Carmen Grau

#MAKMAArte
‘Collages de materia y poesía’, de Carmen Grau
Comisario: José Martín
Organiza: Vicerrectorado de Cultura y Sociedad
Gestión. Fundació General Universitat de València
Sala Martínez Guerricabeitia
Centre Cultural La Nau
Universitat 2, València
Hasta el 7 de septiembre de 2025

Nunca mejor dicho. Las obras de Carmen Grau son collages de materia y poesía. La poesía, como aleccionó Lorca, «es la unión de dos palabras –o dos elementos, digo yo– que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio».

Y digo que puede ser la unión –o el collage– de dos elementos porque «la poesía huye, a veces, de los libros para anidar extramuros», según sentenció Joaquín Sabina, «en la calle, en el silencio, en los sueños, en la piel, en los escombros, incluso en la basura»; o en la materia, en el objeto encontrado.

Lo sabe muy bien Carmen Grau. Y quizá ya lo intuyera de niña, cuando iba recogiendo piritoedros por el monte durante sus vacaciones por la zona de Montán. Quizá ya lo sentía porque «la poesía es algo que se siente», como señaló Jorge Luis Borges. Carmen Grau la siente, la percibe en todos lados, en el arte verbal, en los colores, en la música y en la materia.

«Kandinsky decía que “la forma es la expresión material del contenido abstracto”. Pues a mí me pasa total. Porque creo que todo pinta, todo tiene su color. Cuando escribes algo, eso tiene la forma y el color que le pongas. Pero creo que hacer algo como muy impresionista o colorido ya no funciona, porque te cargas lo que la madera está diciendo», explica (tan sinestésica) la excatedrática de Pintura de la Universitat Politècnica de València (UPV), sin olvidarse de enfatizar su principal material de trabajo.

Tablas de agua y versos’ y ‘Tablas de lavar’, obras de Carmen Grau que se pueden contemplar por primera vez en el Centre Cultural La Nau. Foto: Tátylla Mendes.

Carmen Grau oye lo que dice la madera, siente su poesía, como siente también la poesía del moño azul con botón rojo, la de los muñequitos de un viejo futbolín, la de las pieles de cuero amontonadas en su sótano, la de las tablas de lavar. Siente y hace lo suyo para transmitirla.

«Creo que uno de los aspectos más influyentes de las obras de Carmen Grau es que hay una voluntad de comunicar, que las hace más potentes porque les da mayor densidad humana», dice el profesor José Martín, comisario y responsable de la Colección Martínez Guerricabeitia de la Universitat de València (UV), donde se enmarca la exposición ‘Collages de materia y poesía’, en el Centre Cultural La Nau.

Pero al comunicar la poesía que siente en la materia, en los libros y en el mundo que le rodea, Carmen Grau no hace versiones, sino recreaciones, como ya había advertido Román de la Calle: «La relectura plástica de un poema, algo tan caro al quehacer de Carmen Grau, es solo el punto de partida, jamás el de llegada, ni tampoco representa la auténtica clave del proceso creativo mismo, que nunca es lineal sino arborescente».

«De ahí el recurso a los símbolos, a las metáforas y a los insistentes guiños referenciales que salpican los cuadros de Carmen Grau», seguía Román de la Calle. Y es que las obras de Grau son como la poesía misma, «un intento de aproximación a lo absoluto por medio de los símbolos», tomando prestadas las palabras de Juan Ramón Jiménez.

Detalle de la obra ‘El entierro de los muertos’, de Carmen Grau. Foto: Tátylla Mendes.

Como ejemplo, en el primer espacio de la exposición –«que hace un poco las veces de prólogo retrospectivo de la obra de Carmen», según José Martín–, encontramos dos cuadros titulados como los poemas de T. S. Eliot: ‘El entierro de los muertos’ (1982-1983) y ‘Lo que dijo el trueno’ (1983). La intertextualidad de Eliot aquí se vuelve intermaterialidad, ensamblaje, collage. La tierra baldía se ve en las áreas casi yermas creadas por la artista, en los espacios presuntamente vacíos, y en sus roturas y fronteras, donde encontramos también la alusión a la fragmentación de voces, así como al dúo vida y muerte.

