#MAKMALibros
‘Apuntes para John’, de Joan Didion
Random House, 2025
Muchos de nosotros hemos escrito un diario en algún momento de nuestra vida, o al menos lo hemos intentado. Tal vez la palabra diario suene a muchos a asuntos de preadolescente, así que mejor llamémoslo reflexiones. Mejor así, ¿verdad? Pues bien, en algún momento de la vida, muchos nos hemos embarcado en la tarea de escribir nuestras reflexiones.
Estas pueden tratarse simplemente de un puñado de frases inconexas garabateadas con rapidez en un papel, eso no importa; lo que importa es que plasmamos en un trozo de papel lo que se cuece en nuestra cabeza. Escribes con la libertad y la seguridad que nos proporciona nuestra privacidad. Solo lo vas a leer tú. Escribe lo que sientes. Lo que quieras. Nadie lo sabrá.
Pues bien, supongamos que eres un escritor que va a terapia y decides anotar todo el proceso: pensamientos, dudas, emociones… Todo. Sigamos suponiendo y digamos que, como suele ser lo natural, te mueres y un tiempo después descubren el archivo con tus anotaciones, lo convierten en libro y lo publican.
Esto es ‘Apuntes para John’, un libro publicado en julio de este año que recoge los documentos en donde Joan Didion registró las sesiones con su psiquiatra. Le quitan a uno las ganas de escribir secretos, ¿verdad?

¿Publicar un libro sin un permiso previo del autor es ético? No. ¿Y si el autor está muerto? No, pero… Ante la ética y la moral, el cerebro trabaja deprisa para buscar excusas que nos protejan de la realidad. En realidad, es algo sencillísimo de hacer. En el caso que nos ocupa, no se trata de un diario escrito por una cualquiera, sino por la reconocida periodista y escritora Joan Didion.
Sabemos que el libro se va a vender bien, pero, ante todo, es un acto de generosidad. Sí, eso es, generosidad. Puede ayudar a otras personas en situaciones similares, también logrará que otras tantas la conozcan mejor o, incluso, puede servir como un libro de consulta a los estudiantes de Psicología… No importa.
La cuestión es que es un libro que la gente necesita. Además, eso animará a los lectores a leer ‘El año del pensamiento mágico’ y ‘Noches azules’, que podrá adquirirse como una trilogía, acercando al lector a su meta de ser más sabio y más conocedor de la mente humana. ¿Es o no un acto de puro altruismo?
No hay altruismo en los negocios y el mundo literario lo es, y todo negocio busca vender. No hay nada reprochable en ello. No es ético, pero sí rentable. ¿Es ético por parte del lector comprar un libro cuyo autor nunca tuvo intención de publicar? A eso llegaremos más tarde.

No es la primera vez que se la lían a un muerto: Max Brod, amigo de Franz Kafka, ignoró el deseo del escritor checo de quemar su obra; a Harper Lee le publicaron el manuscrito que nunca quiso que viera la luz con el título de ‘Ve y pon un centinela’, y, para colmo, ahora publican otro con sus artículos inéditos.
Qué decir de Marco Aurelio, que encontraría sus ‘Meditaciones’ reconvertidas en una suerte de guía de autoayuda con millones de seguidores que la abrazan como último recurso para no ahogarse en sus preocupaciones. ¡Los lectores merecen conocerlos! ¡No podíamos dejarlos en la oscuridad del cajón!
Al problema de la deslealtad debe sumarse la dudosa calidad de muchos de los escritos que se publican de este modo. Algunas fueron meros borradores, hojas emborronadas con ideas y pensamientos que hacían demasiado ruido en la cabeza del autor o un diario en el que desahogarse sin rendirle cuentas a nadie. Sin revisiones, sin reescrituras ni consejos por parte del editor, son textos en bruto que no reflejan la esencia de su autor.

A pesar de todo esto, la realidad es esta: las obras póstumas desaparecen de las estanterías de las librerías. ¿Por qué? Porque queremos saber más, encontrar en el otro las preguntas y respuestas que no logramos formular; queremos una vida que no tenemos, una comprensión que no encontramos… Queremos exprimir al máximo los escritos de ese muerto que tanto nos dio en vida; y ese deseo, junto con una magnífica campaña de marketing, es la causa de su éxito.
Resumiendo: por un lado, nos encontramos con la editorial que busca el beneficio y, por el otro, el lector que quiere más de ese autor. Aquí nos topamos con otra gran pregunta: ¿quién es el culpable de esta invasión feroz de la privacidad, quien lo edita y publica o quien lo compra y lo lee con voracidad? ¿El que ofrece o el que acepta?
Cuidado con las respuestas simplistas, que no son más que consecuencias de una mente cerril. Cuidado con las complejidades liosas que no esconden más que excusas. Sed honestos, no hace falta compartirlo con los demás. Pensad vuestras respuestas, solo como un juego, solo para vosotros. Pero, ¡cuidado!, no lo escribáis; podrá ser leído.
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