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Nuevos tiempos para la cultura: el museo será digital o no será
MAKMA ISSUE #08 | Entornos Museográficos
MAKMA, Revista de Artes Visuales y Cultura Contemporánea, 2025
La sempiterna confrontación entre lo nuevo y lo viejo aflora en el mundo de la cultura. Una lucha que no existiría si la cultura y los agentes que la representan fuéramos capaces de interpretar los momentos clave que estamos viviendo: el de una imparable e inevitable revolución que está transformando los formatos y las herramientas tradicionales de la puesta en valor de los contenidos culturales y artísticos.
Y, con ello, las nuevas maneras de acercar el conocimiento a la ciudadanía, que permiten interactuar y participar directamente en las propuestas culturales. Los espectadores, los visitantes, los públicos pasarán de ser meros espectadores pasivos a ser el centro de la propuesta cultural a partir de la interacción y la experiencia.
La digitalización llegó en su momento en forma de nube. Y todo parecía normal, como una nueva realidad que se forjaba en un mundo inmaterial y que se circunscribía en el ámbito tecnológico. Y las nubes se convirtieron en nubarrones con finas gotas que no cesan, mojando todos los sectores sociales y económicos, menos el de la cultura, provocando algunas sequedades o generando resistencia para protegerse de la intemperie de la evolución generacional. Porque, como sentencian algunos agentes de la cultura, son realidades diferentes, y eso no es cultura, es banalización. Un concepto descalificativo e indiscutible lanzado y defendido todavía hoy desde el sector de la cultura.
Pero estas nuevas maneras de hacer irrumpen sin llamar a la puerta, y sin permiso del canon establecido, haciendo peligrar el mismo estatus cultural. Sigue lloviendo y nos vamos a mojar, queramos o no queramos. Y más vale que nos preparemos y analicemos sus potencialidades y también sus defectos para poderlos corregir en la medida de lo posible y desde nuestras propias competencias.

La negación de la nueva realidad no va a evitar la alteración y modificación de nuestro ecosistema cultural con un final feliz consistente en la ampliación y la creación de nuevos públicos. Las nuevas generaciones están inmersas en el nuevo paradigma y la cultura no puede, ni se puede permitir, mantenerse al margen de este cambio de ciclo. Sería fatídico no solo para la cultura, sino para la misma sociedad. ¿Nos podemos imaginar una sociedad futura sin cultura? ¿Sin capacidad crítica?
Una vez asumida la importancia de lo acaecido, cabe desdramatizar y poner sobre la mesa de debate la importancia de los nuevos recursos para la creación de proyectos artísticos y culturales. Como ejemplo, podemos utilizar las hoy en día mal llamadas exposiciones inmersivas.
Y es que, desde el origen de la museología, se ha intentado crear espacios o exposiciones que podríamos calificar de inmersivos. Un museo lo es, o una exposición: la más representativa, la del conjunto de las obras de los nenúfares de Monet en la Orangerie de París.

Porque siempre ha existido la voluntad, ya sea a partir de la arquitectura o de la museografía, de trasladarnos a una realidad ficticia donde el visitante se aproxime a los contenidos culturales y artísticos impregnándose y dejándose seducir por la belleza y el conocimiento, viviendo, en fin, una experiencia cultural total. Aquello que provoca un efecto químico donde las emociones y el conocimiento se entrelazan.
En muchas ocasiones, no obstante, los criterios museológicos predominantes han sido severos y rígidos, y no han conseguido generar esos efectos químicos necesarios para enganchar al público, alejándose de los públicos potenciales.
No fue hasta la aparición del Centro Pompidou en París, o de la nueva museografía didáctica del Museo de las Civilizaciones del Quebec, que se plantearon nuevas maneras de enfocar y estructurar el relato, partiendo de la base de entender el museo como un centro cultural donde el visitante era el centro del proyecto. Un intento de ampliar la base y democratizar el acceso a la cultura. Ya han pasado unas cuantas décadas de eso. Y ahora tenemos el momentum, una renovada y fabulosa oportunidad.
En la actual etapa vital para la cultura, no es necesario perder el tiempo discutiendo sobre lo que es o no es una exposición artística o cultural. Una exposición es buena o mala, y lo es en función de los criterios científicos y creativos empleados para su concepción y creación. La faceta académica y científica, que garantiza el rigor e interés de los contenidos, debe complementarse con la faceta creativa, que es la más estratégica, al permitirnos acceder a los públicos, con el consiguiente éxito de la propuesta.
Y hoy en día, la creatividad es desbordante con el uso de la tecnología, la nueva tecnología digital que puede y debe convivir perfectamente con la obra original y la museografía tradicional, facilitando la creación de nuevos relatos a partir de la experiencia y las emociones.
Los museos requieren de una nueva capa para la construcción de su relato que se adapte a los nuevos tiempos y requerimientos. Y es la capa digital, con esta museografía avanzada, la que tiene un recorrido imparable. Conocerla e integrarla en las nuevas producciones expositivas y museográficas es un reto ineludible si no queremos que los museos y centros culturales permanezcan alejados de la nueva realidad y de los públicos, dejando el ámbito del consumo cultural en manos de comerciantes de espectáculos supuestamente culturales basados en contenidos pictóricos de gran formato.
Hay que ser críticos con algunas de las propuestas que existen en el mercado, pero ver cómo el éxito de público y la aceptación mediática son incontestables nos tiene que hacer reflexionar profundamente.
El sector de la cultura tiene que hacer frente al miedo al cambio, no puede renunciar a estos nuevos recursos, inimaginables hace unos pocos años, que reúne la XR, la realidad extendida, que abarca las proyecciones de carácter inmersivo, la realidad virtual, la realidad aumentada, la realidad mixta, el metaverso o la inteligencia artificial. Son recursos muy potentes, que, sin renunciar al conocimiento y a la experiencia emocional y cognitiva, sino al contrario, potenciándolos, pueden reforzar al museo para afrontar los retos del futuro.
- Nuevos tiempos para la cultura: el museo será digital o no será - 11 agosto, 2025