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‘Caminos de modernidad 1860-1980. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza’
Comisariado: Lourdes Moreno y Mar Beltrán
Fundación Bancaja
Plaza Tetuán 23, Valencia
Del 27 de abril al 18 de septiembre de 2022
“La modernidad es lo transitorio, lo fugitivo, lo contingente, la mitad del arte, cuya otra mitad es lo eterno y lo inmutable”. Esta cita de Charles Baudelaire [‘El pintor de la vida moderna’, 1863], evocada por la comisaria Lourdes Moreno, viene a reflejar en esencia la exposición ‘Caminos de modernidad 1860-1980’ que acoge hasta el 18 de septiembre Fundación Bancaja de Valencia.
De manera que lo transitorio -entiéndase, el contexto-, en forma de paisaje cambiante fruto de la pericia del artista y del riesgo inherente a su carácter innovador, termina por fundirse -cuando el arte se engrandece- con aquello que emociona a lo largo del tiempo, más allá de la estrecha coyuntura. Los 120 años de arte mediterráneo, contenido en la exposición que pone en diálogo 82 obras de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza con 12 de la propia Fundación Bancaja, reflejan esa otra dialéctica entre la ruptura contextual y la línea continua del arte en su esplendor.
Como manifestó Guillermo Cervera, responsable de la colección de la baronesa Thyssen, más allá de que la muestra recoja obras de artistas catalanes y valencianos, pertenecientes al periodo aludido en el título, es el arte mediterráneo el que cobra protagonismo y, por extensión, el arte español. “Con esta exposición se ha pretendido dar visibilidad a una serie de artistas para ponerlos en su lugar, puesto que, al revés de lo que sucede en otros países, no se valora el arte español en el nuestro”, subrayó Cervera.
He ahí el motivo de estos ‘Caminos de modernidad’ expuestos en diversos apartados temáticos, con el fin de subrayar el contexto en los que afloran las sucesivas rupturas, ligadas en todo momento a la potencia estética que caracteriza el conjunto expositivo. “Las rupturas son a veces sutiles y otras más fuertes”, destacó Moreno. “El arte finisecular es importante porque va unido a momentos de cambio social -revoluciones burguesa e industrial- y los artistas son el reflejo de la sociedad”, señaló Mar Beltrán, comisaria junto a Lourdes Moreno de la muestra que reúne pintura, escultura y arquitectura.
Los artistas representados son múltiples, acorde con los diferentes movimientos pictóricos que transitan por esos caminos de la modernidad: desde el romanticismo al naturalismo, pasando por el noucentisme y desembocando en las vanguardias como estación término del modernismo propiamente dicho. “La pieza de Miquel Barceló [‘La pêche’, 1984] abre la puerta a otro mundo y donde la exposición termina”, estableciendo cierta distancia para acabar “de forma apoteósica”, resaltó Moreno.
Ramón Martí Alsina -de quien Beltrán señaló que indujo a sus alumnos a innovar con plena libertad creativa-, Mariano Fortuny -cuya ‘Corrida de toros’ está resuelta “con enérgicas pinceladas de color”, siendo precursor del luminismo próximo al impresionismo francés, según Beltrán-, Eliseu Meifrén, Santiago Rusiñol, Ramón Casas, Joaquín Sorolla, José Navarro Llorens, Joaquín Torres-García, Josep Amat, Francesc Miralles, Anglada Camarasa, Joaquim Sunyer, Pablo Gargallo, Antoni Tàpies -cuyo ‘Autorretrato’, 1952, se expone por primera vez- , Albert Ràfols-Casamada, Perejaume o el propio Barceló, son algunos de los artistas mediterráneos representados en la exposición.
Rafael Alcón, presidente de Fundación Bancaja, se refirió al término modernidad como ese “anhelo de cambio y de actitud de renovación ante el lienzo” por parte de todos esos artistas, en la línea apuntada por las propias comisarias. “Es un término muy utilizado y que viene a significar ruptura, innovación”, abundó Beltrán. “Cada época tiene su propia modernidad”, precisó Moreno, para quien la muestra se centra sobre todo en el paisaje, “es su leit motiv”, porque a su juicio, “es en el paisaje donde el artista alcanza mayor grado de libertad”.
Más que modernidad, entonces, modernidades, en tanto necesidad de los artistas -en ese contexto de progreso ilustrado, con sus sombras románticas- por ampliar el marco de su creatividad. De ahí el elocuente título de uno de los apartados: ‘Entre la melancolía y la realidad. Romanticismo y naturalismo’. Es decir, la necesidad de reflejar una realidad cambiante, por el ímpetu revolucionario de los tiempos, lleva aparejada esa melancolía del espíritu que ansía abarcarlo todo y ve que le fallan sus finitas fuerzas.
Como ese “navegante solitario, que, rumbo a la deriva, fuma despreocupadamente en cubierta” -según caracteriza Calvo Serraller la obra de Barceló-, así se presenta también ‘Caminos de modernidad’: como una exposición que, a lomos de esa modernidad finalmente despreocupada de su más o menos atinada etiqueta, nos muestra decenas de paisajes tan cambiantes como el propio anhelo rupturista de los artistas representados. Ruptura con lo conocido para reflejar la incognoscible naturaleza.
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