Más adelante, tenemos la oportunidad de contemplar por primera vez el políptico ‘Tablas de lavar’ (1999-2005). En su conjunto, la obra alude al trabajo doméstico realizado tradicionalmente por las mujeres. Adoptando lavaderos de madera como soporte sobre los que pintar, pegar y dibujar, la artista utiliza lápices de colores y sus puntas, así como una cuerda de juguete para hablar de la infancia. Pega un mechón de pelo a un lavadero y un ramo de lavanda a otro. Añade, a uno, una tijera y, a otro, una docena de alfileres para coser.

«Esta serie también se refiere al tiempo. Es como una biografía. La última pieza es esta», me dice Grau, apuntando a un lavadero con un trozo del poema ‘Rebeldía’, de Alfonsina Storni: «¡Qué hermosas las sendas que no tienen fin! / ¡Qué hermosos los días que no tienen noche! / ¡Qué hermosas las cosas que nunca se hicieron!».

Expuesto de manera perpendicular al políptico ‘Tablas de lavar’, está el díptico ‘Tablas de agua y versos’ (2001-2003). En este caso, los lavaderos fueron tallados y pintados por la artista sobre conglomerados de madera de gran formato. Están todos juntos, algunos superpuestos, algunos machados y, sobre ellos, ¿qué más podría fluir sino la poesía? Hay versos de Pablo Neruda, de García Lorca, de Luis Cernuda y más.

‘Montán’, obra utilizada como motivo figurativo de la exposición ‘Collages de materia y poesía’. Foto: Tátylla Mendes.

«Hay personas que están lavando y, mientras tanto, están pensando en otras cosas. A mí me pasa si tengo que hacer alguna tarea así», razona Grau. La artista piensa en versos, cuenta historias, transforma memorias en materia poética. «Tras la pintora palpita la narradora», dijo sobre ella María Ángeles Arazo.

Para comprobarlo, basta con contemplar obras como ‘Montán’ o ‘Recollons Beach y Renau’, en las que Grau evoca sus recuerdos –sobre la ciudad del Alto Mijares donde solía pasar vacaciones, y sobre el amigo familiar Josep Renau, respectivamente– haciendo una amalgama de dibujos, objetos, símbolos, metáforas y versos.

«Esa inusitada diversificación de recursos se convierte, al entrar a formar parte de sus obras, en un caleidoscópico juego de signos que, curiosamente, sin perder nunca su autonomía, se integran plenamente en el conjunto», notaba Román de la Calle.

El crítico, igualmente, ya percibía que las obras de Grau demandan cercanía, pues solo así es posible disfrutar del placer estético de recorrer insistentemente la superficie de sus cuadros y, con ello, «abrirlos perceptivamente, descubriendo aquí y allá nuevos detalles –casi ocultos–, nuevas relaciones y enlaces que conforman un segundo nivel en sus collages».

En ‘Los cuatro caballeros del Apocalipsis’, Grau representa la guerra, el hambre, la enfermedad y la muerte. Foto: Tátylla Mendes.

Por otra parte, es notable que no siempre los pensamientos e historias de la artista van sobre la belleza y la poética de la vida, sino que también abarcan muchas de sus inquietudes sobre la sociedad y el mundo.

«Para Carmen, la concepción de la artista como creadora es parte de como ella entiende su propia existencia, la existencia humana, de cómo se encuentra con el mundo, de cómo reflexiona en esta mirada crítica del mundo, pero también desde un punto de vista del compromiso existencial», remarca la vicerrectora de Cultura y Sociedad de la UV, Ester Alba Pagán, durante la presentación de la exposición ‘Collages de materia y poesía’.

El contenido crítico y de reflexión social de la obra de Carmen Grau se puede apreciar, sobremanera, en el políptico ‘Los cuatro caballeros del Apocalipsis’ (2003-2010) y en la serie sobre ‘Guantánamo’ (2011).

Piezas de la serie sobre Guantánamo que forman parte de la exposición ‘Collages de materia y poesía’, de Carmen Grau. Foto: Tátylla Mendes.
 

