Anna Albaladejo. ‘Aquí, donde nacen los galápagos’. Sala Carme Teatre

#MAKMAEscena
‘Aquí, donde nacen los galápagos’, de Anna Albaladejo
Sala Carme Teatre
Gregorio Gea 6, València
Del 17 al 19 de octubre de 2025

Este mes se cumple un año de la catástrofe valenciana. La riada del 29 de octubre de 2024 dejó pueblos enteros anegados, pérdidas humanas, alteraciones en el ecosistema; un paisaje devastado y devastador. Mientras eluden sus responsabilidades, los políticos se colocan la chaqueta de la reconstrucción, como si no fuera el propio sistema el reproductor de este tipo de catástrofes.

Por suerte, la vida no solo se construye desde arriba, sino que se sostiene desde abajo. Aunque a veces perdamos la perspectiva sobre nuestra agencia, tenemos el poder de imaginar en qué mundo queremos vivir. Y la manera de (re)activar ese poder creativo es a través del arte.

Anna Albaladejo, actriz, creadora, escritora e investigadora en artes vivas, ha enfocado su trayectoria artística al activismo social. Desde hace casi una década coordina proyectos de implicación artística comunitaria con la plataforma Pobles en Peu d’Art, y sobre los escenarios suma más de veinte años.

La mediación y la creación se entrelazan en sus procesos, resultando en artefactos escénicos donde la realidad se reinventa en ficciones poéticas. ‘Aquí, donde nacen los galápagos’ es su último trabajo, una creación multidisciplinar para público activo que verá la luz del 17 al 19 de octubre en la Sala Carme Teatre.

Durante las semanas posteriores a la riada, casi 200 tortugas fueron encontradas en zonas afectadas por la catástrofe y llevadas al Centro de Recuperación de El Saler. Esta noticia movilizó a Albaladejo a investigar más sobre la situación de las tortugas y, rápidamente, lo enlazó con otra de sus inquietudes: cómo hablar de la muerte con los más pequeños.

Lo que en un principio parecía una fábula a través de las tortugas para hablar sobre la muerte, resultó en una historia sobre la vida y la superación desde la mirada de los niños y las niñas. Darle espacio a las experiencias infantiles y dejarnos guiar por ellas crea nuevas realidades.

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¿Qué viste en esta noticia que te inspiró a hacer la obra?

La noticia me llega por un grupo de voluntarias. Uno de los voluntarios envió una foto de una tortuga que se había encontrado en una nave de Catarroja, con una cara de alegría. En la foto estaban los compañeros de trabajo alrededor de la tortuga, que bautizaron DANA. Esa foto me golpeó. Entre todo el trabajo de limpieza que tenían ahí, la tortuga apareció como una gota de esperanza.

El proyecto ya existía. Tenía la idea de trabajar el duelo en los niños y las niñas. Esto viene de una investigación artística que comparto con dos creadoras desde hace años, Laboratorio Calaca, alrededor de los imaginarios de la muerte y las prácticas del buen morir. De pronto, sucede la DANA y se me gira todo. Ahí me di cuenta de que tenía que hablar sobre la vida y sobre las cosas nos anclan a la vida, la esperanza cuando llega la catástrofe. Hay que dar herramientas para enfrentarse al shock.

La noticia ha sido un detonante que me ha permitido tirar de un hilo y dimensionar la muerte como algo que tiene que ver con todos los seres vivos.

Una parte fundamental de la obra han sido las mediaciones en el CEIP Carme Miquel d’Algemesí. ¿Cómo fue este proceso?

En la creación han participado los niños y las niñas de primer ciclo del CEIP Carme MIquel d’Algemesí, situado en el barrio del Raval. Es un barrio muy empobrecido, con una población muy diversa que lleva muchos años sufriendo procesos de degradación y abandono institucional. El barrio está pegado al río Magre, y una parte, la primera fila de casas, se inundó. El colegio quedó arrasado, lo tiraron entero, y durante todo el año desplazaron a los niños a un colegio del pueblo. Este año están en barracones en el barrio. La inversión de reconstrucción en ese barrio no ha sido pareja a otras zonas de Algemesí.

