‘Sorolla y Benlliure. Pinceladas de una amistad’
Fundación Bancaja
Plaza de Tetuán 23, València
Hasta el 17 de septiembre
“Los duelos con sol son menos”, decía Joaquín Sorolla (1863-1923), repicando en dicha frase la amistad que durante años mantuvo con José Benlliure (1855-1937), recogida en la exposición que Fundación Bancaja dedica a tan estrecha relación. Lo hace mostrando la correspondencia mantenida entre ambos, salpicada de fragmentos en torno a sus dolencias y tristes vicisitudes familiares, pero sin dejar nunca de brillar por encima ese sol mediterráneo que les unió, tras haberse conocido en Roma. Correspondencia a la que se suma un conjunto de ocho obras, la mitad de cada cual, entre las que sobresale la serie ‘Las cuatro estaciones’, de Benlliure, exhibidas por primera vez en Valencia, tras haber sido restauradas.
Los temas “familiares” y sus respectivos “anhelos artísticos”, según explicó Sofía Barrón, comisaria de ‘Sorolla y Benlliure. Pinceladas de una amistad‘, aparecen a lo largo de la correspondencia, revelando la pasión que sentían por la vida y la pintura. “Ya te he contado mi vida hoy, es monótona, pero qué hacerle, siempre te digo lo mismo, pintar y amarte, eso es todo. ¿Te parece poco?”, escribe en cierto momento Sorolla a su mujer Clotilde García del Castillo. Monotonía de una vida cotidiana que ambos trascendían con su obra y una caligrafía, presente en sus cartas, igualmente artística.
Tan artística, que una frase de Sorolla, reproducida en una de las paredes de la exposición, resulta difícil de esclarecer por los vericuetos que adquieren sus trazos: “Los rayos del sol dorado de poniente, pero sin impresionismos, que en esto religioso harían muy mal”. Sol dorado, impresionismos y cierta mística que atraviesa el conjunto expositivo, protagonizada por esas “cuatro estaciones” de Benlliure y la imponente ‘Yo soy el pan de la vida’, de Sorolla, perteneciente esta última a la colección pictórica de la familia Lladró, y en la que sobresale un joven a modo de «trampantojo» que permite introducir “al espectador en la escena”, según se anota en el texto explicativo de la pieza.
‘Retrato de una dama’, ‘Cabeza de niña con flores’ y ‘Otoño. La Granja’ son las restantes obras de Sorolla, de menor formato, que dialogan con ‘Las cuatro estaciones’, cuya restauración ha sido realizada por Vicente Ripollés. Restauración que ha permitido “recuperar la luz, color y pigmentos originales, alterados y oscurecidos por el paso del tiempo”, asegura la comisaria, ofreciendo sus particulares pinceladas en torno a esa amistad fraguada en Roma, pero que fue perdurando a lo largo del tiempo.
El cambio del siglo XIX al XX les afectó de forma distinta. “La fama de Sorolla creció de forma exponencial, mientras Benlliure no fue tan afortunado” en esos años de entre siglos. “El gusto pictórico comenzaba a tomar un nuevo rumbo y el pintor desaceleró el paso”, explicó Barrón con respecto a Benlliure, al que calificó de “inquieto y versátil” pictóricamente. El reciente descubrimiento por investigadores de la Universitat de Lleida de un Sorolla inédito, dio pie a que la comisaria se pronunciara sobre el artista luminista: “Sorolla está ultravalorizado”, refiriéndose con ello al constante aprecio de su obra, lanzando un llamamiento al respecto: “Los maestros valencianos siempre han de estar de moda”.
Por eso Isabel Rubio, coordinadora de la Dirección de Comunicación de Bankia, dijo que la exposición podía parecer pequeña, por el número de piezas presentadas, pero que nunca lo es “cuando hablamos de dos grandes artistas como Sorolla y Benlliure”, y teniendo en cuenta esa presentación por primera vez de Las cuatro estaciones. “Ni tampoco se puede tildar de pequeña la muestra, cuando podemos ver la relación de amistad entre ellos y la sociedad valenciana en que se movían”, añadió. Por esos años de principios del siglo XX, ambos artistas capitaneaban un proyecto común que pretendía la construcción de un Palacio de Bellas Artes e Industrias en Valencia, que no terminó de cuajar.
Con ‘Las cuatro estaciones’, José Benlliure, ya con 75 años, se alejó de su repertorio habitual para adentrarse en la “frondosa naturaleza mitológica”, telas “tardías de su producción y de temática inédita en su trayectoria”, explicó Barrón. Su restauración, además de haber permitido mostrar “con rotundidad unas obras llenas de luz y vibrantes colores”, también ha posibilitado revelar “una gama infinita de matices cromáticos, que de otra manera habrían permanecido ocultos”.
La amistad entre Sorolla y Benlliure se muestra en estrecha conexión con su obra, a pesar de que en cierta ocasión el primero hiciera comentarios negativos sobre el segundo, tal y como se recogió en una exposición en el Museo de Bellas Artes de Valencia, en torno a la correspondencia de Sorolla, en esa ocasión dirigidas a su amigo íntimo Pedro Gil-Moreno de Mora. Cosas que, como afirmaban Felipe Garín y Facundo Tomás, en aquella muestra, de las que se hubiera seguramente retractado “al comprobar la amistad y admiración que el viejo maestro le profesaría siempre”. Pero esa es ya otra historia.
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