#MAKMAArte
‘Tierra de los amigos’
Carolina Caycedo
Comisariado: Catalina Lozano e Irene Aristizabal
En colaboración con: Artium Museoa de Vitoria-Gasteiz
Institut Valencià d’Art Modern (IVAM)
Guillem de Castro 118, València
Del 13 de junio al 13 de octubre de 2024
“¿Para qué escribe uno si no es para juntar sus pedazos?”, se preguntaba el escritor Eduardo Galeano, quien culpaba a la escuela o a la Iglesia de “descuartizarnos” con su malsana educación: “Nos enseña a divorciar el alma del cuerpo y la razón del corazón”. Y es entonces cuando recurría a la sabiduría de los pescadores de la costa colombiana, quienes, recordó el ensayista uruguayo, “inventaron la palabra sentipensante para definir el lenguaje que dice la verdad”.
Carolina Caycedo, que más que activista política se define como “activista visual”, se refirió precisamente a ese “sentipensar” para caracterizar su trabajo. Un trabajo que busca juntar los pedazos aludidos por Galeano, con el fin de crear esa ‘Tierra de los amigos’ que da título a la exposición que acoge el IVAM hasta el 13 de octubre.
“No me considero activista política, sino artista, porque no solo los activistas pueden generar un cambio social; estoy lejos de esas líneas de frente”, señaló Caycedo, para definir después su obra como formando parte de cierto “activismo visual”, con el que “descolonizar el campo de lo visual desde lo corporal y el sentimiento”, prolongando su reflexión hasta el “sentipensar”, al que se llega “con el cuerpo, con el alma, con el espíritu, no solo con el intelecto”.
Esa disociación mente-cuerpo ha dado pie a corrientes alternas, que tan pronto denostaban el exceso de razón como criticaban su olvido, convergiendo ambas corrientes en los totalitarismos del pasado siglo, mezcla del delirio instrumental de esa razón ilustrada y de su igualmente peligroso envés romántico.
Caycedo aboga por devolver a los objetos la magia perdida fruto de un exacerbado desarrollo industrial. Su activismo visual lo que hace es privilegiar el calor de esos objetos enfriados por la depredadora tecnología al servicio de las grandes empresas, con el fin de crear una más amable ‘Tierra de los amigos’. “El cuidado atraviesa todas mis obras”, subrayó.
Cuidados relacionados con los territorios sometidos a la construcción de infraestructuras energéticas, así como con los ríos y sus aguas. También con aquellas comunidades afectadas por las prácticas invasivas de una feroz industrialización. “Trato de acoger otras voces”, porque aun reconociendo ser “migrante con privilegios” (Caycedo es colombiana afincada en Los Ángeles, pero nacida en Londres), se siente “próxima con la gente de la diáspora”.
Las instalaciones, fotografías, videos, esculturas colgantes, libros de artista, collages y performances que integran su exposición en el IVAM –la primera en Europa–, reflejan ese activismo social que, según el ensayista cubano Iván de la Nuez, constituye “una de las bellas artes”. O, dicho de otro modo, el arte puesto al servicio de causas nobles termina adquiriendo el brillo que le otorga dicho activismo.
“Estamos en una emergencia climática a nivel global y, si no cuidamos los bienes comunes, se produce una réplica de la naturaleza”, señaló Caycedo, cuya lucha por la justicia ambiental le lleva a considerar obsoleta la diferencia misma entre naturaleza y cultura: “Estamos conectados con entornos no construidos por los seres humanos”, subrayó.
El pensamiento moderno que abre una brecha entre naturaleza y cultura implica, según consta en el dosier de prensa, “una definición de humanidad en la que esta está escindida de un entorno como domesticable y explotable”, metiendo en el mismo saco la domesticación que hemos de ejercer para habitar y segregar lo real, inhóspito del mundo, con la explotación sin medida del terreno habitado.
Por eso Caycedo aboga en su obra por el cuidado de la naturaleza, sin distinguir entre la cultura como cultivo y la cultura como depredación del medioambiente, para desembocar en la naturaleza como sujeto político, en una suerte paradójica de antropomorfización de esa naturaleza.
“La naturaleza siempre ha ofrecido servicios ecológicos y esos servicios están ahora en peligro”, apuntó como respuesta a los derechos de esa naturaleza convertida en sujeto político y, por tanto, con deberes y obligaciones. “No se trata de humanizar la naturaleza, pero sí de subrayar que tiene capacidad para transformar el curso de los eventos”.
Catalina Lozano, comisaria de la exposición junto a Irene Aristizabal, salió al paso para señalar cómo el Amazonas ha sido víctima de ataques medioambientales, hasta el punto de haberse convertido “en una persona jurídica en ciertos sistemas legales”. “Hace falta bastante sofisticación política para lograr que sean consideradas personas jurídicas”, apostilló Caycedo.
El ”pluriverso” material –más allá del metaverso virtual– es la manera que tiene Carolina Caycedo de recoger en su obra la diversidad de personas y formas de vida que escapan a la uniformización de la economía global. Así lo hace en sus piezas ‘Memorias de la Cuenca del Tyme’ (a modo de mapa colorista de la heterogeneidad de cuerpos y territorios dispersos pero ensamblados) o de la propia ‘Tierra de los amigos’, video que muestra las relaciones afectivas entre personas de espacios desafectos.
‘Caminemos juntas’ es una instalación a la manera de tienda de campaña construida a base de prendas de ropa donadas y cosidas por diferentes personas, al igual que ocurre con los numerosos rostros de mujer dibujados para dejar constancia de quienes protagonizan el “linaje femenino de la lucha ambiental”. También utiliza Caycedo redes de pesca artesanal en sus instalaciones, para mostrar cómo el flujo del agua se resiste, al pasar libremente por esas redes, a la violencia ambiental, en lo que la artista denomina “geocoreografías”.
‘Tierra de los amigos’ es un reflejo del activismo visual de Caycedo, cuya mirada se centra en esa violencia ambiental que su práctica artística pone en entredicho, aflorando cierta belleza reparadora del convulso mundo. Su obra junta, así, pedazos de cierto universo descoyuntado por las malas prácticas industriales, abogando como pegamento por un “sentipensar” de carácter mágico.
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