Guía crisis climática

#MAKMAOpinión
Festival Cridem pel Clima 2025
‘¿El final de las estaciones?’
Ciclo ‘La Cultura Crida’
Participan: Juan Bordera, Yayo Herrero y Antonio Turiel
Modera: Adriana López Ramos
La Rambleta
Octubre de 2025

Estamos a mediados de noviembre y si cogemos la chaqueta es para sacarla a pasear. Ya no recuerdo cuándo solía empezar el frío. La Generación Z –los nacidos a finales de los 90-principios de 2000– tenemos una visión climatológica atrofiada, pero esto no nos roba la conciencia ecológica. Sabemos que esto no es lo normal, que no debería serlo.

En 2018, vivimos una crecida de las movilizaciones ecologistas protagonizadas por rostros muy jóvenes. Miramos a nuestras predecesoras –activistas, científicas, antropólogas– y les pedimos, por favor, una guía para reconducir nuestra rabia. Un futuro verde es posible, nos dicen, si cambiamos radicalmente de rumbo.

Siguiendo el impulso de las mareas jóvenes verdes, en 2021 nace en València Cridem pel Clima, un festival que aúna el ocio cultural con los debates sobre medioambiente y sostenibilidad. Una mirada panorámica que acoge, por un lado, a referentes de la lucha ecologista y, por otro lado, a su potencial relevo generacional.

En esta quinta edición, entre la amplia oferta de actividades del festival, se encuentra un coloquio con el periodista y diputado de Compromís Juan Bordera –recién llegado de la Global Sumud Flotilla–, la antropóloga y pionera del ecofeminismo en España Yayo Herrero, y Antonio Turiel, científico del CSIC y divulgador experto en recursos energéticos y sostenibilidad, moderado por Adriana López Ramos, la voz joven de la mesa, comunicadora y documentalista ecosocial.

El conversatorio, celebrado en La Rambleta el pasado 17 de octubre, tuvo como excusa el análisis del libro ‘¿El fin de las estaciones? Razones para la rebelión de la ciencia y el decrecimiento’ (Contextatarios, 2024), donde han participado las tres ponentes. Tomando de inspiración la estructura del libro, la moderadora Adriana López Ramos pone sobre la mesa una serie de preguntas para analizar la enfermedad y los síntomas de la terrible crisis climática que estamos atravesando para terminar buscando una posible solución.

El resultado: una conversación contundente que podría haberse extendido hasta el infinito. Los ponentes arrojaron datos –más terribles de lo que podamos imaginar–, pero también alientos de esperanza. Una esperanza asentada sobre la rabia (lícita) y sobre el poder del colectivo.

“¿Cuál es la enfermedad?”, pregunta Adriana López como primer disparador del coloquio. Ya sabemos que la crisis ecosocial es un fenómeno multifactorial, por lo que dictaminar un diagnóstico concreto se torna complicado, pero todo parece derivar del sistema capitalista. El capitalismo no es solo un sistema económico concreto, sino que se sostiene sobre una cultura –la occidental– que durante siglos se ha propagado mediante estrategias de colonización y expoliación de otros territorios-cuerpos.

La antropóloga Yayo Herrero señala la imposición de esta cultura como la causante del colapso climático: “El problema es que hemos creado una cultura, la occidental, en los últimos quinientos años, que ha roto los lazos con la Tierra. Nuestra mirada parte de la exterioridad, la superioridad y la instrumentalidad”.

Junto a la disociación respecto al medio natural, aparece, por un lado, una falsa sensación de independencia y, por otro lado, el enaltecimiento del capital, alimentando la idea de una cultura fantástica que puede funcionar con unas reglas propias ajenas al ecosistema. “La gente piensa que, antes que necesitar aire limpio, alimentos, relaciones o cuidados, necesita dinero para que todo lo demás sea posible. Se ha creado una cultura que le ha declarado la guerra a la vida”, sentencia Yayo Herrero.

Toda existencia deja huella; esto no debería ser un problema si caminásemos en sintonía a los ritmos naturales. El peligro viene cuando los rebasamos durante un tiempo muy prolongado y cada vez con más intensidad. Antonio Turiel volcó algunos datos aterradores sobre el impacto de nuestro estilo de vida sobre el medioambiente; por ejemplo: desde que se comenzó a medir la temperatura de la superficie del mar Mediterráneo en los años 80 hasta 2024, la temperatura había subido dos grados; en el último año, la temperatura ha subido un grado.

Estas alteraciones dramáticas del clima revierten sobre nosotros mismos. Así lo vivimos con la DANA del 29 de octubre de 2024. En su exposición, Turela enumeró todos los factores meteorológicos condicionantes para que se sucediera este temporal con tal brutalidad: un anillo de aire frío de grandes dimensiones llega a capas más bajas de la atmósfera debido al calentamiento del Ártico; el aumento de la temperatura del mar produce una atmósfera con mayor cantidad de vapor de agua en su interior.

