Hipogea. Aurelio Ayela

#MAKMAArte
‘Hipogea. El hueco interior’, de Aurelio Ayela
II Ciclo de Arte y Medioambiente Aguas de Alicante
Pozos de Garrigós. Museo de Aguas de Alicante
Pl. del Puente s/n, Alicante
Hasta el 15 enero 2022

Adentrarse en los Pozos de Garrigós es una auténtica experiencia sensorial, una especie de intrusión donde se resalta esa extraña característica que solo tienen algunos lugares: la de estar introduciéndote donde no se pertenece, en una época que no es tuya y donde tú presencia, simplemente, no cuadra.

Estas sensaciones se potencian, intercambian y transmutan bajo la mirada artística de, en este caso, Aurelio Ayela, que nos recibe para contarnos todos los entresijos, bajo los pretextos que se gestó y también cómo ha evolucionado en el propio espacio su proyecto expositivo ‘Hipogea. El hueco interior’.

Antes de entrar, recuerda que estuvo, cuando era pequeño, en una excursión del colegio, y que fue muy divertido entrar en los antiguos depósitos de agua… Una sensación muy distinta a cuando le propusieron crear un proyecto específico y tuvo que enfrentarse, desde una perspectiva profesional, al singular espacio.

De hecho, comenta que “de crío me pareció un lugar mágico, pero ahora lo he percibido de otra manera, más cercano a lo que son: cúpulas a ras de tierra pero que se internan en la montaña. Es algo más cercano a un espacio de protección y de vida”.

Así, ‘Hipogea. El hueco interior’ se configura alrededor de tres instalaciones que, situadas cada una en un pozo, cuentan con diferentes temáticas que entretejen entre sí un relato continuo. La antigüedad y especial morfología de los aljibes, esa oscuridad y humedad pegajosa, invitan a la inmersión física en la naturaleza y su forma de relacionarse con lo humano, la mística y lo cotidiano.

La primera instalación recibe el nombre de ‘El reino caído’ y relata, de una forma muy visual, precisamente la manera en que la religión acabó con una especie endémica de árbol en el archipiélago de Juan Fernández en Chile. “Comencé una investigación sobre las especies, arbóreas en este caso, que habían desaparecido totalmente por la acción humana. No fueron muchas, pero el caso del sándalo de Juan Fernández me llamó la atención.”, explica Ayela.

La sobreexplotación a la que se sometió este árbol hizo que, en 1908, un botánico alemán ya solo encontrara dos o tres ejemplares en la isla. Desde el siglo XVII ya se hablaba del comercio de este tipo de sándalo en las islas y era utilizado sobre todo para la estatuaria y la fabricación de relicarios.

Detalle de la instalación ‘El reino caído’, de Aurelio Ayela. Fotografía de Germán Fernández cortesía del artista.

“Con esta primera obra quería hablar de todas las tensiones que históricamente siempre han existido entre arte, ciencia, religión y ecologismo”, confiesa el artista. Así, recrea un auténtico homenaje a este árbol, colocando una especie de facsímil de una rama encima de una antigua acequia ya existente en el pozo: “Quise aprovechar la acequia, ya que tiene un doble simbolismo, como ese lugar de tránsito por donde fluye el agua, vehículo de la vida, y como pedestal. La tumba no es un lugar final, en este caso, sino de transición biológica y simbólica”.

Las propias ramas guían la mirada hacia lo alto, donde encontraremos una corona de hojas situadas al revés. Esta especie de halo entroniza una auténtica escenografía donde la luminiscencia y los materiales tienen un particular simbolismo. Se trata, como el mismo Ayela explica, de visualizar el ritual judeocristiano: “Es casi una tumba yacente donde el halo entronca con la metáfora visual del reino caído”. Al final, esta imagen casi fantasmal y fúnebre de la naturaleza denuncia, a la vez que ejerce una potente fuerza didáctica: “Incluso desde la óptica religiosa, me pareció paradójico que para lograr la obra de Dios, se destruyera la obra de Dios.”

Desde este primer pozo, muy al principio del recorrido, una línea fluorescente, derivada de la luz negra que domina el lugar, remarca una grieta en la pared. Esta línea sirve de nexo y nos acompaña a lo largo de toda la muestra. Esta textura se consigue gracias a una mezcla orgánica a la que el artista añade pigmento de color fluorescente.

Línea fluorescente que vertebra ‘Hipogea. El hueco interior’, de Aurelio Ayela. Fotografía de Germán Fernández cortesía del artista.

“Al principio era una plastilina gruesa, y ahora se está licuando por la humedad. Tiene unos colores muy diferentes y está en parte cubierta por el musgo.” Estos cambios, deliberados pero no por ello menos sorprendentes, sirven para explicar que el relato del árbol se va transformando en algo más informe y dando paso a las piezas restantes.

