#MAKMAArte
‘Entrelíneas’
Espai d’Art Contemporani ‘El Castell’ (E CA)
Cisterna 28, Riba-roja de Túria (València)
Hasta el 9 de octubre de 2022
Carmen Baena vivió hasta los 11 años en una casa cueva de Belerda, pedanía de Guadix (Granada), donde las líneas de los estratos montañosos hacían buenas migas con el verde de la vega animados por un sol blanco. Aquellas vivencias infantiles le dejaron una serie de huellas que la propia artista deletrea en su obra, como los poetas degustan las palabras en busca de una emoción que reverbere la lectura de cuantos la transitan.
“Yo creo que el artista cuando expone siempre está invitando al espectador a participar de su visión del mundo”, dice en un momento de esta entrevista. Visión para la que hace falta entregarse como nos entregábamos de niños al juego con la naturaleza, por el simple placer de sentir el misterio que, en esos primeros años, era el motor de nuestra existencia. Baena [cuya galería en València es Alba Cabrera] propone, a lo largo de su trabajo, acompañarla en esa búsqueda de lo incomprensible que anida en el interior del acto creativo y, por extensión, de la vida.
Utilizas la línea en toda tu obra, tanto en la escultórica como en la pictórica. Y se ha dicho de la línea que es el camino más corto entre dos puntos, pero tengo para mí que, en tu caso, la línea obedece a otras intenciones. ¿Cuáles?
La línea siempre une puntos. Con el bordado el hilo se extiende entre dos puntos, puntos que son las perforaciones que produce la aguja en el lienzo o el papel y se va repitiendo a lo largo y ancho de la superficie, dejando una acumulación de líneas de distinta longitud. La línea siempre ha estado presente en mi obra, como una necesidad. Analizándolo a posteriori, quizás responde a mi interés y mi observación desde niña de líneas en la naturaleza como las que se producen en los estratos de tierra erosionada, las líneas de las espigas de trigo repitiéndose en grandes campos de secano y las líneas de las atochas de esparto.
Siguiendo con la línea, ¿cuál sería la delgada línea que une el mármol de tus primeros trabajos con el bordado actual?
Esa línea es muy delgada y larga. Como se puede ver en la exposición –‘Entrelíneas’- tengo una serie de dibujos con hilo que son paralelos a la obra escultórica. Esos dibujos con hilo más minimalistas han ido evolucionando con los años hacia mis trabajos actuales donde el hilo y la repetición de líneas han cobrado todo el protagonismo junto con el color.
Decía el escritor Joseph Heller, autor de ’Trampa 22’, que había llegado por fin a lo que quería ser de mayor: un niño. ¿Hasta qué punto, a medida que avanzas en tu obra, te ves igualmente cada vez más próxima a esa niñez que aflora inconscientemente en tu trabajo?
A medida que he ido avanzando en mi obra he sido más consciente de la importancia que han tenido para mí los primeros años de mi vida. Es verdad que cada vez miro de manera más consciente hacia mi niñez.
Los paisajes oníricos que salen de tu interior, ¿no son, en cierto modo, el material con el que trabaja todo artista que se precie, en tanto explorador de un mundo en el que se siente extraño y al que invita a entrar al espectador?
Mis paisajes siempre han sido paisajes surgidos de mi interior. No me baso en fotografías, ni trabajo al aire libre. Yo creo que el artista cuando expone siempre está invitando al espectador a participar de su visión del mundo. Los espectadores que sienten algo al ver una obra comparten de alguna manera la visión del artista y por eso conectan con la obra.
‘Entrelíneas’, el título de tu exposición, alude a lo que no está ni en un sitio ni en otro, sino en algún espacio intermedio repleto de matices. ¿Nos manejamos, en esta sociedad de las prisas que empujan a las rápidas certidumbres, mal con los matices?
Creo que en muchas ocasiones las prisas no nos dejan ver. A mí me interesa sobremanera que la obra tenga muchos matices y que no todos se aprecien de un vistazo, sino que sea necesario acercarse y mirar con atención para descubrir detalles. Por esto me interesan mucho las veladuras que se producen, en mis últimas obras, al superponer distintas capas de hilo sobre un fondo previamente pintado con acrílico. La visión de las piezas cambia a cada paso que das mientras la miras y también si te acercas, porque puedes apreciar la acumulación de líneas, que se pierde con una visión muy lejana. Me gusta que, al ver la obra, el espectador genere una especie de baile al mirarla, que implique movimiento.
En esta exposición dices que se ve un poco tu evolución cromática, desde aquel blanco puro del mármol al uso de otros colores que te han sorprendido a ti misma. ¿Qué es para ti el color y cómo ha ido entrando en cada momento de tu vida artística?
Para mí el color ha sido una necesidad. Pasé muchos años trabajando casi exclusivamente con el blanco, con algunos toques de negro y oro, hasta que el color entró en mi obra de una manera muy sutil y, lentamente, a medida que la obra lo iba pidiendo, como una pulsión.
“Necesito la geometría como armazón de lo caótico”, has llegado a decir. Me gustaría que lo explicaras.
Sí, este binomio geometría (razón) – orgánico (naturaleza) es algo que necesito para construir una obra; creo que se potencian mutuamente y a mí me ayuda mucho a componer. La geometría, acoge, delimita, sostiene, envuelve…
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