#MAKMAArte
‘Chocolate, fresa, vainilla’
Comisaria: Camila Oliveira Fairclough
Armando Andrade Tudela, Allison Blumenthal, Emmanuelle Castellan, Claude Closky, Anne Colomes, Oriane Déchery, Anais Defago, Olivier Filippi, Daniel Graham Loxton, Robbin Heyker, David Hominal, Jan Kiefer, Colombe Marcasiano, Jean François Maurige, Ana Mazzei, Rasmus Nilausen, Camila Oliveira Fairclough, Marielle Paul, Hugo Pernet, Simon Rayssac, Anne Laure Sacriste, Alain Séchas, Hank Schmidt, Sarah Tritz, Emmanuel Van der Meulen, Elsa Werth y Concha Ybarra
Galería Luis Adelantado
Bonaire 6, València
Hasta el 20 de enero de 2023
El dramaturgo George Bernard Shaw, autor, entre otras, de la famosa ‘Pigmalión’, se preguntaba: “¿Para qué sirven los cartuchos en la batalla?”. Y él mismo se respondía afirmando: “Yo siempre llevo en su lugar chocolate”. Esa mezcla de pólvora y dulce, de explosividad y calma, de frenesí y cierta paz como consecuencia, precisamente, del tránsito entre el agitado mundo y la fiesta de los sentidos propiciada por algunos sabores, recuerdos y momentos felices, diríase que atraviesa la exposición ‘Chocolate, fresa, vainilla’, comisariada por Camila Oliveira Fairclough en la galería Luis Adelantado.
Nada más entrar, una silla naranja con patas metálicas acoge un pesado bloque, rodeada de una serie de obras caracterizadas por su gestualidad y cierta ironía: en una de ellas, una salchicha se mueve como se mueven las cosas mágicamente en los sueños. Ahí, en esa primera sala, se concentran los rasgos que definen el conjunto expositivo: lo leve y lo pesado, los gestos a medio camino entre la escritura automática de los surrealistas y el action painting (dripping o goteo de la pintura en acción), que Jackson Pollock hizo singularmente suyo, junto al humor, a veces rosa y a veces pelín negro.
Camila Oliveira Farclough es artista de la Galería Luis Adelantado desde hace aproximadamente siete años. Y, en esta ocasión, en lugar de mostrar su obra individualmente ha decidido, en complicidad con Olga Adelantado, responsable de la sala, vincularla con la de otros 26 artistas de diferentes países y generaciones.
“Cuando un artista hace de comisario está generando un proyecto también, que tiene que ver son su propio universo de intereses, bajo otra forma de relación. En todo caso, lo primordial es que todas las obras tengan un potencial pictórico, espontaneidad, algo simple y rotundo: una tela, una brocha y un gesto”, subraya la galerista.
Las 62 piezas de 27 artistas que conforman la muestra ‘Chocolate, fresa, vainilla’ tienen, por tanto, en común el espíritu creativo de la propia Camila Oliveira, basado en su gusto por el gesto, el trazo espontáneo, la tensión entre elementos contrapuestos y, por encima de todo, su amor por la pintura como materia orgánica, textual y de una simpleza no exenta de rigor.
«Me interesa la pintura en la que se ve el trazo de la pintura, sus detalles, sus imperfecciones, sus huellas. También las contradicciones visuales: lo que parece pesado y resulta leve”, explica Oliveira, mezclando a su vez el portugués de su Río de Janeiro natal con el francés -por vivir y trabajar en París- y hasta el inglés, produciéndose una conversación a saltos bajo las riendas de Olga Adelantado.
“Ella trabaja en comunión con muchos artistas que producen y piensan de la misma forma, de manera que pensamos en hacer una exposición generando un universo alrededor de su obra, bajo el tema ‘Chocolate, fresa, vainilla’, por aquello de las capas que tiene la galería y aludiendo igualmente a las capas de una tarta napolitana y a esa cosa vintage de aquellos helados que comíamos de dos sabores”, resalta la responsable de Luis Adelantado.
Y así, a modo de una gran tarta de cuatro pisos, en consonancia con los de la propia galería, es como Camila Oliveira ha desplegado las 62 obras de los 27 artistas -ella inclusive- para que afloren los gustos, sabores y plasticidad común que convierte la muestra en una fiesta de los sentidos. “Una pintura leve y densa”, subraya la artista, mediante la cual se pretende que el espectador se sumerja en un universo poblado de pinturas, esculturas e instalaciones que tan pronto saltan a la vista como al tacto y el gusto.
“El título provoca una sonrisa, un momento dulce, pero con una profundidad detrás de toda la exposición, que con los mínimos recursos expresa lo máximo”, señala Adelantado traduciendo las palabras de Oliveira, atenta a los mínimos detalles que destilan cada una de las piezas. Hay determinadas gorras tiradas por el suelo, recordando la suciedad del trabajo que conlleva implicarse en esa vorágine pictórica.
“Son instalaciones pintura y, en cierto modo, de pintura expandida”, explica la comisaria, cuya relación con las obras y artistas seleccionados a veces se alejan de sus postulados, para abrirle otras puertas. “Pero siempre hay una mirada de pintura hacia la pintura; la cocina de la pintura. Tienes el código de los tres colores, pero cuando los ‘comes’ se mezcla todo”, añade la galerista.
El montaje, resaltan ambas, ha sido muy importante, al incidir “tanto en lo que se muestra como en la forma en que se muestra. En cada planta hay una energía diferente y guiños de humor a lo largo de toda la exposición, como este barreño lleno de espuma o la salchicha que se mueve”, precisan.
“Tiene también algo de sensual. Damos códigos muy sencillos, pero hay intensidad y muchas capas de información detrás. Se entra a la exposición de forma muy amable, con esos rosas, vainillas y chocolates de la infancia, que sin duda están, pero luego se va más allá de la simpleza de los colores”, afirma Oliveira.
El lenguaje inscrito en algunas de las obras juega igualmente un papel destacable. Por ejemplo, ese ‘Die treppen’ (Las escaleras) de una de las piezas que sirve, a su vez, para establecer conexiones entre dos plantas. “Me interesan los textos como tales, pero yo los convierto en pintura. Lo mismo que sucede con los libros de artista; las palabras y los objetos fuera de su función ordinaria o dentro de otra función”.
La pintura de gesto, “pero también carnosa, jugosa”, precisa Oliveira, liga el conjunto forzando los límites en los cuadros, mezclando cosas. “La exposición obliga al espectador a traspasar fronteras entre lo figurativo y lo abstracto. Es una serie muy gustosa de ver e incluso de comer. Una cucharada de tarta que mezcla todos los sabores”, concluyen Camila Oliveira y Olga Adelantado delante de cuatro obras suyas -situadas al final del trayecto- que resumen la plasticidad, el gusto y el tacto de ‘Chocolate, fresa, vainilla’.
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