Belenes

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Belenes
Museo de Escultura
Cadenas de San Gregorio, Valladolid
Iglesia de Las Francesas
Calle de Santiago, Valladolid

Ya sea por tradición o por fe, el belén resiste en la cultura popular y se mantiene como un atractivo elemento que da color y vida a las fiestas de la Navidad. Valladolid, con tres asociaciones belenistas, y la implicación de muchas instituciones, es una buena muestra de esa pujanza.

La oferta de más valor histórico y artístico es la del Belén Napolitano del Museo de Escultura, una excepcional colección de piezas barrocas talladas en madera que durante estas fechas ofrece horarios especiales para facilitar su visita.

La segunda opción más espectacular es el belén que el Ayuntamiento ha instalado en la sala de exposiciones de la iglesia de Las Francesas, con una recreación de los hechos bíblicos trasladados a la ciudad de Roma. Pero casi podría decirse que no hay iglesia importante sin belén, un tipo de decoración que también es muy habitual en los colegios.

Pero hubo una época en que las cosas eran diferentes. Alejandro Angulo (87 años) todavía recuerda cuando, a finales de los años 50, la principal atracción cultural navideña de la ciudad era el espectacular belén que su familia montaba en su propia casa. La familia abría sus puertas para que cualquiera pudiera verlo y había colas de hasta cuatro horas para entrar y disfrutar de las novedades de cada año.

Gaspar Martín (izda) junto a Alejandro Angulo, con uno de los belenes de papel.

“Entonces había mucha pobreza, pero no había casa sin belén”, explica Alejandro Angulo. Como es habitual, en su caso la afición le vino de familia. Su padre y su abuelo eran alfareros y él aprendió a cocer las piezas en la cocina de su casa, “aunque algunas se me estallaban”, admite. La vida le condujo al territorio profesional de la tapicería, a la que agradece haberle permitido dar de comer a su familia, pero por la que no tiene un especial aprecio. En cambio, “todo lo del belén lo hago como jugando; no me cuesta nada”.

Como puede deducirse por la edad, Angulo pertenece a una generación que se tomaba en serio los asuntos religiosos y, para él, el belén no puede separarse de esa dimensión. “Para mí es una combinación de religión y tradición. Es una manera de expresar mi fe. Sé que la Virgen no es como yo la muestro, como una reina, pero yo la siento así”. Su devoción a la Virgen no le ha fallado hasta ahora: “Me ha concedido todo lo que le he pedido”. Y tiene un mensaje para quienes rechazan los belenes: “Es una cosa popular y nadie te obliga a hacerlo”.

La conversación con Angulo se produce en la residencia Casa de Beneficencia, adonde ha acudido con su amigo Gaspar Martín para mostrar una colección de belenes de papel, una expresión singular del belenismo poco desarrollada en España. Entre el público está Gonzalo Carracedo, de 95 años, un belenista que ya no ejerce y que también tiene claro la dimensión religiosa de esta actividad.

“Montar un Belén es sentirte ayudante de Dios”, explica. Para él, el belenismo le permite acercarse a una realidad profunda que puede tener un efecto transformador. “Habrá quien lo considere sólo un juego, pero, para la mayoría, su vida ha cambiado a través de esta realidad que se ha introducido en su vida y su ser”.

Más joven, de mediana edad, Gaspar Martín tiene una visión diferente. “La fe que tenía me la quitaron. Yo lo hago por la tradición”. Una tradición que, como en otros casos, tiene un origen familiar -el belén de la propia casa- que luego se proyecta hacia el exterior, participando en el montaje de otros belenes más grandes y de carácter público. “Hay un afán de superación y un gusto por la creatividad en esto”, explica Martín, que también ha llevado su afición al coleccionismo.

Uno de los belenes de papel expuestos.

Montar un belén puede requerir un gran ingenio, no sólo para disponer bien las piezas en el espacio, sino por el montaje luminoso y la organización de elementos como puentes o ríos. No digamos ya si, como ocurre en los más sofisticados, el montaje incluye juegos de luz y hasta el movimiento de las figuras.

“Me retrotrae a la infancia y además hay un gusto artístico en todo esto”, admite. Pero, además, como coleccionista, “cuando adquiero una pieza buena siento una gran satisfacción. Es algo que hay que vivir y depende de cada uno. Para mí es emocionante, pero, a lo mejor, para otro no”.

Martín es el propietario de la colección de belenes de papel que se muestra en la residencia, una verdadera singularidad en una ciudad donde uno puede encontrarse belenes casi en cada esquina, pero apenas ninguno de estas características.

“En España no ha habido industria como tal dedicada a este tipo de belenes desplegables”, explica. “Sí se realizaron algunos recortables, pero nada parecido a esto”. Esa es la razón por la que todas sus piezas proceden del extranjero, incluso si han sido compradas a anticuarios españoles.

“La mayoría están compradas en Alemania, Chequia, Suiza, Holanda o Suecia”, explica el belenista vallisoletano. Su colección está formada por cerca de cien belenes plegables, de los cuales los más antiguos son del año 1878, cuando se inventó la litografía a color. “Antes también se hacían, pero se pintaban a mano”. Su colección, que tiene como elemento central el papel, incluye además felicitaciones navideñas y cartas a los Reyes Magos.

La concejala de Cultura, Irene Carvajal, y Ricardo Rodríguez, de la Asociación Belenista Castellana, junto al belén ‘Cristo nace en Roma’.

En el caso de Alejandro Angulo su colección incluye, como piezas más destacadas, doce belenes del siglo XVII. “No me gusta hablar de dinero, porque lo estropea todo”, destaca, pero sí reconoce que tiene un aprecio especial por una figura de barro que representa a dos burros pegándose.

El belén municipal ‘Cristo nace en Roma’ ofrece un enfoque original de la recreación navideña, aunque no es algo insólito que los belenes se sitúen en entornos sociales y culturales alejados de la recreación realista de Belén. En la iglesia de Las Francesas pueden contemplarse un centenar de piezas que incluyen la recreación de monumentos como el Panteón o el Coliseo. Piezas en su mayor parte realizadas a mano.

La concejala de Cultura, Irene Carvajal, ofreció otra buena perspectiva para disfrutar del montaje. “En esta sociedad donde todo es transitorio y fugaz, vamos a poder disfrutar de obras realizadas con paciencia”. Y con amor, cabría añadir, dado el evidente contenido emocional del belenismo.