#MAKMAArte
‘Kalila i Dimna’, de Aitana Carrasco
Sala Alta
Museu Valencià de la Il·lustració i de la Modernitat (MuVIM)
Quevedo 10, València
De junio a septiembre de 2022
“La moraleja de todas las fábulas: el hombre es un animal”, apunta el escritor Marco Denevi. La ilustradora Aitana Carrasco parece tomarse esta sentencia al pie de la letra para su exposición ‘Kalila i Dimna’, que el Museu Valencià de la Il·lustració i de la Modernitat (MuVIM) acoge en su Sala Alta, donde a través de una serie de animales, sacados de la colección de cuentos de la novela que da título a la muestra, va revelando lo que anida en el corazón humano.
La artista combina una veintena de imágenes -evocadoras de nueve de los cuentos aludidos- y los relatos correspondientes para presentarnos “la magia de las fábulas” (Carrasco) que vienen a personificar en cierta forma los pecados capitales. Y así, como si fuera “un libro sobre la pared con páginas gigantes”, según describió la propia autora, esos pecados van apareciendo entre líneas y encarnándose plásticamente en la serie de animales que representan el caleidoscopio de los vicios y virtudes humanas.
Para el poeta Hugo Mujica, esos pecados pasan por la mesura y la desmesura que lleva a lo monstruoso, que es tanto como decir, que lo que hay de animal en el hombre late en esa dialéctica entre la proporción y desproporción de la vida revelado, precisamente, en los caracteres animales recogidos por Aitana Carrasco en su “fabulosa” exposición. Los personajes “un poco hieráticos”, siguiendo la tradición de los títeres árabes, muestran historias “bastante divertidas”, excluyendo “la moralina final” tan habitual en las fábulas.
“Más que moral hay resoluciones prácticas; hay un entendimiento ético”, precisó Amador Griñó, jefe de exposiciones del MuVIM, quien afirmó que “al pensamiento se le da una forma gráfica” en esta muestra de ‘Kalila i Dimna’. Pensamiento visual, pues, ligado a lo que Albert Camus anotó en uno de sus cuentos sobre un mendigo que, viendo pasar a la gente a su lado sin apenas percibir su presencia, exclamó: “La gente no es mala, es que no ve”.
Esa mezcla de maldad, genuinamente esbozada en las ilustraciones, y falta de visión acerca de los vicios que nos dominan, igualmente recogidos entre líneas por los sucesivos cuentos, es la que Carrasco nos pone delante de los ojos. La artista nos invita a abrirlos para, en un ejercicio de ida y vuelta, confrontemos las imágenes con los textos, ya se para descubrir en los animales las contradicciones humanas o para sentir la ceguera que anima el curso de cada narración.
En ‘La chinche y la pulga’, por ejemplo, se nos cuenta la diferente actitud de quienes, entre las sábanas, pugnan por darse un festín con el cuerpo adormilado de una joven pareja. “Mientras que la chinche iba con su naturalidad suavidad, la pulga mordía y chupaba y clavaba su aguijón por todas partes”. Descubiertas, por “culpa” de esa mayor intensidad de la pulga que despertó a la mujer, fue la chinche, más lenta en su huida, quien pagó el pato.
“¡Que no, no he sido yo, que ha sido una pulga! Todo fue inútil. Las toscas uñas del marido chafaron violentamente el cuerpo de la chinche y la pobre reventó de manera espantosa”. Así se cierra el cuento que, humanizando a los animales, revela comportamientos enfrentados que dan pie a diversas interpretaciones.
En ‘El zorro y el tambor’, el pobre animal se enerva al tratar de comerse un tambor, por el que se siente atraído a causa del ruido derivado de sus golpes con las ramas. “Destrozado el tambor, con gran disgusto vio que el esfuerzo había sido en balde. No había nada para comer, estaba vacío y no era ningún animal”, siendo él, en todo caso, el más bestia por suponerlo. Como sucede, por extensión, con lo humano en su afán por querer controlarlo todo sin escuchar lo que late en su interior.
Los cuentos se van sucediendo –‘Los andarríos y el mar’, ‘La tortuga parlanchina’, ‘Los monos y el pájaro sabelotodo’, ‘El cormorán y la estrella’, por citar algunos- y, con ellos, las imágenes que sutilmente ilustran los “pecados capitales”. Imágenes que se nos ofrecen a modo de metáforas de lo narrado, con el fin de que sea el espectador quien establezca sus propias ligazones, comenzando de nuevo la travesía por las fábulas.
‘Kalila i Dimna’, como recordó Griñó, es una recopilación de cuentos didácticos, en su mayoría provenientes del Pantxatantra hindú, cuya versión más traducida es la del siglo VI del sánscrito al pahlavi, y en el siglo VIII al árabe. Aitana Carrasco prescinde de su trasfondo moral para personificar, a través de los animales, la pulsión que nos lleva a los humanos a cometer sucesivos desvaríos.
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