Joan Sebastián

#MAKMAArte
‘After Opalka’, de Joan Sebastián
Galería Rosa Santos
Carrasquer 1, València
Hasta el 23 de mayo de 2025

Decía el escritor G. K. Chesterton que la diferencia entre un poeta y un matemático fascinado con los números es que el poeta intenta meter su cabeza en los cielos, mientras que el segundo lo que intenta es, al contrario, meter los cielos en su cabeza. Joan Sebastián, al que se le abrieron los cielos tras descubrir la obra del pintor Roman Opalka (1931-2011), ha intentado sacar de su cabeza el firmamento numérico que le abdujo del artista polaco.

Y haciendo gimnasia del espíritu mediante la práctica matemática de dibujar con precisión y minuciosidad miles de números –uno detrás del otro en días, semanas y meses durante casi un año y medio–, ha logrado concebir la exposición ‘After Opalka’ que muestra, en la Galería Rosa Santos, la prolongación de la obra de Roman Opalka, allí donde éste la dejó: en el número 5607249, el último de la serie que empezó con el 1 en 1963 y finalizó con su muerte en 2011.

“Me sedujo totalmente su propuesta cuando lo descubrí”, apunta Sebastián del pintor polaco que, utilizando un pincel en blanco, fue pintando números sobre un fondo negro, que iba aclarando a razón de un 1% diario, para que terminara desdibujándose la nítida diferencia entre el blanco y el negro. Y así, como en una lenta procesión, las figuras numéricas iban disipándose en un horizonte cada vez más gris, engullidas por una densa niebla.

A partir de ahí –del 5607249 con el que concluyó la vida de Opalka–, Joan Sebastián toma el testigo para proseguir tan dilatado acto creativo –mezcla de sutileza, concentración, resiliencia, labor de orfebre y absurdo–, ahora cambiando la pintura por el dibujo, y el pincel por el lápiz, en busca –por seguir a Proust– del tiempo perdido.

Vista de la exposición ‘After Opalka’, de Joan Sebastián, difuminado al fondo, en la Galería Rosa Santos. Foto: Nacho López Ortiz.

Y el tiempo perdido, que el propio autor de ‘Los placeres y los días’ entendió causado por la obsesión de buscar nuevos paisajes, en lugar de mirar con nuevos ojos, es, ahora a ojos de Sebastián, lo que ha motivado su práctica artística, centrada precisamente en arrojar nueva luz –teñida de sombras– a la serie de números interrumpida por el fallecimiento de Opalka.

“Yo hice una exposición que se llamaba ‘Sala de espera’, en torno a cómo pasa el tiempo, precisamente, en la sala de espera de un hospital, donde parece que el tiempo se densifica más, porque estás siempre esperando”, señala Sebastián como punto de arranque de su motivación por los números, “que me fascinan, ligados al tiempo”, ya estén esos números contemplados “desde el punto de vista estético, como parte de fórmulas matemáticas o integrado en partituras”.

Unas partituras con las que arranca la muestra ‘After Opalka’, en Rosa Santos. “Los pentagramas –subraya el artista– son de una serie anterior, pero completaba muy bien la exposición. He cogido una partitura de Bach y otra de Glenn Gould, porque lo que me atraía era ver los pentagramas, que no tienen que ver con lo visual, sino con el sonido, y, sin embargo, me gustan las escenografías que crea ligadas al tiempo, con diversas capas superpuestas de signos”.

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Y añade: “Yo no entiendo de música, aunque soy muy aficionado, pero me atrae la estética de una partitura concebida con números que luego producirá sonidos; me atrae visualmente”, al tiempo que define como “un acto creativo brutal” la resolución de un problema matemático: “Siempre me ha parecido muy interesante una pizarra llena de fórmulas, sobre todo cuando no las entiendes, porque te remite a cosas enigmáticas; también pasa con el propio lenguaje, cuando no entiendes una lengua”.

Dice que la obra reunida en ‘After Opalka’ “es como un mantra ateo”, porque se levantaba cada día y se ponía a dibujar números correlativos. Una sucesión de dibujos tramados a lápiz que requerían una atención máxima: “No te podías descentrar, porque, si no, te equivocabas, de manera que era necesario un estado mental de gran concentración”.

