participado en cortometrajes con directores noveles, como Víctor Devesa, un joven valenciano con quien hizo ‘Nunca te olvidaré’, en torno a la problemática del alzhéimer.

Era un muy buen proyecto, en el que se habla efectivamente del alzhéimer, que es la pérdida de memoria que no solo afecta primordialmente al actor, sino a todos los seres humanos.

Emilio Gutiérrez Caba, poco antes de iniciar su encuentro con el público en el ciclo ‘CCCC Claves para el cine’, en el Centre del Carme. Foto: Juan R Peiró.

Alzhéimer que va vinculado con la dependencia a la que se ven abocadas las personas aquejadas de esta enfermedad.

Bueno, yo mismo, con este problema que tengo de insuficiencia respiratoria debida al covid y otra serie de cosas, pues te crea dependencia de los demás. En este sentido, no es molesto, lo que sí es difícil es que no nos hayan educado en que todos dependemos en alguna medida de todos, nos guste o no, incluso en las cosas más tontas. Yo tengo un problema de movilidad en un brazo y ahora no puedo llegar a un libro que está en la estantería. Así de simple.

Usted es presidente de Aisge, la sociedad de gestión de los derechos de imagen de los actores, y en un reciente estudio recogen que el 72% de los actores no vive de su profesión y el 40% está en el umbral de la pobreza. ¿Se valora poco su profesión?

Bueno, pues lo que está claro es que no se valora; es una profesión no protegida. El arte en general está poco protegido. Hay poca gente a la que le guste el arte para invertir. Y, en lo que respecta al cine, se subvenciona muy poco en relación con otros países del primer mundo. Y eso, naturalmente, para nosotros ha sido terrible.

De todas formas, Aisge es una de las cosas más modélicas que tenemos, porque además de ser una sociedad con total libertad de cualquier dependencia política, vive afortunadamente de la recaudación de la propiedad intelectual y que habrá que cambiar ahora con todo el tema de la Inteligencia Artificial. Es un tema muy escabroso.