#MAKMAMúsica
40º aniversario de la Fundación Joaquín Díaz
Diputación de Valladolid
Real 4, Urueña (Valladolid)
Joaquín Díaz lleva toda una vida ejerciendo como guardián de la tradición. Pero no como un vigilante sobreprotector que la encierra en un cofre para que ningún cambio la altere, sino más bien como alguien que trabaja para hacer posible la continuidad entre el pasado, el presente y el futuro. Porque el legado de los que nos precedieron no solo nos habla de lo que fuimos, sino de lo que podemos ser, si lo usamos con sentido y libertad.
“Siempre he pensado que la tradición es antigua pero moderna al mismo tiempo. Si la hemos conservado es porque ha ido evolucionando”, explica este vallisoletano nacido en Zamora, que se ha convertido en referencia internacional en folclore. “Algunos objetos pueden convertirse en arqueología por falta de uso, pero eso no ocurre con el lenguaje, que sigue siendo muy actual”.
Desde esa convicción, creó hace 40 años la Fundación que lleva su nombre y que ha convertido Urueña, un pequeño pueblo de Valladolid, en referente internacional de estudio de la cultura tradicional. Con miles de documentos (pliegos de cordel, coplas de ciego), instrumentos antiguos, registros sonoros, o libros.
Pero su trabajo se inició mucho antes, cuando dedicó varios años de su vida a recopilar romances populares de boca de esas generaciones que llevaban toda una vida cantándolos y que todavía los conservaban. Los romances fueron también el origen de su faceta como intérprete, que siempre ha tenido una doble dimensión: recuperar la cultura tradicional y darle nueva vida para que pueda llegar a ser conocida por nuevos públicos.
“Mi primer disco de romances fue, para mí, casi como una obligación moral. Un género tan representativo de lo español, escrito en octosílabos…; y me gustaban mucho los argumentos”, recuerda. ‘Romances tradicionales’, publicado en 1972, tuvo un éxito inesperado y propició el lanzamiento de otros dos más: ‘Romances populares’ y ‘Romances truculentos’. Todos ellos fueron agrupados luego en una caja de cinco LPs en los que se incorporaron dos nuevas grabaciones.

“Que yo sepa, se hicieron al menos tres ediciones de la caja de cinco discos”, recuerda. Y, más recientemente, en 2012, Warner los ha recuperado en formato CD, en una nueva edición bajo el título ‘Cancionero de romances’. Con todo, lo verdaderamente meritorio es que aquellas canciones se colaron en las emisoras de radio convencionales.
“Me movía el interés por conservar todo aquello y darlo a conocer, pero también había un gusto cultural y una preocupación porque el resultado fuera agradable. Se trataba de que los arreglos fueran lo más sencillos posible y creo que acerté porque son discos que no han envejecido mal”. A su difusión ayudó, sin duda, su voz sedosa y cálida, que trasladaba aquellos textos populares, a veces crueles, a una dimensión emocionante.
El éxito de esos discos de romances propició la publicación de una nueva serie: ‘Romances de acá y de allá’, de la que se editarían, al final, cinco discos. En ella documentaba cómo los romances habían servido también de conexión cultural entre España y sus virreinatos de América.
“Con los romances se produjo un desembarco literario en América. Las bodegas de los barcos iban cargadas de cancioneros de romances que luego, en aquellos países, cobraron nueva vida. De modo que un mismo romance podía tener distintas versiones allí y aquí”, explica. También la música infantil motivó otra serie de discos recopilados luego en una caja de cinco CDs, ‘100 canciones y cuentos infantiles’.
Aunque muchos pensaron durante mucho tiempo que Joaquín Díez era un purista, lo cierto es que nunca lo fue. En muchas ocasiones, se encontró con que a algunos romances les faltaban partes, o que no tenían la música completa de la canción, o incluso ninguna música. En esos casos no tuvo ningún reparo en inventar melodías nuevas, sin firmarlas, ajustándose, esto sí, a un estilo que conocía bien porque lo había estudiado concienzudamente.
“Me divierte y me honra que muchas personas crean que algunas de mis músicas son tradicionales”, afirma con una sonrisa. En cierto modo, está convencido de que no hay nada más genuinamente tradicional que esas aportaciones anónimas que van modificando el corpus de la tradición de forma natural.
“En los años 60 y 70, parecía que lo único importante era el futuro y el progreso. Pero, desde mi punto de vista, no hay futuro sin el pie que queda atrás y que permite dar impulso para avanzar”. Esas décadas y las siguientes, hasta los años 90, fueron un periodo de desinterés muy marcado hacia la tradición. “Pero ahora hay un cambio. El momento destructivo ha pasado y estamos en otro en el que se trata de mirar hacia adelante”.
Quizás por eso, ve con esperanza el movimiento del neofolk, que sorprende a tantos desde hace unos años con reinterpretaciones atrevidas, incluso osadas, del repertorio tradicional. “Veo con esperanza el fenómeno del neofolk. Casi todos estos creadores ven en la tradición una especie de soporte desde donde empezar a trabajar para crear algo nuevo. Confío mucho en eso”, asegura.

Para Díaz, grabar discos fue siempre un modo de dar a conocer esos repertorios que ya no forman parte del conocimiento habitual. Y, cuando ya no pudo hacerlo desde las discográficas convencionales, lo hizo desde su propia Fundación, donde realizó una labor impagable de recuperación y reelaboración musical con la colaboración habitual de músicos como Javier Coble y Luis Delgado y de cantantes como Elena Casuso, entre otros.
Cerca de una veintena de discos editó la Fundación de Urueña, con títulos como ‘Cantares de Tetuán’; “Navidad en Castilla y León’; ‘Canciones españolas del sudoeste de los Estados Unidos’; ‘Rogativas y cantos para pedir agua’; ‘Romances de la Reina Isabel’; ‘La Santa Misión’; ‘Romances del Cid’; o ‘El alma es dulse’.
Pero también otros en los que daban vida a cancioneros recopilados por otros grandes músicos e investigadores. Así, por ejemplo, ‘Canciones de Federico Moretti’; ‘Canciones de la Guerra de la Independencia recopiladas por Federico Olmeda’; ‘Cantares populares de Castilla, de Narciso Alonso Cortés’; ‘Canciones populares del siglo XVI, de Francisco de Salinas’; ‘La música del pueblo de Lázaro Núñez Robre’; o ‘Cantos populares españoles de Francisco Rodríguez Marín’.
“Durante mucho tiempo, la gente pensaba que el folclore era algo que estaba ahí, fijado, y que no se podía tocar”, recuerda. “Pero cuando lo estudias te das cuenta de las evoluciones y variaciones en el tiempo. Mostré a muchos que el folclore se puede crear”.

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