Para las mediaciones hicimos actividades dentro y fuera del aula. En la pieza aparecen materiales audiovisuales hechos por ellos y ellas. Es muy bonito darle espacio al testimonio de niños y niñas, tan noticiable o más que el de los adultos, con una perspectiva más positiva y de superación. Quería hacer una pieza donde las niñas, con esa mirada lúcida que tienen, nos ayuden a los adultos que hemos perdido la clarividencia a encarar la muerte y el desastre. Es una obra para aprender con ellos.

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¿Qué sorpresas te has llevado en el proceso de creación?

Este proceso me ha permitido encontrar qué niña hay dentro de mí y qué viejos hay dentro de los niños. En el trabajo con ellos he encontrado la integración de los opuestos de manera muy clara.

También me ha flipado conocer el mundo de las tortugas. Al principio tenía a la tortuga muy humanizada, pero en el proceso he encontrado qué lugar propio tienen las tortugas y los animales en todo esto. Las tortugas son mucho más locas, sucias y rápidas de lo que pensamos. Me ha encantado poder salir del imaginario de las tortugas para que la realidad de las tortugas construya nuevos imaginarios.

Cuando hablas de tu trabajo, dices que te dedicas a la “invención de ficciones para empujar la realidad”. ¿Hacia dónde nos empuja esta historia de galápagos?

Cuando todo se rompe, hay un shock, pero también aparece la posibilidad de volver a pensar cómo queremos construir el mundo para no llegar al mismo sitio. Me interesa abrir pequeños espacios donde pensar la vida de otra manera para salir del círculo que nos reconduce a la catástrofe.

La barbaridad que nos pasó tiene que ver con una visión extractivista del mundo, pero esto no se ha puesto en duda en la reconstrucción. Desde las instituciones, se enfocan en que todo vuelva a ser lo mismo, pero ¿quién quiere lo mismo?

Este es el espacio que creo que se abre en las experiencias escénicas que yo concibo, que son escénicas con público activo. Creo que lo artístico se tiene que concebir como un diálogo. No es una exposición unidireccional. Tiene que haber espacio real para el diálogo, porque ahí construiremos en comunidad nuevas maneras de vivir y el espectador se llevará la función a casa. Escena expandida, le podríamos decir también.

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¿Quién más te acompaña en esta obra? ¿Cómo es ese equipo “buceador de riadas”?

La creación parte de mi deseo, pero no se hace sola. Tengo un equipo de personas que me acompañan desde sus diferentes lenguajes y saben trasladar la poética de la realidad a la escena: Victoria Trillo, artista sonora; Xavi Jiménez, actor y primer compañero al que le hablo del proyecto y que, finalmente ha puesto la voz a los gorjeos galápagos; Raquel Fonfría, artista audiovisual que me ha acompañado en la mediación; Luis Zapata, iluminador; Sara Espinar, en producción y en escena. Los equipos que organizo tienen roles, pero van trasvasándose.

Muy importante también el trabajo de Joan Miquel Reig, director de escena. Conectó de tal manera que ha catapultado la performatividad de la pieza. En la dirección escénica le acompaña Lorena Comín, de Disparatario, creadora de Algemesí que me conectó con el colegio.

Creo que al colectivo lo sostiene una vinculación profesional, pero también afectiva. Tener una sensibilidad común es importante. Todas tenemos una parte de artivistas; todos queremos dialogar con la realidad con lo que hacemos.

¿Cómo crees que ha afectado este evento traumático a les niñes de las zonas inundadas?

No puedo hablar por todos los niños, pero puedo decir lo que vi en el CEIP Carme Miquel d’Algemesí. Hay que poner en valor el trabajo de las docentes que han acompañado este proceso. En esta escuela se nota que los niños han sido muy escuchados. Una de las cosas que más cura es compartir la experiencia en el colectivo. En las mediaciones grabamos como si fuera un programa de radio y las alumnas tenían que narrar su experiencia la noche de la riada. Contaban cosas muy bestias, seguidas de otras más ligeras. Lo bueno y lo malo tiene la misma dimensión y se atraviesa. Siempre encuentran una ventanita por donde entra la luz.