Sorolla

#MAKMAArte
‘Sorolla. Obras maestras del Museo Sorolla’
Producida por Fundación Bancaja, Museo Sorolla, Fundación Museo Sorolla y Ministerio de Cultura
Comisariado: Enrique Varela
Fundación Bancaja
Plaza Tetuán 23, València
Hasta el 8 de febrero de 2026

“No conozco pincel que contenga tanto sol”, sentenció el autor teatral y periodista francés Henri Rochefort, refiriéndose a la pintura de Joaquín Sorolla, y que Fundación Bancaja recoge al comienzo del dossier de prensa de la exposición ‘Sorolla. Obras maestras del Museo Sorolla’. Un sol, todo hay que decir, que, como subrayó el escritor Manuel Vicent, contiene al mismo tiempo una “luz blanca deslumbrante” trufada de “una luz negra que te ciega”.

Esa dialéctica entre contrarios es la que Vicent observa en la obra de Sorolla, por mucho que se haya puesto generalmente el acento en su vertiente más radiante, placentera y feliz del genial pintor valenciano. Dialéctica, insiste el autor de ‘Son de mar’ o ‘Tranvía a la Malvarrosa’, que le ha servido a él “para penetrar en el significado profundo que contiene esa lucha contra el mar que establece la pintura luminosa de Sorolla”.

La exposición que Fundación Bancaja acoge hasta febrero de 2026 –reuniendo 60 obras desde su más temprana producción hasta la última en Pollença–permite contemplar, de una manera nunca antes posible, ese pulso en la trayectoria artística de Joaquín Sorolla entre las estampas gozosas de la vida y su envés más sombrío, allí donde pueden llegar a converger el paraíso y la melancólica percepción de su ocaso.

Vista de la exposición ‘Sorolla. Obras maestras del Museo Sorolla’, en Fundación Bancaja.

Y si esto no ha sido nunca antes posible, es porque muchas de las obras expuestas permanecían colgadas de manera permanente en la casa-museo del artista, ahora cerrada para su ampliación y rehabilitación, lo que ha permitido descolgarlas para que salgan por primera vez de la institución que acoge su magna colección.

“Es una muestra insólita, porque reúne las obras más destacadas de la colección del Museo Sorolla; obras que es difícil que salgan juntas y que ahora están aquí por primera vez”, señaló Rafael Alcón, presidente de Fundación Bancaja, quien destacó asimismo la presencia de ‘Triste herencia’ (pieza perteneciente a la colección de la entidad cultural bancaria), “que dialoga con el resto de obras icónicas aquí presentadas”.

Es, precisamente, en el apartado ‘La afirmación de una personalidad artística’ donde esa citada obra de 1899 dialoga con otras como ‘Trata de blancas’ (1894) o ‘Después del baño’ (1892), reflejando esa tensión o lucha entre su visión deslumbrante del mar, la playa y el paisaje, y esta otra más lúgubre y tenebrosa.

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“Es una excepcionalidad y un privilegio poder ver aquí todas estas obras juntas”, resaltó Enrique Varela, director del Museo Sorolla, poniendo el énfasis en esa excepcionalidad derivada del hecho de que se trata de “un conjunto de piezas que se han descolgado de las paredes y viajan por primera vez fuera de la casa-museo”, destacando ‘El baño del caballo’ (1909), que, en ese momento, tenía a su espalda, en oposición a ‘Paseo a la orilla del mar’ –también de 1909–, colocada al otro lado del panel expositivo: “Son el anverso y el reverso de esta muestra”, apostilló.

Lo dijo para subrayar la dificultad que había entrañado seleccionar las obras expuestas, de entre una colección de piezas que alcanzan las 1.400 pinturas y los 5.000 dibujos, y elegir asimismo la que sirviera de portada a la hora de publicitar la muestra de cara al exterior. Que finalmente haya recaído en ‘Paseo a la orilla del mar’, se debió, en palabras de Alcón, a que es de “lectura fácil para el visitante”, al ser “muy reconocida”.

Un hombre observa el cuadro de gran formato ‘Paseo a la orilla del mar’, en la exposición ‘Sorolla. Obras maestras del Museo Sorolla’, en Fundación Bancaja. Foto: Tato Baeza.

