María Dueñas. Lidia García. Fronteras València

#MAKMALibrosYMúsica
‘Que no deje de sonar la copla’
Con María Dueñas y Lidia García
Les Arts
III Fronteras València
Hasta el 31 de mayo de 2025

En un país donde la historia suele olvidarse, la copla emerge como una fuente de memoria emocional y cultural que pervive generación tras generación. Así lo defendieron la escritora María Dueñas y la investigadora y divulgadora Lidia García en el Festival Fronteras, durante una conversación titulada ‘Que no deje de sonar la copla’.

Ambas invitaron a repensar la copla no como un género caduco, sino como una herramienta narrativa que ha acompañado a millones de personas, especialmente mujeres, en la construcción de su identidad sentimental y social.

Desde su primera novela, ‘El tiempo entre costuras’, Dueñas incorpora la copla como un elemento esencial en su narrativa. No es solo una referencia estética, sino una decisión consciente para dotar de verosimilitud a los escenarios que construye. “Me gusta saber en cada instante de una escena qué hay de fondo, qué se oye, cómo huele, qué luz entra y qué rodea a los personajes. Y, en multitud de ocasiones, ahí está la copla como representación de un país, de una sociedad, de una manera de vivir”, explicó la autora.

En ese sentido, Dueñas no concibe la escritura sin música, porque esta le permite sumergirse en el tiempo que retrata y conectar emocionalmente con los personajes. “Mientras estoy escribiendo, me empapo de esa música, me la pongo de fondo. Me pone la sensibilidad a flor de piel para que eso me permee y mis escenas puedan ser más reales”, afirmó. La copla, reconoció, atraviesa la mayoría de sus obras como una presencia constante, ya sea como sonido de fondo, como anclaje temporal o como recurso emocional.

María Dueñas. Lidia. García. Fronteras València
Un instante de ‘Que no deje de sonar la copla’, con María Dueñas y Lidia García. Imagen cortesía de Fronteras València.

Por su parte, Lidia García ha convertido la copla en el centro de su trabajo académico y divulgativo. Para ella, este género musical ha sido injustamente relegado a una categoría de folclore anacrónico, cuando en realidad encierra una riqueza expresiva, simbólica y política enorme. “La copla te está dando drama, te está dando romance, amores desbocados… Es lo contrario de la contención, y creo que eso no sienta muy bien a la sociedad contemporánea, donde los sentimientos intensos parecen mal vistos”, sostiene García.

Ambas coinciden en que la copla ha sido históricamente un espacio privilegiado para la voz femenina, aunque lleno de ambivalencias. “La voz poética de la copla siempre es femenina”, dijo García. “Puede ser profundamente conservadora y perpetuar los terrores del amor romántico, pero también encontramos en muchas letras un deseo de libertad, una reivindicación de la autonomía de las mujeres en contextos hostiles”.

En ese marco, García recuperara la figura de la Campanera, protagonista de la célebre canción popularizada por Joselito. Esa mujer que, pese a ser señalada y juzgada por su entorno, alzaba la frente y echaba a cantar. Una imagen poderosa que sintetiza la capacidad de la copla para ofrecer modelos de resistencia, incluso cuando el discurso oficial promovía sumisión y silencio.

El encuentro también ha girado en torno a la relación entre copla y migración. Dueñas recuerda cómo, en su última novela, ‘Por si un día volvemos’, ha querido rescatar la memoria de los españoles que vivieron en Orán, en Argelia, y que, tras la independencia, se vieron obligados a marchar. “Esa gente se afrancesó, pero mantenía vínculos con España. Había abuelas que les hacían gazpacho y les cantaban coplas. Ese filtro pasó por allí y quedó ese poso”, explicó.

Por otro lado, García insiste en el poder testimonial de estas canciones. “La copla retrata cómo era la cotidianidad de un país, y en muchos casos ha sido la memoria sentimental de España. Cuando pensamos en ciertas décadas del siglo XX, tal vez no recordamos a los ministros, pero sí a Pastora Imperio, a Concha Piquer o a Estrellita Castro”, dijo.

A través de ejemplos como ‘Tatuaje’, ‘El emigrante’ o ‘Mi cariño en Alemania’, la investigadora subraya cómo el género ha reflejado las grandes migraciones, los duelos colectivos y la nostalgia del exilio. “¿Es casual que ‘Tatuaje’ –una canción sobre una mujer que busca a un marinero desaparecido- fuera la más escuchada de la posguerra? No. Estaba canalizando el dolor de media España”, explica.

Ambas ponentes coinciden en la necesidad de seguir reivindicando la copla como una parte fundamental del patrimonio cultural español, pero también como un recurso expresivo que permite hablar de emociones, tensiones de género, clase, sexualidad y memoria histórica. “En el fondo, lo que nos atrae de la copla es que cuenta historias. Tiene una introducción, un nudo y un desenlace. Y eso nos conecta a todos, porque pocas cosas hay más humanas que querer escuchar una buena historia”, concluye García.

Más allá del homenaje a un género musical, la conversación ha sido una celebración de la memoria colectiva, del poder de la cultura popular y de la necesidad de mirar al pasado sin vergüenza. Porque, si la copla sigue sonando, es porque aún tiene mucho que decir sobre quiénes fuimos, quiénes somos y cómo queremos contarnos.