#MAKMAArte
Rafael de Paula (1940-2025)
Obituario
Aunque pasó sus últimos años lejos de los ruedos y de los focos, y se dejaba ver muy escasamente en público, con algo de sobrepeso y su barba crecida, Rafael Soto Moreno –Rafael de Paula– ya hacía tiempo que formaba parte de un imaginario popular capaz de trascender incluso su condición de legendario matador de toros.
Cuando no corren tiempos demasiado favorables para la fiesta, el jerezano, que acaba de fallecer a los 85 años, era ya desde hacía rato un icono de la cultura popular, presente en libros, canciones y obras de arte.
En un mundo resultadista, cada vez más condicionado por la productividad y la eficiencia, De Paula encarnaba al artista imprevisible, al rayo de la inspiración que caía cuando y donde dictaba el capricho, y no el compromiso o la necesidad. La regularidad quedaba para los futbolistas, él era la pura magia del instante. Una verónica bien rematada le redimía de cien tardes de pena. Algo parecido a lo que sucedía con su gemelo de Camas, Curro Romero: los tomabas o los dejabas, pero ¿y si ese día que no acudías al coso destapaba el tarro de las esencias?
Incluso los episodios más escabrosos de su vida –como una condena de cárcel por supuesto intento de asesinato a un amante de su esposa, o un intento de agresión a su propio abogado– se los hizo perdonar ante los suyos a base de investirse de esa mística inefable, convenientemente adobada de hazañas apócrifas e íntimos misterios.
Fueron muchas las veces en que el nombre de Paula asomó en obras literarias estimables: son numerosos los poemas que le han dedicado, desde el poema homónimo de José María Jurado que describe cómo, en la faena, “Dos alas heridas se funden en la fragua donde el toro y el tiempo estallan como olas”, al soneto que le dedica Patricio Pemán, que comienza diciendo: “Cuando pones tu planta en las arenas / y engallas, hecha bronce, tu figura; / cuando estrechas la muerte a tu cintura / y el toro se hace un río por tus venas”.
Pero también en piezas de narrativa, desde el Fernando Quiñones al que el propio De Paula presentó un libro de relatos en Cádiz –la reedición de ‘La gran temporada’–, al novelista Antonio Hernández, que se inspiró claramente en él para dibujar el personaje central de su obra ‘Sangrefría’, no sin cuidarse bien de borrar algunas pistas que pudieran animar a los abogados del diestro a echársele encima.
Incluso la dramaturga Angelica Liddell confesó su fascinación por él cuando preparaba su obra sobre Belmonte. El también jerezano Juan Bonilla recordaba que, “cuando éramos chiquillos y se corría la voz de que Paula estaba tomando café en un bar, la gente se amontonaba en la puerta solo por verlo menear la cucharilla para disolver el azúcar”.

Tampoco puede olvidarse la atracción que el matador ha ejercido sobre los artistas plásticos, ya sea el pintor colombiano Diego Ramos, que ha reflejado su admiración por él en infinidad de lienzos, o Ramón Gaya, que lo retrató en su casa de la madrileña calle Cuchilleros, entre muchos otros, sin olvidar a fotógrafos como Alberto Schommer o José Ayma.
Sin embargo, donde más y mejor ha sido representado Rafael de Paula ha sido en la música, y más concretamente en el flamenco, ese territorio tan íntimamente avecindado a la lidia. Ahí resuena la voz de Remedios Amaya y la guitarra de Vicente Amigo recordando cuando los niños jugaban a ser toreros como hoy sueñan con golear en grandes estadios: “Placita del altozano / los niños juegan al toro / tú eres Curro y yo Paula / María cuchiviri me ha tocao / salir primero en la Maestranza”.
O ese gran aficionado que es el chiclanero Alonso Núñez, Rancapino, que le canta: “No hay quien toree como tú más bonito y más gitano porque naciste en Jerez / en el barrio de Santiago / y te llamas Rafael”.
O el recuerdo por bulerías de las tardes de gloria en la Maestranza: “Por nada del mundo / me lo perderé / que torean mano a mano / Paula y Curro de Jerez // Corre y dame la mantilla / que está ya el coche de caballos / que ya sale la cuadrilla / Curro va de verde / y Paula va de blanco // Tarde de plaza partida / el quinto de Rafael/ las palmas por bulerías / qué revuelo / Se derraman los tendidos / que si Curro que si Paula/ discuten los entendidos”.
El escritor gaditano Felipe Benítez Reyes, que en sus inicios (1987) le dedicó todo un ensayo titulado con el propio nombre del torero, lo recuerda en estos términos: “Rafael de Paula, misterioso y sorpresivo, fue uno de esos pocos toreros que a lo largo de la historia han merecido el calificativo de artista, que viene a suponer algo así como un raro distintivo dentro de la jerarquía taurina”, explica.

“Porque si ha existido un toreo de radical pureza, de verdad conmovida, es el que pudo realizar –de tarde en tarde– este jerezano, y gitano, Rafael de Paula. Y no con una pureza trivializada por sus propios cánones, sino encontrada en él, en el propio torero Rafael de Paula, que supo ser clásico sin dejar de ser él mismo y que supo ser él mismo sin dejar de ser torero clásico y para siempre”.
“Torero que no parecía entender el toreo como profesión sino más bien como revelación. Y si no como revelación –que puede sonar a cosa de santos y visionarios– sí desde luego como expresión. Como expresión de una manera de concebir y sentir y entender el sometimiento y muerte de un toro bravo. Y concebirlo, sentirlo y entenderlo por ser quien era y por ser como era: un torero elegido por el misterio, y víctima de él”.
- Festival de Cine Europeo de Sevilla: Alberto Rodríguez, Juliette Binoche, Costa-Gavras y nueve días para soñar en 35 milímetros - 7 noviembre, 2025
- Rafael de Paula, un icono de la cultura popular más allá de los ruedos - 6 noviembre, 2025
- Felise 2025: algunas pistas imprescindibles para la feria de los lectores sevillanos - 1 noviembre, 2025