Esto se combina con un río atmosférico originado en los trópicos y el anillo de aire frío se queda bloqueado durante veinticuatro horas en una posición vertical. Un cúmulo de condiciones climáticas inusuales que se juntan a las lluvias habituales de esta época del año, dejando un resultado catastrófico. Sin olvidar, además del aspecto medioambiental, la cuestión política. “Ha habido una gestión del territorio criminal”, afirma Tudela

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Por su parte, Yayo Herrero quiso señalar algunas evidencias que nos dejó la gestión de la DANA: “Lo primero, que hay Gobiernos que ponen por encima los intereses económicos a la vida. No es muy diferente a lo que ha sucedido con las pruebas del cribado del cáncer de mama en Andalucía. Son situaciones donde no se aplica el principio de precaución porque las personas que tienen responsabilidades sobre el cuidado del conjunto de la vida no cuidan la propia vida”.

En segundo lugar, apunta Herrero, “la gente, cuando ve a sus vecinos y a sus vecinas en riesgo, sale a la calle con una voluntad inquebrantable de hacerse cargo los unos de otros”.

A continuación, la mediadora Adriana López le lanza la pregunta a Juan Bordera sobre cuáles son los mayores bulos acerca de las energías renovables. “El mayor bulo es que con la energía renovable se va a poder sostener el 100 % de la energía que estamos consumiendo. Y es un bulo que se repite a diario con noticias de supuestos avances tecnológicos que sostienen el espejismo de la tecnomagia”, contesta el político valenciano.

Bordera afirma, apoyándose en estudios, que, “para sostener la población mundial de ocho mil millones de personas, solo hace falta el 30 % de la energía que tenemos ahora mismo”. Aquellas políticas de transición energética que pongan el foco en sustituir el modelo actual, primero, se van a chocar contra las limitaciones del propio medio –como ya nos está sucediendo– y, segundo, no va a suponer ninguna solución sostenible a la crisis ecosocial, puesto que el problema no radica exclusivamente de la fuente energética, sino del modelo de consumo.

A este modelo de suplantación, Tudela lo denomina “renovable eléctrica industrial”: ‘‘Las élites económicas han optado por buscar un sistema equivalente y la única solución que encontraron es convertir la energía renovable en energía fósil: grandes sistemas de concentración de la energía para transportarla en algo parecido a una red de alta tensión y llevarla a los grandes centros de producción y consumo”.

“El objetivo final –afirma– es mantener en marcha la megamáquina industrial y quemarán lo que haga falta. Todo aderezado desde los medios de comunicación con milongas de lo renovable, pero realmente nos está conduciendo a una degradación de nuestro entorno”.

Pese a su crítica, Tudela insiste en que es posible ir hacia una transición renovable sostenible: “No hace falta tecnología nueva. No hace falta descubrir nada para tener una vida digna. Hay que pensar las cosas de una manera muy diferente a como las pensamos ahora. Tenemos que quitarnos la tecnolatría, trabajar el campo, trabajar con las personas y hacer las cosas que realmente se necesitan”.

Yayo Herrero apunta algunas preguntas básicas para dirigir una transición sostenible: “¿Qué necesidades hay que satisfacer? Y en base a esto: ¿qué hace falta producir, cómo lo vamos a producir y cómo lo vamos a repartir?”.

Continúa señalando otro de los peligros de la transición energética liderada por las industrias: su base colonialista. “Los modelos de transición energética que no se ajustan a los límites físicos del planeta necesitan litio, cobre, tierras raras y muchos de esos minerales se están extrayendo en territorios que históricamente fueron usados como mina y vertedero. En territorios donde el extractivismo es violento, mata y convierte el territorio en zonas de sacrificio”.

Finalmente, apunta que “una transición ecológica en sí misma no resuelve nada si no es en el marco de un cambio de modelo político, económico y ético, y que no se construya de forma parásita sobre otros cuerpos, otros territorios y otros seres vivos”.

No podía faltar sobre la mesa la cuestión del genocidio al pueblo palestino. La primera en intervenir es Yayo Herrero. Comienza haciendo un repaso por la historia de este conflicto, que no nace con el atentado de Hamas en octubre de 2023, sino que se remonta hasta hace cien años, cuando en la declaración de Balfour se le ofrece a un grupo europeo sionista parte del territorio de Palestina –sin consentimiento del pueblo palestino para que construyan allí su proyecto religioso.

Tras muchos años de violencia, en 1947 se declara el Estado de Israel y las Naciones Unidas asigna algo más de la mitad del territorio palestino a Irael. Le siguieron el nakba y más prácticas belicistas se saldan con la asignación del 73 % del territorio al Estado de Israel.

