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‘Atreverse a más. Valencia antes del arte normativo. 1947-1960’
Comisariado: Joan Ramon Escrivà y Nacho París
Institut Valencià d’Art Modern (IVAM)
Guillem de Castro 118, València
Del 20 de noviembre de 2025 al 1 de febrero de 2026
‘Atreverse a más’, título de la exposición comisariada en el IVAM por Joan Ramon Escrivà y Nacho París, alude a uno de los escritos del artista Manolo Gil. En él, ese atrevimiento queda resumido así: “El arte es un continuo riesgo, un riesgo mortal y además un riesgo necesario. No se puede pintar, escribir, esculpir, etcétera, sin tener conciencia de que está uno arriesgando la vida. De esta conciencia nace precisamente el arte”.
Nada mejor, sin duda, para radiografiar el periodo artístico que va de 1947 a 1960, al que se circunscribe la muestra que reúne en el instituto valenciano más de 200 obras –la mayoría inéditas– de 50 artistas cedidas por más de 30 instituciones prestatarias. Nada mejor –decimos–, porque en ese periodo se produjo la eclosión de una serie de grupos que, poniendo en cuestión el academicismo reinante, tensaron la cuerda que fijaba la oficialidad –hablamos de la posguerra española– con el fin de abrir ciertas grietas.
Colectivos como El Grupo Z (1947-1950), el Grupo Los Siete (1948-1954) y el Grupo Parpalló (1956-1961) forman parte de la revisión de ese periodo llevada a cabo por Escrivà y París durante los dos últimos años. Grupos que arrojan esa “mirada nueva” a la que se refirieron tanto Blanca de la Torre, directora del IVAM, como los propios comisarios. Mirada atrevida, sin duda favorecida por el contexto de aperturismo iniciado por la dictadura franquista.
Estamos en plena Guerra Fría, la que, según Ramón González Férriz (‘La otra Guerra Fría’), “dividió el mundo en dos entre 1946 y 1989”; un choque de ideas entre capitalismo y comunismo, en tanto quienes las defendían discrepaban “sobre cómo debía funcionar una fábrica y para qué servía el arte”.

“Los gobiernos intentaban apoderarse de esa influencia [de la cultura] y utilizarla con fines propagandísticos; a veces, con la más absoluta predisposición del artista; en otras ocasiones, con su renuencia e incluso en contra de su voluntad”, sostiene González Férriz.
Los artistas que formaron parte de los grupos objeto de investigación, por parte de Escrivà y París en ‘Atreverse a más’, también dirimieron sus diferencias en ese contexto, tal y como afirman sus comisarios: “En el contexto de la Guerra Fría, la cultura oficial de los países capitalistas propuso la abstracción como paradigma de la libertad creadora. Paradójicamente, la acción institucional del franquismo, profundamente académica hasta ese momento, en la búsqueda de legitimidad internacional, apoyará la opción abstracta”.
“El Gobierno de Truman –subraya González Férriz– ya no consideraba a España un viejo aliado del nazismo y el fascismo italiano, sino un socio potencial en la lucha contra el comunismo de la Guerra Fría. Y el Gobierno español quería actuar como tal”. De ahí que los artistas se debatieran, en algunos casos, a favor o en contra tanto del contexto precedente como del que ahora eran potenciales protagonistas.
De hecho, como señalan Escrivà y París, esa abstracción como paradigma de la libertad creadora tenía sus detractores, al entender estos que tal abstracción “suponía un puro subjetivismo y el alejamiento del público. También hubo una crítica anti abstracta de raíz vanguardista que le reprocharía su falta de compromiso social”.
De manera que, por una parte, los artistas que a través de los mencionados grupos –Z, Los Siete, Parpalló– manifestaban sus diferencias con respecto al academicismo oficial cuestionándolo mediante el atrevimiento formal, por otro lado, dirimían igualmente sus diferencias sobre cómo debía de ser el arte en su relación con el poder dominante en aquel momento.
Sea como fuere, lo cierto es que, ya sea combatiendo contra el conformismo de la ideología imperante, oponiéndose a ello con una actitud igualmente ideológica, pero de signo contrario, o centrando su lucha en la renovación de las formas plásticas, los artistas valencianos del periodo estudiado removieron los cánones de la pintura abriendo nuevas vías de expresión.

Esas nuevas vías son las que ‘Atreverse a más’ refleja en una exposición desplegada en cinco salas, empezando por la que subraya la importancia de artistas como José Vento, Federico Montañana, Carmen Pérez Giner, Jacinta Gil, Manuel Benet o Manolo Gil (Grupo Z), y Vicente Castellano, Fillol Roig, Joan Genovés, Ángeles Ballester, Joaquín Michavila o Eusebio Sempere (Los Siete), artistas pertenecientes a estos dos grupos que, según Nacho París, “se habían quedado como notal al pie en la historiografía del arte”.
El arte sacro queda especialmente destacado en la sala 2, donde, “saliendo de la autarquía, el arte religioso permitió abrir brechas”, resaltó Escrivà, para quien dicho arte tomó caminos más aperturistas mediante el entrelazamiento de lo vanguardista con los presupuestos de la iglesia, teniendo como referencia la figura de Alfons Roig, sacerdote, crítico de arte y experto en arquitectura y arte sacro.
Un arte sacro cuyo protagonismo en la exposición parece seguir el hilo del que han tirado tanto Alauda Ruiz de Azúa, con su película ‘Los domingos’, como la cantante Rosalía, con su último álbum ‘Lux’; un cúmulo de causalidades que está dando que pensar. “Sabíamos que esa pregunta podía darse, pero lo cierto es que nosotros llevamos dos años preparando esta exposición, de manera que es fruto de la casualidad”, señaló Escrivà.

“Aquí le hemos dado importancia al arte sacro en tanto relacionado con lo simbólico y como paradoja del nacionalcatolicismo abriendo una puerta de entrada al arte moderno”, aseguró París. En este sentido, aparece de nuevo Manolo Gil como artista que no concebía su creación sin riesgo: “Siempre estaba tensando la cuerda”, insiste Escrivà. Como la tensan otros artistas, caso de Nassio Bayarri con su Cristo “carbonizado”.
‘Atreverse a más’ prosigue en las otras tres salas dedicadas al muralismo, la arquitectura del ocio, el interiorismo y la vivienda social (sala 3), junto al arte de inspiración metafísica bajo la influencia de Eugenio D’Ors (sala 4), para concluir –tal y como destacó París– con un “tótum revolutum” de imágenes donde la abstracción y la figuración se confunden en muchas de las obras expuestas.
“La realidad es que, a pesar del antagonismo abstracción / figuración, las prácticas intermedias de muchos artistas, simultánea o sucesivamente figurativas y abstractas fueron, en realidad, lo más común”, resaltan los comisarios. Como fue un rasgo común, en todos ellos, ese atrevimiento formal del que se hace eco esta muestra del IVAM, demostrando que, más allá de la pugna ideológica, resiste la capacidad del arte para seguir abriendo grietas en lo aparentemente consolidado.

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