En el políptico donde representa la guerra, el hambre, la enfermedad y la muerte, me llama la atención un plato diminuto acompañado de una cuchara con una estrellita en el mango. «Esto lo compré en el rastro –revela la artista–. El chico que vendía me explicó que eran para cenar en una noche de estrellas. Y yo le comenté: “Pero qué poco cabe aquí”, y él me dijo que ahí cabía todo lo que él tenía para cenar aquella noche. ¡Joroba!», finaliza ella, entristecida con el recuerdo.

Sobre la serie de ‘Guantánamo’, cuenta otra anécdota. Las pieles de cuero, ahora pegadas a las tablas, Grau las tenía amontonadas en el sótano; se las había dejado, a pedido suyo, el antiguo dueño de la casa donde vive. «Si tú estás en una línea mental, lo que encuentras, ves que está dentro de lo que piensas, y que con ello lo vas a contar».

Sin embargo, estuvo tres años o más bajando al sótano cada cierto tiempo sin saber cómo aprovechar el material, hasta que un día… «Al principio, lo hice por los animales, pensando en cuánto sufrimiento había en esas pilas de piel. ¡Es horrible! Y cuando pasó lo de Guantánamo pensé: “Madre mía, están como animalillos, les pegan, les arrancan hasta la piel”, y era lo mismo».

Decía Vicente Aleixandre que «la poesía tiene que ser humana. Si no es humana, no es poesía». Las palabras del poeta no hacen más que confirmar el carácter lírico de la obra de Carmen Grau.

Detalle de la obra ‘Tablas de agua y versos’, de Carmen Grau. Foto: Tátylla Mendes.

No es casualidad, por lo tanto, que Jesús Martínez Guerricabeitia haya adquirido un cuadro de Grau para su colección, formada por un conjunto de obras que ofrece una panorámica del arte español de la segunda mitad del siglo XX, vinculadas por su trasfondo político y social. Desafortunadamente, la obra adquirida por el coleccionista, ‘La prisión’ (1988), acabó siendo afectada por la más reciente DANA y, aunque ya está siendo restaurada, no pudo formar parte de la exposición ‘Collages de materia y poesía’.

La muestra tuvo origen en un trabajo final de máster realizado por Sebastián Gómez y tutorizado por el profesor José Martín, quienes produjeron, además, un libro monográfico a modo de catálogo que aborda la obra de la artista desde un punto de vista estético, así como su biografía y trayectoria artística.

Antes de eso, Grau había estado un tanto alejada de la escena expositiva valenciana. Artista de reconocido prestigio con más de cinco décadas de trayectoria, Carmen Grau ha recibido diversos premios, ha publicado tres libros con sus textos y dibujos y ha participado en más de 150 exposiciones individuales y colectivas, nacionales e internacionales. Ahora bien, desde las más recientes –en el Almudín, en 2001, y en el Palau de la Música, en 2003–, han pasado ya más de veinte años.

Carmen Grau
Carmen Grau, en su estudio. Imagen cortesía de la artista.

En el catálogo monográfico, José Martín menciona esta «penuria historiográfica» que afecta a varios artistas valencianos, pero es especialmente notable en el caso de las mujeres, y declara el propósito de «rescatar a Carmen Grau de este olvido relativo y situarla en el lugar que le corresponde en la historia del arte contemporáneo valenciano […], no como una figura aislada en su identidad femenina, sino como una protagonista en la escena artística de su tiempo».

La exposición ‘Collages de materia y poesía’ contribuye a este rescate al acercarnos a «una obra que muestra un diálogo permanente, íntimo y envolvente entre la artista y la materia, pero también la reflexión y la crítica, la interacción constante en esta mirada con la construcción de la imagen, así como con la necesidad de comunicar sentimientos y emociones y, sobre todo, narrar y mostrar a todos nosotros lo que desea expresar», como bien indicó Ester Alba Pagán.

Aunque, quizá, el mayor logro de esta exposición es dejarnos con ganas de revisitar y de conocer más en torno a la obra de Carmen Grau, una artista que cree que «el viejo oficio de crear implica una manera de ver y de ser ante la vida».

Una protagonista del arte contemporáneo valenciano que sigue frecuentando su taller a diario para ofrecernos su particular visión de la vida y del mundo a través de sus collages de materia y poesía.

Carmen Grau
‘Mujeres’ y ‘Los cuatro caballeros del Apocalipsis’, de Carmen Grau. Foto: Tátylla Mendes.