“Tenemos la realidad entera para jugar, por lo menos en nuestra mente y eso no puede hacer daño”, comenta Aurelio Ayela mientras se explica citando la famosa frase del poeta W. B. Yeats palíndroma en su significado: “In Dreams Begin Responsibilities”…

Esta singular perspectiva sobre lo lúdico se puede rastrear a lo largo de su producción, pero quizá en esta segunda pieza, titulada ‘Rotor nistágmico de Ganser’, apetece ahondar por las nociones hacia las que irremediablemente nos sentimos atrapados.

Quizá sea por la presencia de lo absurdo que ya al principio se produce con el estrambótico título o quizá por el momento en el que nos planteamos qué hace una estructura semejante a un depósito elevado de agua, dentro de un lugar subterráneo cuya función también fue recoger agua. “Es una máquina patafísica”, explica el artista, haciendo referencia a ese movimiento muy vinculado al surrealismo.

Imagen de la instalación ‘Rotor nistágmico de Ganser’, de Aurelio Ayela. Fotografía de Germán Fernández cortesía del artista.

La forma del objeto, el lugar que ocupa en ese espacio tan diferenciado, la llamada de atención sobre el nistagmo (esa patología que comúnmente sufren las personas que trabajan bajo tierra) o los elementos budistas… Todo nos lleva a construir ese binomio entre realidad y captación, casi entre mundos kantianos.

Se trata de una especie de mecanismo de dislocación conceptual que aúna diferentes situaciones, pero que nos llevan a un único punto que el propio artista explica: “La mística y el sentido del humor o el humor absurdo tienen mucho en común, porque en el fondo lo que la mística hace es mirar la realidad y ver algo que está más allá de lo evidente”.

Conforme nos acercamos al final, y mientras la fosforescente miasma se va escabullendo sobre las paredes de los pozos, el sonido, que descansaba como un componente ambiental a activar, empieza ahora a cobrar un mayor protagonismo. ‘Columna de agua y platos’ se compone de un video proyectado que narra una acción que de nuevo recoge la estela del absurdismo con un fuerte componente didáctico.

“Esta última instalación fue la primera en la que empecé a trabajar, ya que con los medios que tenía era muy difícil de realizar y de hecho, ha resultado casi imposible”, describe Ayela. El artista se refiere al hecho de tratar de colocar una columna de platos en el fondo marino y que se mantuviera erguida ya que, incluso con el mar más tranquilo y en la cala más resguardada, “cuando llegaba a 1,20 metros de alto, la columna se venía abajo”.

Pero es esta misma acción, el empeño por llevarla a cabo, lo que sumerge al espectador en la creación de este ambiente marino: “Me importa la imagen simbólica de lo que implicaba esa acción, y la pista la da el sonido, parece el mar, pero en realidad hay algo mecánico, es el sonido de una lavavajillas: lo que estamos oyendo es el océano como un lavavajillas”.

Imagen del vídeo ‘Columna de agua y platos’, de Aurelio Ayela. Fotografía de Germán Fernández cortesía del artista.

Es en el gesto cotidiano de lavar los platos, acompañado por el ruido amplificado, donde reside la capacidad reflexiva individual sobre el impacto medioambiental. En relación con esto, Aurelio Ayela describe que ‘Columna de agua y platos’ le parecía una idea “muy gráfica que explica cómo maltratamos el origen de la vida que es el mar”.

Y, por supuesto, el motivo de la columna, canónico en lo arquitectónico, suele estar concebido en términos de escultura tradicional como algo muy sólido, pero Ayela nos lo identifica como todo lo contrario: “Aquí tiene más que ver lo circense porque nos habla de equilibrio. En este mundo donde todo se mueve, no podemos tomar posturas definitivas”.

No es casualidad que todo el proyecto se enmarque dentro del II Ciclo de Arte y Medioambiente organizado por el Museo de Aguas y tampoco lo es que Ayela conciba naturaleza como un todo estructural donde cada elemento cumple (o no) su función. ‘Hipogea. El hueco interior’ no solo interpela al agua de manera continúa por el lugar para el que ha sido desarrollado, sino que también desea recrear esa experiencia sensorial que destila el lugar.

Según el artista, “al adentrarnos en los pozos, parece que estemos entrando al espacio primordial uterino, que desde mi punto de vista era lo que pretendían las religiones telúricas. No tanto el encuentro con lo distante, el padre alejado e infinito, sino a la madre cercana, con el yo interior más profundo”.

Así, mientras que uno se adentra en estos extraños huecos a los que no pertenece, las piezas pensadas y creadas van atravesando un camino que genera diversas fases: en primer lugar, lo trascendente, que chocará con la ciencia y la tecnología, para luego volverse hacia lo cotidiano, sin dejar nunca de lado la forma en la que lo frecuente fue una vez un capricho fantasioso.

Hipogea. Aurelio Ayela
Imagen de la instalación ‘El reino caído’, de Aurelio Ayela. Fotografía de Germán Fernández cortesía del artista.