Abierto Valencia
Finales de septiembre de 2018

Se acerca la Gran Fiesta del Arte Valenciano. A falta de Feria, Fiesta: Abierto Valencia 2018, Fiesta inaugural de temporada de las galerías de arte valencianas. ¿Qué pensar de todo ello?

Todo el Arte de los dos últimos siglos hasta aproximadamente 2007 ha evolucionado y se ha desarrollado en base a los argumentos, a las teorías y a los discursos. Desde Hegel todo Producto Arte ha devenido, guste ahora o no, de una Teoría legitimadora que siempre ha tomado forma ideológica y absolutista: el Zeitgeist. O el progreso. Una Gran Teoría donde se han ido acurrucando pequeñas teorías subsidiarias: Adorno, Lukács, Plejánov, Antal, Hauser, Francastel, Panofsky y tantos otros… incluido el mismo Danto.

Lo que ha sucedido de unos años a esta parte (2007) es que esa forma de entendimiento del arte ha desaparecido. Harald Szeemann dio el pistoletazo de salida, Lehman Brothers el gran empujón y las redes sociales la estocada. El problema surge, pues, cuando no existiendo las condiciones para seguir siendo hegeliano hay quien se empeña en seguir siéndolo. Con las consiguientes previsibles y lógicas consecuencias, y la consiguiente inoportuna queja de todos: artistas, galeristas, directores de museos, comisarios… De todos, menos de los políticos, que son los grandes beneficiarios de los errores cometidos por tanta falta de conocimiento objetivo sobre el actual estado de las cosas. Y sobre el pasado.

Responsables institucionales y galeristas en la presentación del Abierto Valencia.
Responsables institucionales y galeristas en la presentación del Abierto Valencia.

Para que pudiera irles bien -a los galeristas- en aquello de lo que se quejan deberían de ser conscientes al menos de que no existiendo las condiciones para seguir siendo hegeliano lo mejor es abandonar la idea. O mejor la Idea. Deberían, para empezar, dejar de cometer errores que además de garrafales resultan contraproducentes para todos (menos para los políticos, con los que, por cierto, les gusta tontear); así deberían aceptar y asumir:

1. Que lo suyo se trata de un negocio y NO se un Servicio Cultural.

2. Y que el producto que venden ya no representa ni siquiera el Espíritu de nuestra Época.

No aceptarlo es, precisamente, lo que les convierte primero en anacrónicos y segundo en obsoletos, al menos tal y como están planteados esos negocios.

Lo que resulta de alguna forma patético es que en un mundo donde ya hay muchos más nativos digitales que coleccionistas aún sigan publicitando el evento, su evento, con este espíritu benefactor decadente:

“ABIERTO VALÈNCIA tiene como objetivo fundamental acercar el arte contemporáneo a la ciudadanía con una apuesta firme por la difusión de la cultura de una forma abierta y sencilla” (MAKMA)*. O la justificación de la propuesta ARCO Gallery Walk (hay que ser hortera): “El objetivo de hacer accesible la cultura para la ciudadanía”.

Y con el habitual aire grandilocuente:

“Abierto Valencia convierte a València en la capital del arte contemporáneo y en cita ineludible para coleccionistas nacionales e internacionales”.

Ya será menos. Lo siento por los asociados de LaVAC pero creo que no son conscientes del paso del tiempo (como una anciana que se resiste a envejecer y se pintarrajea como un loro) ni parecen ser sabedores del cambio que se ha producido en la humanidad desde hace una década.

Obra de Mathieu Mercier en una de las pasadas ediciones de Abierto Valencia.
Obra de Mathieu Mercier en una de las pasadas ediciones de Abierto Valencia.

Podrían empezar a concienciarse de que hemos cambiado no de época sino de era; hemos pasado de una era hegeliana (marxista) a una era liberal (pero políticamente correcta); de una era fundamentalista (Una Historia) a una era relativista (historias múltiples); de una era analógica (galerías) a una era digital (red); de una era politizada a una era ideologizada; de una era de expertos (elitista) a una era de redes sociales (democrática); de una era literaria (expertos y letra escrita) a una era numérica y cuantitativa (likes); de una era inestable (política) a una era controlada (big data); de una era metafísica (a pesar de su empirismo racionalista) a una era nihilista (a pesar de su fe en la tecnología); de la era del Art in America a la era del Instagram; de la era del Arte (la Idea) a la era del arte (las artes).

Así: ¡ya no hay posibilidad de usar el concepto FUTURO en las ventas!, argumento favorito de la era pretérita y que tantos fraudes ha permitido. Eso es algo que ha quedado exclusivamente adscrito a la tecnología. Y además, los argumentos de las ventas sólo pueden estar fundamentados en trivialidades (como el gusto o algo similar). Se siente. Ya no queda otra en un mundo realmente democratizado en lo que concierne a la imagen. Si lo que en última instancia (y en primera) quieren los galeristas es revitalizar (sic) las ventas lo mejor que pueden hacer es abandonar la Idea y sustituirla por nuevas estrategias.

¡Claro que seguirá habiendo galerías de arte que funcionen bien económicamente, pero ahora más que nunca serán solo aquellas que trabajen con coleccionistas superpoderosos, o con narcotraficantes, o con traficantes de armas de alto nivel, o con brokers desalmados, etc., tal y como lo hacen las mejores galerías del mundo, que por algo se mantienen y son las mejores! ¡Y claro que seguirá habiendo Grandes Ferias “Basel”, pero para dar servicio sólo a los -galeristas- que son capaces de llegar a ellas! El resto, en un mundo sin Arte pero con mucho arte, se tendrá que conformar con migajas. No hay otra si lo que quieren los galeristas es dinero y además estatus. Si lo que quieren es sólo dinero aún están a tiempo de inventarse algo.

Anécdota: El bueno de Manolo Escobar de hecho no sólo perdió su carro, sino mucho dinero “gracias” al arte, pobrecillo y que en paz descanse. Cuando quiso vender el 90% de una colección que había sido adquirida comprando a galeristas que le aseguraban la inversión (futuro) no encontró a nadie, no ya que le diera lo que se gastó, sino que le diera siquiera algo. Nada es exactamente lo que le daban por el 90% de su colección. El otro 10% de obra coleccionada que no quiso vender el bueno de Manolo se correspondió, en mayor o menor medida, con un cierto éxito de las compras en tanto que inversión, pero ni en el caso de que las hubiera conseguido vender (cosa improbable por extremadamente difícil) habría ganado dinero, pues habría que descontar los costes del fracaso del 90%. Y eso en los tiempos donde aún tenía cierto sentido coleccionar, pues la gente tenía casas y por tanto… ¡paredes! Ahora no hay nativo digital que no sea plenamente consciente de su circunstancialidad laboral, sexual, económica y en definitiva vital.

*Todos los entrecomillados están extraídos de una artículo publicado en MAKMA, pero yo estoy hecho un lío con el nuevo periodismo; ya no sé si los textos firmados por la propia revista los ha escrito un colaborador de la misma o son textos realizados por los mismos “anunciantes”. En cualquier caso es igual para los efectos.

Obra de José Antonio Orts en una de las pasadas ediciones de Abierto Valencia.
Obra de José Antonio Orts en una de las pasadas ediciones de Abierto Valencia.

Alberto Adsuara