#MAKMAArte
Anselm Kiefer
Exposición temporal
Comisario: Javier Molins
Centro de Arte Hortensia Herrero (CAHH)
Mar 26, València
Del 28 de abril hasta el 31 de octubre de 2026
Alejandra Silvestre, directora de la Fundación Hortensia Herrero, y Javier Molins, director artístico de la misma, celebraron el segundo aniversario del Centro de Arte Hortensia Herrero (CAHH) rodeados de periodistas: diríase que todos los que cubren el ámbito de la cultura en València.
Todos, por tanto, interesados en la evolución de un centro que, en estos dos años, ha recibido 400.000 visitas –el 70 % local, frente al 9 % a nivel nacional y el 21 % internacional, de Alemania, Francia e Italia, principalmente– y que ahora, tras mostrar una selección de 100 obras de medio centenar de artistas de su colección privada, abre hueco a su primera exposición temporal de un solo artista.
Y lo hace con un creador abrumador; él dice que igualmente abrumado por su obra: Anselm Kiefer (Donaueschingen, Alemania, 1945), de quien Silvestre y Molins rescatan su siguiente reflexión: “Yo pienso en imágenes. Los poemas me ayudan. Son como boyas en el mar. Nado hacia ellas, de una a la otra; entre ellas, sin ellas, me perdería”. Su admirado poeta Paul Celan dijo algo parecido: “En este idioma, el alemán, procuré escribir poesía. Sólo para hablar, orientarme, inquirir, imaginar la realidad”.
Y es así, nadando entre boyas, como Kiefer ha ido creando una obra apabullante, sin duda con la intención de inquirir e imaginar una realidad plagada igualmente de estrellas –presentes en muchas de sus piezas– con las que orientarse. Como lo ha hecho asimismo el Centro de Arte Hortensia Herrero, cuya colección de grandes artistas nacionales e internacionales –algunos, perdón por la palabra, también estrellas– ha servido para trazar diversos universos rutilantes en pleno corazón de la ciudad de València.
De hecho, Anselm Kiefer, como subrayó Molins, “es uno de los pilares de la colección de Hortensia Herrero, cuyas obras están expuestas en la sala noble del palacio, y pensamos que era una gran forma de arrancar con las exposiciones temporales del CAHH”. Lo hará el 28 de abril de 2026, mostrando esas piezas de la colección, junto a otras realizadas actualmente en el estudio del propio artista, centradas en el paisaje, la mitología, la historia o la literatura, aspectos que suele abordar en su vasta producción.
Y lo hará, además, 19 años después de haber tenido su última exposición individual en España, en el Museo Guggenheim, en 2007, cuando el museo bilbaíno celebraba sus diez años de existencia. En aquel entonces, Kiefer aseguró, en una entrevista de Cristina Carrillo para XL Semanal, que los artistas no eran curanderos: “Creo más en el artista como un mediador que intenta captar destellos de trascendencia”.
Trascendencia que, no obstante, él se encarga enseguida de rebajar al plano de lo que nos llega a todos cuando percibimos en una obra algo que nos desconcierta, sumiéndonos en un estado de perplejidad reflexiva. Así se lo dijo a Elena Cué, en 2018, en su blog ‘Alejandra de Argos’ de ABC: “Estamos aquí para ser asombrados, de lo contrario no hay ninguna razón para estar aquí”, añadiendo que “los críticos siempre dicen que mi objetivo es apabullar, pero en realidad soy yo el que está sobrepasado”.
Durante la presentación de la que será esa primera exposición individual en el CAHH, tanto Alejandra Silvestre como Javier Molins dejaron esa misma sensación de asombro por la obra de Kiefer, al tiempo que, lejos de apabullar por tamaño logro, se sentían sobrecogidos por ello, sobre todo al destacar la que será una de las piezas más potentes de la futura muestra: ‘Danaë’, una obra de más de trece metros de ancho.

En esta pieza, Kiefer reproduce -como señaló Molins– el interior del aeropuerto de Tempelhof en Berlín, utilizado por la aviación alemana para aterrizajes de emergencia durante el periodo nazi, y que Norman Foster describió como “la madre de todos los aeropuertos” por su estructura monumental. Estructura similar a la de las grandes fábricas, tan del gusto del propio artista: “Siempre me han gustado las fábricas abandonadas porque siento la claustrofobia de la gente que ha trabajado en ellas”, aseguró en la citada entrevista de Cristina Carrillo.
‘Danaë’ transmite esa misma sensación del espacio abandonado sometido a la alquimia del tiempo, a sus luces y sombras. Alquimia que también forma parte de las inquietudes de Kiefer: “Alquimia es la enseñanza de la transmutación. También es su movimiento espiritual”, le asegura a Cué. Alquimia y espiritualidad, de nuevo, asociadas a las paradojas del tiempo y del ser humano inscrito en él.
Así se lo confiesa a Carrillo, aludiendo a Paul Celan, uno de sus poetas preferidos: “Es una poesía, la de Celan, que se adentra en la mente humana y sus misterios; en cómo somos capaces de los más elevados pensamientos y de los más bajos”. Por eso agrega después que, para él, “cada cuadro es el resultado de una lucha contra las diversas facciones que hay en mí”.

No cabe mayor y más atinada descripción de lo que caracteriza –o debiera caracterizar– el arte: la batalla librada dentro de uno mismo por dar forma a las múltiples y contradictorias voces que nos habitan. Batalla entre la parte consciente e inconsciente a la cual se entrega Kiefer con un mismo talante destructivo y constructivo: “Destruyo lo que hago todo el tiempo. Luego pongo las partes destruidas en contenedores y espero la resurrección”, afirma en la entrevista de Cué.
Para esta exposición de Anselm Kiefer en el Centro de Arte Hortensia Herrero han sido necesarios cinco años, “cuando todavía no habíamos abierto el museo ni nada”, precisó Molins, porque se trata de un artista tan solicitado como esquivo: “Hemos ido hablando durante todo este tiempo y al final hemos podido cerrar la exposición” de un artista “que acaba de cumplir 80 años, pero que está en plena forma”, añadió Javier Molins, que ejercerá de comisario.
La muestra de Kiefer constará de una decena de obras que, dado su gran formato, ocupará seis galerías del centro de arte, tras previo desmontaje de las piezas que ahora las ocupan, en una suerte de diálogo entre el orden de lo ya expuesto y la impetuosidad de lo que llegará. De esta forma, diríase que el CAHH se pone, en la celebración de su segundo aniversario, a la escucha del propio artista cuando le dijo a Cristina Carrillo: “Demasiado orden es la muerte; demasiado caos, la locura”.
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