Hablamos de una pieza en la que se ve a Clotilde García –mujer de Sorolla– y a su hija María paseando tranquilamente por la orilla del mar que da título a la obra. “La sugestión de la brisa en el ondular de los vestidos y de sus adornos de gasas ligeras intensifican la impresión de fugacidad momentánea en la toma”, se apunta en la descripción del cuadro por parte de la Red Digital de Colecciones de Museos de España.

Una fugacidad vinculada, de nuevo, con la nostalgia de aquello que el pintor trata de apresar –a modo de imagen congelada en la memoria–, pero que sabe inaprehensible porque el tiempo -como ambas paseantes– avanza dejando como huella su inexorable deterioro.

“Esa dependencia de la realidad, esa búsqueda de lo que está ocurriendo, de captarlo”, que apuntaba Antonio López en el documental ‘Sorolla. Los viajes de la luz’, de Sonia Tercero, traído a colación por Rafael Maluenda, va en consonancia con ese “padecer y gozar del sol y de los inconvenientes”, reseñados por López.

Joaquín Sorolla, pintando ‘El baño del caballo’, en una imagen de la exposición ‘Sorolla. Obras maestras del Museo Sorolla’, en Fundación Bancaja.

Con respecto a ‘El baño del caballo’, que bien pudiera haber sido la imagen promocional de la muestra y que, según Varela, “es otra de las piezas icónicas de la exposición”, representa a un adolescente desnudo y con un gran sombrero de paja, sacando del mar un caballo blanco.

En la misma Red de Digital de Colecciones, se explica que la orilla del mar por la que avanza el muchacho está “llena de efectos de interés visual: los cuerpos brillantes por la piel mojada, la lámina de agua que hace de la arena un espejo, los reflejos de la luz en el agua inquieta, las sombras, todo aquello que nos hace conscientes del espejismo que es nuestra mirada”.

Espejismo, pues, de aquello que nos liga a la naturaleza –embriagados por el sol, el agua, la temperatura– al tiempo que, fruto de la propia sensación placentera del instante, adivinamos el carácter efímero del tiempo que se va, tomando como refugio la memoria que la imagen volverá a activar en el futuro.

Una mujer contempla, frente a ella –a la derecha de la imagen–, ‘Nadadora, Jávea’, en la exposición ‘Sorolla. Obras maestras del Museo Sorolla’, en Fundación Bancaja. Foto: Tato Baeza.

‘Sorolla. Obras maestras del Museo Sorolla’ es una exposición producida por la Fundación Bancaja en comandita con el propio Museo Sorolla, la Fundación Museo Sorolla y el Ministerio de Cultura, comisariada por Enrique Varela, dividida en siete apartados cronológicos y temáticos: ‘El joven Sorolla’, el citado ‘La afirmación de una personalidad artística’, ‘Retratos en familia’, ‘El mar, iconografía de la luz’, ‘El pintor jardinero’, ‘España retratada’, y ‘El fin de los días: la serie del Cavall Bernat’.

De entre todas las obras, hay una que llama poderosamente la atención –al menos, a quien esto escribe–: ‘Nadadora, Jávea’ (1905), en la que se ve, efectivamente, a una nadadora que, cual Ofelia, parece atrapada por el dorado flamígero de unas aguas que parecen salidas de ‘El grito’ de Edvard Munch. “Es, sin duda, una obra muy moderna”, subraya Varela, justo al pasar por delante de ella.

‘Nadadora’ podría encuadrarse en esa serie de obras que Sorolla pintó con los pinceles repletos de un sol tan cálido como abrasador, tan lleno de vida como de muerte: un sol deslumbrante propiciando esa luz negra que, en palabras de Manuel Vicent, ciega. Fundación Bancaja invita al espectador a pasear a lo largo de una exposición que, sin duda, irradia el privilegio de ver tan selecto cúmulo de obras, componiendo una serie de instantes que, como muestra el final de sus días, se desvanecen junto a la roca del Cavall Bernat en Mallorca, “última ocasión –se dice– en la que el artista pinte el mar Mediterráneo que tanto le inspiró”.