La cabina. VII Festival Internacional de Mediometrajes. Valencia

Definir Sunny como retrato de una paternidad temprana en un contexto cercano a la exclusión social resulta demasiado simple. Sin duda, Sunny podría formar parte de esa larga nómina de películas volcadas en el compromiso social donde los personajes resultan adolescentes marginales sin esperanzas; sin embargo, su planteamiento aún alcanza otras cotas. Únicamente treinta minutos le bastan a la alemana Barbara Ott para criticar un sistema de posos patriarcales ya caducos, unas condiciones laborales incompatibles con la vida familiar y una sociedad plagada de prejuicios en donde las segundas oportunidades parecen quimera.

Hajo aún no ha cumplido los veinte años. Se advierte en él una existencia azarosa con raíces de complicada poda. No sin desgana, dedica sus días al cuidado del pequeño Sunny mientras es su novia quien trabaja y mantiene a la familia. La reciente paternidad y la inversión de los roles tradicionales alimentan en él una frustración que se expresa de modo violento. Sin embargo, su agresividad −en absoluto indiscriminada y sí focalizada en la amenaza externa− es fruto de su instinto animal de supervivencia y defensa del clan familiar. El origen de su conflicto reside en la colisión entre la realidad y unas expectativas ya sin validez. Aquel hombre que le dijeron que debiera ser se ha esfumado y a Hajo no le queda sino redefinirse.

Ott revisa con solvencia los conceptos de maternidad y paternidad además de la tensa relación de éstos con el mundo laboral, ofreciendo un mediometraje que parte de mínimos para descubrir la gran verdad de sus protagonistas. Los pensamientos y sentimientos de Hajo –tan magistralmente interpretado por Vincent Krüger− afloran ante la cámara sin necesidad de extensos diálogos ni grandilocuencias. Alguien relacionó Sunny con la última de los Dardenne, bien pudiera estar en lo cierto.

Sunny MAKMA

Tere Cabello