Partiendo, por tanto, del número 5607249 –momento en el que aún se distinguía la diferencia entre los números blancos y el fondo gris, “pero muy poco”–, Joan Sebastián ha seguido para realizar la obra “exactamente igual, con el mismo formato y el mismo gris, pero llevándolo a mi terreno del dibujo”, utilizando para ello diferentes lápices: “8B, 7B, en fin, iba rebajando el grafito hasta llegar a lo más claro, para después volver a subir el tono del lápiz”. En total, 31 piezas, que terminan con el 5729947: “Y ahí me he parado”.

Pieza de la exposición ‘After Opalka’, de Joan Sebastián, en la Galería Rosa Santos. Foto: Nacho López Ortiz.

Afirma que le gustaba el proyecto “por lo absurdo de la premisa” y porque “evidencia el paso del tiempo. De hecho, cada vez que terminaba un cuadro, Opalka se hacía una foto para ver cómo iba él mismo envejeciendo”. Todo ello le condujo a meterse “en un jardín donde se mezclaban los números, el tiempo, la escritura y la manufacturación de una pieza hecha con precisión; he cogido el tiempo que él ha empleado y lo he continuado, siendo yo un poco Opalka; me he metido en su piel”.

En este sentido, Sebastián asegura que se aprovecha del trabajo de los otros, porque, hoy en día, piensa que no se puede hacer nada sin tener en cuenta lo que otros han hecho antes que él. “Más que teniendo en cuenta, evidenciando lo que se ha hecho con anterioridad. Mi fuente de inspiración son los otros; me gusta esa disolución de mí mismo, de que me atraviesan los otros y soy las influencias que he recibido”.

Comparte con el espectador de ‘After Opalka’ su tiempo “de una forma muy porosa”, porque dice que se ve el movimiento de su mano en la realización de cada número. “Y, por otro lado, te has de acercar mucho a algunas piezas para ver los números ya prácticamente fusionados con el fondo gris. Y eso me gusta”.

“Si tú vas a ver un Velázquez, un Picasso o un Pollock –continúa diciendo–, sigues su rastro, el movimiento que realizaron cada uno de ellos a la hora de pintar sus obras. No es lo mismo ver una obra en el ordenador –en la que te detienes dos o tres segundos– que un dibujo, cuya materia te produce cierta parálisis. Un cuadro se puede reproducir muy bien por Internet, pero se pierden los matices de la obra vista en directo”.

Vista de la exposición ‘After Opalka’, de Joan Sebastián, en la Galería Rosa Santos. Foto: Nacho López Ortiz.

La obra agrupada en la galería Rosa Santos le ha llevado un año y cinco meses, “y, hasta ahora, no la había visto en su conjunto; ver todo este sunami de tiempo reunido me parece alucinante”. Y, luego, él mismo se interroga: “¿Que por qué he hecho esto? Pues no lo sé. Sí sé que me quedé abducido por la obra de Opalka y que tenía que continuarla de alguna manera”.

¿Y cómo fue que apareció Roman Opalka en tu vida?

“Yo creo que di con Opalka, porque en cierta forma ya estaba en mí: tenía la misma obsesión por los números –que, a mí, formalmente me atraen–, estaba el tiempo, la radicalidad de enfrentarse al acto creativo y, sobre todo, la contundencia a la hora de hacerlo, junto a ese punto de absurdo; un camino sencillo, duro y radical; ir quitando broza y quedarte con lo mínimo: el lápiz y el dibujo”.

A ver qué te parecen estas dos reflexiones del propio Opalka: “El problema es que somos y estamos a punto de no ser”.

“Pienso que se refería al hecho que yo soy ese número, o estoy en él, y en el siguiente me he muerto”.

Y esta segunda: “El tiempo, como lo vivimos y cuando lo creamos, encarna nuestra progresiva desaparición. Estamos al mismo tiempo vivos y frente a la muerte”.

“Cuando estás haciendo números, sabes que te estás acercando a tu fin, porque ese toc, toc, toc, de cada número realizado, te aleja del anterior y lo vives como una pérdida. Y, por otro lado, te aferras al presente de cada número como si fuera lo único que hay. Siempre vivimos el tiempo de una forma lineal y, en este sentido, es como si los números te anclaran en el mundo”, concluye Joan Sebastián.

Joan Sebaastián, junto a una de las piezas de su exposición ‘After Opalka’, en la Galería Rosa Santos. Foto: Nacho López Ortiz.