“Como si fuera un juego, cogí ese rectángulo y vi la vida a través de él, después empecé a interesarme por la fotografía”. Estos son los primeros pasos de Ana Yturralde, fotógrafa reconocida nacional e internacionalmente, con exposiciones, libros, proyectos y premios a su espalda, que nos muestran muchas de sus motivaciones y su manera de ver el mundo. Desde pequeña ha estado ligada al arte por su padre, pero su primer camino fue la abogacía, dedicándose más tarde a su mayor hobby, sintiendo una debilidad por la cámara analógica, pero teniendo presente la utilidad de la digital.
Viaja con el deseo de aventura, de introducirse en las diferentes culturas y sorprenderse. Con sus fotos intenta tanto informar como remover el interior de las personas, perseguir la verdad como causar una emoción y reacción. Para ella, la fotografía tiene una gran capacidad documental, congela un momento y lo perpetua; el medio y el fotógrafo logran que no se nos escape un “efímero” de nuestras manos, mientras que “el instante decisivo” acuñado por Henry Cartier Bresson y muy presente en Ana Yturralde, consigue crear un momento mágico, donde todos los elementos que componen la imagen logran comunicar lo que está pasando de una forma creativa y organizada; Ana Yturralde es consciente de que la perspectiva que utilice el fotógrafo puede hacer que nosotros recibamos un mensaje u otro, por lo que analiza aquello que ocurre en el paisaje y establece una conexión con los sujetos, evitando así una mirada fría, fotos que podría hacer un turista. Además, casi siempre trabaja en blanco y negro, evitando distracciones.
Todas las obras de Ana Yturralde nos llevan a la fotografía documental humanitaria, pasando la cámara a ser una herramienta de cambio. Fotógrafos tan grandes como Josef Koudelka, Gerda Taro, Dorothea Lange, Kevin Carter… comparten esta concepción; pero las imágenes son peligrosas y, cuando unimos las ganas de cambiar el mundo con las desgracias, tenemos que tener mucho cuidado en cómo representarlas. Un fotógrafo tiene que saber como impactar, asustar, remover… al espectador, tiene que lograr llegar al sentimiento de este, informarle de lo que está pasando y no debería pasar, todo con un gran respeto hacia el retratado o el paisaje.
Sus proyectos intentan ser siempre completos, compuestos por una serie de fotografías que entre ellas tienen un significado. Son muy personales, data a cada fotografía de una narración y elige las que ella considera mejor, tras un proceso de investigación.
Si de algo se conoce a Ana Yturralde es de su concienciación con el albinismo. Hace unos años, Ana estaba por ir a Senegal para continuar realizando fotografías que captaban el alma de las personas, para estar con gente que era feliz con lo poco que tenían. Cuando ya estaba preparada para partir, la llamaron para proponerle un nuevo reto: hacer un libro con imágenes que hicieran visible al mundo una enfermedad que muchos no saben exactamente en qué consiste, el albinismo. Esta se caracteriza sobre todo porque quién la padece tiene una visión reducida, pudiendo presentar una evidente falta o ausencia de pigmentación en la piel, en los ojos y en el pelo. A todo esto sumamos el hecho de que, depende de dónde hayas nacido con dicha enfermedad, tendrás menos o más posibilidades de vivir. En el caso de África, las personas con albinismo sufren acoso, persecuciones, secuestros, mutilaciones y asesinatos; muchas de las creencias africanas presuponen que aquellos que tengan partes del cuerpo de un albino tendrán buena fortuna, creándose así un mercado negro de fragmentos humanos. De esta forma, Ana Yturralde se lanzó a esa nueva aventura para comparar el albinismo sufrido en Europa y el sufrido en África. Empezó un proyecto que seguramente le persiga en toda su carrera profesional, entrando desde el primer momento en su corazón, pues a ella también le impresionaron sus propias fotografías y se le instauró en la cabeza la idea de ayudar a partir de su arte. Entre las diferentes imágenes vemos heridas en el cuerpo por el sol, labios en carne viva, arrugas, manchas precancerígenas, deformaciones… Son imágenes duras tratadas con máximo cuidado y elegidas a conciencia. Además, en cada una vemos una historia, una frase, una anécdota del día.
Las fotografías de Ana Yturralde son pura poesía, cada una tiene una mirada, una esencia, una historia que la hace única. Las imágenes que más impresionan son las del albinismo, con esos rostros que parecen más mayores, llenos de heridas y manchas por el sol al no poseer cremas; pero su trabajo llega más allá que los proyectos relacionados con esta enfermedad: conecta diferentes culturas con niños que juegan o pintan, nos enseña las sonrisas más sinceras en un blanco y negro espectacular y consigue captar el esplendor del mundo cuando le deja espacio a los demás colores; retiene las notas de los músicos, los gritos en medio de un concierto, así como las pausas y los silencios. Ana Yturralde vive cada una de las fotografías que realiza, consiguiendo que nosotros también seamos partícipes de ellas.
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