Bernardo Tejeda

#MAKMAArte
‘A mesa das mazás [El foc i el greix]’, de Bernardo Tejeda
Comisaria: Margarita Ledo Andión
Museu Valencià de la I·llustració i de la Modernitat (MuVIM)
Quevedo 10, València
Hasta el 25 de enero de 2026

Sigmund Freud decía algo parecido a que la memoria no es una reproducción literal del pasado, sino que se reconstruye constantemente. En esta muestra inédita, recogida por el MuVIM, Bernardo Tejeda presenta dos piezas entre las cuales pasan 25 años de vida.

Destaca ‘A mesa das mazás’ –pieza que fue presentada en ARCO 2021–, que luce con elegancia gracias a la cesión de un coleccionista inglés para esta exposición, lo que ha permitido el emotivo reencuentro con su creador para exhibir lo que el artista denomina una “diacronía de obras”.

Ambas creaciones, que componen una instalación efímera en la Planta Baja del museo, pertenecen a distintos momentos vitales de Tejeda, pero que curiosamente encuentran con facilidad ese hilo conductor que logra hacerlas convivir en un ámbito “muy parecido de pensamiento”.

Una búsqueda de felicidad mezclada con la complejidad del trabajo que, paradójicamente, termina en algo de apariencia sencilla: así se podría definir el común múltiplo de los hijos predilectos ahora expuestos al mundo en esta exposición.

Visitantes en la exposición de Bernardo Tejeda. Imagen cortesía del MuVIM.

La espiritualidad también es algo que condecora ambas piezas. “Hay algo que está presente, pero que no es obvio, que hay que buscarlo”, sugiere el artista. Un misticismo que vibra paralelamente en la mesa y en el fuego.

En la pieza de la mesa de las manzanas, Tejeda se rige más por lo mediterráneo, haciendo alusión a una “luz griega”. En la otra pieza, ‘El foc i el greix’, se presenta una perspectiva más chamánica, más primaria; más de la tierra.

En la línea del neoconceptualismo, se utilizan elementos que son ajenos al arte, de la misma forma que se utilizaba en el arte conceptual, con la diferencia de la indirección. El neoconceptualismo no busca la representación directa, sino que induce a la propia interpretación a partir de objetos que tienen que ver con otros ámbitos. Lleva al público a la pesquisa de esos códigos creados por el artista, algo así como una búsqueda del tesoro de las más profundas intenciones del creador.

Margarita Ledo Andión, periodista, cineasta y comisaria del arte de Tejeda, introduce sus dos trabajos con palabras que desnudan con adelanto las sensaciones que pueden sentirse al admirar las piezas cuidadosamente fabricadas.

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“La forma y la propuesta estética se metamorfosean para devenir un canto a la estructura medida, a la solidez que ampara al hueco y protege la pieza que desata todas las certezas”, rubrica Ledo Andión.

Con la concesión de un protagonismo indiscutible al material, la cerámica destaca entre la madera, ofreciendo el contraste de texturas y materiales que caracteriza al autor. La pieza es el hueco: “Hay un equilibrio, hay vacío”.

‘El foc i el greix’, título con el que se anuncia esa segunda obra que acompaña a las manzanas, invita a sentir el detalle del cuero golpeado milimétricamente, medido en una serie de composiciones que “condensan una poética del misterio que la intimidad de toda obra reclama”. Llevar el papel al límite, pero con una sutileza especial. Reluce, con la adecuada luz, un efecto de cristalización de grumos en cada ejemplo, todos diferentes entre ellos.

Detalle de la exposición de Bernardo Tejeda. Imagen cortesía del MuVIM.

Un ejemplo de que el paso del tiempo puede pararse y recuperarse en el arte. Dos obras que incitan a la eterna reflexión de la memoria y de la historia necesaria para seguir creando, tal y como apuntaba el filósofo fránces Pierre Teilhard de Chardin: “El pasado me ha revelado la estructura del futuro”. Y, pudiendo contemplar al mismo instante ‘A mesa das mazás’ y ‘El foc i el greix’, resulta capaz que la estructura se base, entre espiritualidad y técnica, también en el tiempo.