Pedro Paricio
Galería Muro
C / Corregería, 5. Valencia
Hasta finales de noviembre

A Pedro Paricio lo descubrió Basilio Muro, poco antes de que pasara como un rayo por Halcyon Gallery de Londres. Cuenta el veterano galerista valenciano que Paricio le envió su obra por Internet en 2010. Como quería verla al natural, Paricio se vino desde Tenerife a Valencia y enseguida entró en una colectiva. “Le vendí lo que trajo”, recuerda Muro. Como recuerda que, al año siguiente, lo que valía 1.900€ pasó a venderse por 90.000. Corría, y de qué forma para Pedro Paricio, el año 2011. El año en que vendió en Halcyon Gallery toda la obra expuesta el día de su apertura.

Una de las obras de Pedro Paricio expuesta en la Galería Muro.
Una de las obras de Pedro Paricio expuesta en la Galería Muro.

Desde entonces, la obra de Pedro Paricio no ha hecho más que seguir la trayectoria que deja el rayo y la centella de que se nutre su propio trabajo. Porque rayos hay muchos en sus piezas de apabullante color y geometría. Como centellas golpean contra ese cielo arrebatado en forma de expresivos gestos. Y a base de rayos y centellas, o lo que es lo mismo, a base de chispazos eléctricos y cortocircuitos que parecen tejer insospechadas conexiones neuronales, la obra de Pedro Paricio ha ido tomando un extraño cuerpo.

Cardenal, obra de Pedro Paricio, en la Galería Muro de Valencia.
Cardenal, obra de Pedro Paricio, en la Galería Muro de Valencia.

Quizás se deba a la naturaleza propia del artista que siempre ha querido ser. “Cuando eres artista, la sociedad te permite hacer cosas que, de no ser por el arte, harían que te tacharan de loco. Escogí el arte porque quería vivir una vida diferente”. La máquina racional que supuestamente somos, y que en su obra diríase plasmada en esas formas geométricas, enseguida deja paso al deslumbrante color de alucinados gestos. De manera que toda su pintura se arrebata en torno a líneas que se quiebran por la fuerza de un fondo que, como si fuera un cráter, amenaza con destruirlo todo.

Basta fijarse en la pieza del Cardenal, que apunta hacia su admirado Bacon. La cabeza, todo lo geométrica que se quiera, descansa sobre unos hombros que van triturando esa geometría, en torno al pecho incandescente que alberga cierto rostro, cierta criatura. A la altura, pues, del corazón, algo inquietante provoca el desparrame formal de esa cabeza. Una vida, sin duda diferente, alojada en el interior mismo de esa otra vida más cuerda, más colorista, más geométrica.

Helado atómico, obra de Pedro Paricio, en la Galería Muro de Valencia.
Helado atómico, obra de Pedro Paricio, en la Galería Muro de Valencia.

Pedro Paricio no deja de trasladar a su obra ese vaivén entre los rayos, o corrientes eléctricas del cerebro, y las centellas que, a modo de fogonazos, vienen a perturbar la conexión lógica entre la causa y su efecto. Las obras expuestas en la Galería Muro, coincidiendo con el ‘Elogio de la pintura’, cuya muestra en el Museo Tenerife Espacio de las Artes (TEA) se inauguró al tiempo que la de la Valencia, reflejan esos dos mundos en conflicto que el artista acoge como revelación del ser. “Cuando estoy contento, voy a ver arte. Cuando estoy triste, voy a ver arte. El arte da sentido a mi vida”.

Una vida que Pedro Paricio, por ser diferente en tanto artista, muestra con toda sus contradicciones. La del ser racional próximo a perder la cabeza, y la del loco que se salva por la campana de un último gesto pletórico de sentido. Las referencias al cine (The Sopranos), la propia pintura (Cardenal) y, sin duda, también el humor (Helado atómico), convierten su pintura en un caleidoscopio de sensaciones tan pronto alegres por el arrebatado color, como alumbrando cierta tristeza al colisionar la geometría contra un fondo matérico.

Una de las obras de Pedro Paricio que se puede ver en la exposición de la Galería Muro.
Una de las obras de Pedro Paricio que se puede ver en la exposición de la Galería Muro.

Salva Torres