“Estamos ante un brutal proceso colonial donde las resoluciones de la ONU han sido sistemáticamente incumplidas y donde se ha instalado una lógica de impunidad, lo que Rita

Segato llama ‘lógica de dueñidad’. El Estado de Israel se ha comportado como dueño de un territorio que no le correspondía, y en esta última ofensiva ha contado con el apoyo del Gobierno de los Estados Unidos, con la complicidad y el silencio de la mayor parte de los Gobiernos de Europa”, declara Herrero.

Juan Bordera denuncia que el acuerdo de paz firmado por el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, y el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, “no es ni un acuerdo ni es de paz; es un pacto entre genocidas”. Para el político y escritor valenciano, las pequeñas victorias que nos acercan a una posible paz son las movilizaciones ciudadanas, como las manifestaciones convocadas en multitud de pueblos europeos, el boicot a la vuelta ciclista, la huelga general italiana o la Global Sumud Flotilla, donde él mismo participó.

Sobre su experiencia en la Flotilla, nos cuenta: “Lo que viví en la prisión israelí, y lo que imagino que vive la gente palestina que está allí con muchísima menos protección, es una experiencia entre Guantánamo y Auschwitz. La prisión de Israel donde estuvimos retenidos se utiliza para asesinar a personas. Greta Thunberg contaba que en su celda habían huecos de balas con sangre alrededor. Nos daban comida caducada, agua en mal estado, agresiones físicas, etcétera”.

No obstante, pese a la grandísima violencia experimentada, vuelve a casa con algo de luz: “Todo eso, que es indeseable, no es nada comparado con lo positivo que me llevo de la Flotilla. He conocido gente absolutamente maravillosa y me han devuelto la fe en la humanidad. Ese es el mensaje más potente de la flotilla: hay gente dispuesta a poner en riesgo sus privilegios, porque la lucha de Palestina es la lucha de la humanidad. Si nos movemos, Palestina puede ser el lugar en el que la humanidad recupere su humanidad”.

Tras el emotivo discurso de Bordera, Antonio Turela toma la palabra para incidir en la responsabilidad de Europa con el genocidio palestino y más conflictos activos en el resto del globo: “La barbarie se extiende por todas partes, porque esta barbarie nace de la imposibilidad de mantener este necrocapitalismo terminal”.

“Por eso mismo –proseguía–, tenemos que trazar una raya en el aquí y ahora. Por eso mismo, la causa de Palestina, como la de tantos otros conflictos conocidos y olvidados, es nuestra causa; porque lo que pasa en otros sitios acabará pasando aquí; porque si seguimos esta tendencia [el rearme] nos encontraremos con que, dentro de cinco/diez años, enviarán a nuestros seres queridos a luchar una guerra de mierda para intentar arrancar qué, ¿un poquito más de petróleo y de gas en Argelia? ¿Un poquito más de uranio en Níger?”.

“Europa, siendo Europa, va a seguir haciendo lo que Europa ha hecho toda la vida: utilizar estrategias coloniales porque ya no le queda depósito. Por supuesto que esto nos interpela”, auguraba Turela.

Para finalizar el coloquio, que podría extenderse infinitamente, Adriana López le pregunta a los conferenciantes: “¿Cómo podemos salir de esta situación?”. En sus declaraciones, vemos cómo la conciencia crítica no opaca la ilusión por otro mundo posible.

“Tenemos que dejar de empujar hacia la dirección equivocada”, responde Antonio Tudela. “Si estamos aquí es porque creemos que la pedagogía es fundamental, predicar con el ejemplo, como ha hecho Juan Bordera poniendo su cuerpo en la causa de la Flotilla. Nos han convencido de que debemos luchar individualmente contra el cambio climático, pero se trata de un cambio colectivo”.

“Las protestas de la vuelta ciclista, la Flotilla, el voluntariado tras la DANA, nos muestran que las reacciones son siempre colectivas. Nuestra fuerza está en la colectividad, y esto es algo que el capitalismo intenta difuminar”, compulsa Tudela.

“Marina Garcés dice que el futuro no existe, que es una proyección humana”, asevera Yayo Herrero. “Proyectamos futuros distópicos porque vemos alrededor presentes que lo

son. Proyectamos presentes distópicos inflamados como un tumor hacia el futuro. Si construimos presentes que no son distópicos, proyectaremos futuros que no lo son. Creo que la crisis ecosocial requiere un compromiso radical con el presente y la clave es hacerlo en compañía”.

“Pensar en la crisis económica, climática y energética da miedo, pero el miedo es útil”, afirma Juan Bordera. “Naomi Klein decía que el miedo solo paraliza si no sabes hacia dónde tienes que correr. El miedo, históricamente, nos ha evitado caernos por un precipicio o enfrentarnos a un tigre. Ahora tenemos un precipicio detrás y un tigre delante”.

“El capitalismo –concluye Bordera– ha hecho su trabajo para que el único aspecto de lucha que se nos ocurra sea individualista. La fuerza la tenemos; lo que nos falta es la capacidad de organizarnos”.