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‘Diez mil elefantes’, de Pere Ortín y Nzé Esono Ebalé
Reservoir Books, 2022

Alguna vez ya hubo una España negra. Ella era franquista y católica, aunque no del todo, porque era colonia, era africana y era negra. Hay pruebas de ello. Entre 1944 y 1946, el cineasta madrileño Manuel Hernández Sanjuán y su equipo de Hermic Films fueron a conocerla y grabarla para después darla a conocer al mundo, enseñando las supuestas bondades coloniales del régimen. En ese viaje, produjeron treinta y tres cortometrajes y más de cinco mil fotografías.

De la investigación de todo ese material, sumado a las miradas críticas y cuestionamientos constantes compartidos por el periodista Pere Ortín (Sagunto, 1968) y el artista ecuatoguineano Nzé Esono Ebalé (Mikomeseng, 1977), nació la novela gráfica ‘Diez mil elefantes‘.

Con capítulos cortos, trazos enérgicos y colores intensos, viñetas, mapas, cartas y collages, los autores nos cuentan la historia de la expedición de Hermic Films por la Guinea española. Mejor dicho, quien nos la cuenta es Ngono Mba, el porteador ecuatoguineano de Manuel Hernández Sanjuán, quien acompañó al cineasta en sus recorridos por el territorio y en la búsqueda por confirmar una leyenda fang, según la cual «existía un lago al final de un arroyo y cerca de una cascada» donde vivían diez mil elefantes. «Me sorprendía su ingenuidad con aquel cuento», reflexiona Ngono Mba acerca de la convicción de su «masa Sanjuán» en aquella fábula.

A través de la mirada de Mba, el pasado colonial español es puesto en perspectiva. Él cuestiona la idea de civilización, habla de la cristianización, menciona sutilmente el caso de la leprosería de Mikomeseng, se admira de la curiosidad exagerada de aquellos españoles cazadores de imágenes, pone en evidencia el abismo cultural entre ellos, y también habla de atrocidades y abusos, aunque sin rencor. «Dios sabe que no hablo de aquello con ánimo de revancha», dice Mba, y más adelante añade: «La colonización fue un parto doloroso y por eso su fruto debería ser muy apreciado».

Llena de matices y reflexiones como esas, la obra nos lleva a revisar esa «memoria no memorizada» acerca del pasado colonial español en África, pero ahora con otra mirada. Así, nos hace cuestionar nuestras imágenes y conceptos respecto al otro. ¿Cómo se formó (y se forma) la imagen que tenemos los europeos acerca de África? ¿Cómo se inventaron (y se siguen inventando) nuestras verdades? ¿Desde qué mirada? «El pasado no lo podemos cambiar, pero sí podemos construir un futuro diferente para la relación entre un europeo y un africano», dice Pere Ortín.

Dicha intención permea toda la obra; se ve en los textos, en los collages y en las ilustraciones de Ramón Esono. Se nota, por ejemplo, que los autóctonos son representados con facciones claras y miradas expresivas, mientras las caras y los ojos de los europeos muchas veces no están delineados, haciendo referencia a aquellos que miran pero no lo ven, quizá porque no están preparados para entenderlo.

Además, al trabajar con viñetas de formato variable dispuestas de manera vivaz, el historietista consigue conducir con precisión la mirada del lector. Valiéndose solamente de un bolígrafo Bic, logra dar nuevos significados a los colores, y a través de sus líneas y formas expresa verdades diversas. La selva ecuatoguineana se muestra insondable, profunda, invencible. Los personajes cambian de color según la condición o el ambiente. Se ven negros, azules, fucsia, marrones o incluso verdes. De este modo, a lo largo del libro vamos descubriendo un país poliédrico, mucho más complejo de lo que solemos imaginar, y un África que no es singular, sino plural.

Intercalados a las ilustraciones de Esono, están los collages hechos por Ortín. Al convertir su investigación en arte gráfico, el periodista renueva la narrativa documental. Utilizando fotografías del archivo colonial, recortes de revistas, trozos de papel, sellos, mapas y frases mecanografiadas, Ortín crea composiciones únicas que añaden otros conceptos y significados a cada capítulo de la obra.

Viñeta de ‘Diez mil elefantes’, de Pere Ortín y Nzé Esono Ebale. Cortesía de la editorial.

De hecho, la novela como un todo se puede entender como un gran collage de episodios breves sobre temas puntuales, todos interrelacionados entre ellos. A esa ráfaga de sucesos aún se integran cartas, páginas del cuaderno de bitácoras de Hernández Sanjuan, mapas, y notas de rodaje. Como resultado, tenemos un relato múltiple y consistente, contado de manera dinámica y apasionante.

Igual de dinámico fue el origen de la obra. Ortín se topó con la historia por casualidad ya en la década de los 90 en una de sus primeras visitas a Guinea Ecuatorial. Después, llegó a conocer al mismo Manuel Hernández Sanjuán y heredó del cineasta los negativos de todo el material producido en aquella expedición. Desde entonces, el periodista no paró de investigar sobre el tema. En 2006 produjo, junto a Altaïr Librería y We are here Films, el libro fotográfico ‘Mbini. Cazadores de imágenes en la Guinea colonial’. En 2015, ideó y guionizó el documental de animación ‘Un día vi 10.000 elefantes’ (que también contó con la participación de Nzé Esono Ebalé).

Ahora, en la novela gráfica ‘Diez mil elefantes’, Ortín y Esono nos cuentan esa historia desde otra perspectiva, explorando la narración documental y periodística a través del dibujo y el collage. Además, en este caso, son un periodista español y un artista ecuatoguineano quienes revisan la memoria del pasado colonial español en Guinea Ecuatorial. La coordinación de sus ideas, miradas y cuestionamientos es sumamente significativa para la construcción de una obra que invita a replantearnos lo que sabemos o creemos saber sobre el otro.

«Si yo fuera blanco, no sabría explicar las cosas de los negros. Así como tampoco sé explicar a otros negros mucho de lo que he visto viviendo entre blancos», dice Ngono Mbá.

Novela gráfica con ritmo de cómic, ‘Diez mil elefantes’ es un libro que se lee de un tirón, pero te invita a volver a él para leerlo y apreciarlo muchas veces más; una narración basada en hechos reales que se plasma como una obra de arte. Y como pieza artística cumple con la noble función de poner en perspectiva nuestra mirada, cuestionar nuestra visión del mundo y hacernos reflexionar más allá de lo que se suele entender como la verdad de los hechos.