‘Paterson’, de Jim Jarmusch
Estreno en España: 7 de diciembre de 2016
Cines Babel
Vicente Sancho Tello 10, Valencia

Atendiendo a un devenir cinematográfico tan hiperbólicamente subjetivo -por oposición a la tendenciosa razón ecuménica- como el que porta el talludo y elevado director Jim Jarmusch, no debe desatenderse ápice alguno de aquellos elementos/destellos que conforman el desarrollo, no sólo de su formación como cineasta, sino de su ubicación en el mapa de los diletantes confesos.

De las gélidas, pioneras e industriales tierras de Ohio hasta la Universidad de Columbia en el Alto Manhattan -”In lumine tuo videbimus lumen”- se cubren apenas 700 kilómetros y veinte años de errática evolución académica en la biografía de Jarmusch, cuyas inquietudes primigenias desembocan en su constitución como poeta novel, co-editor de la revista literaria ‘The Columbia Review’ y avezado alumno de Kenneth Koch, quien, junto a otros coetáneos vates como Frank O’Hara, John Ashbery y Ron Padgett, verbigracia, formaría parte de la nómina de disolutos miembros de la denominada Escuela de Nueva York, insurrecta y antiacademicista propalación de un nuevo horizonte poético, de ineludibles imbricaciones (a mi juicio, más geográficas y cronológicas que proposicionales) con los egregios iconos del expresionismos abstracto -Pollock, Kline, de Kooning, etc- durante la década de los cincuenta del siglo pasado.

Paterson. Makma

De este modo, ‘Paterson’ -duodécima película del director, amén de sus dos incursiones en el género documental- no podría concebirse sin tales antecedentes en la heterodoxa instrucción de Jarmusch, en tanto que el filme responde a aquellos influjos y concluye erigido en una proposición poética de 113 minutos, en la que morfología y sintaxis audiovisual propician el objeto semántico.

Si la Escuela de Nueva York se desabrigaba de ortodoxias y temáticas formales, propias de la literatura anglosajona hasta mediados del siglo veinte, y focalizaba su atención en nuevos referentes adheridos a la cotidianidad como vehículo de información desestructurante de la existencia urbana, Jarmusch consuma con ‘Paterson’ una contumaz (y anestésica) elevación contemporánea de tales planteamientos estructurales, hallando en la sobria reiteración -con progresivas y comedidas variaciones- un lúcido y personalísimo modo de propiciar una lírica de lo cotidiano.

Paterson. Makma

No por insospechables motivos ‘Paterson’ germina en ciudad y protagonista homónimos y ramifica su discurso en base a sucesivas secuencias, en apariencia, pleonásticas. Para profundizar en los libérrimos dictados de Kenneth Koch, O’Hara y compañía y, por ende, en el aprendizaje discipular y poético de Jarmusch, se antoja indispensable recurrir a la figura del escritor neojerseíta William Carlos Williams -arbotante del filme y oportunamente referido en una de las escenas que conforman el decisivo epílogo de la película-, celebrado autor del imagismo norteamericano, cuya obra poética viene a situarse como paradigma de experimentación, implementando el verso escalonado o el pie variable, en obsesiva búsqueda por capturar formalmente el ritmo y la prosodia del lenguaje norteamericano, rubricando en los cinco volúmenes de su monumental poemario ‘Paterson’ un compendio de estilos y géneros prácticos, sirviéndose del collage, las misivas personales, entrevistas y textos en prosa, para capturar el acento diacrónico de la ciudad y de sus habitantes. Un tipo de gravedad asentada sobre el proceso mismo de la creación que igualmente se posibilita en la película de Jarmusch.

Tal vez, para un espectador/lector hispanohablante será tarea casi infructuosa e insípida aproximarse o pretender aprehender la traducción de los elementos estilísticos que constituyen la literal prosodia poética de ‘Paterson’ y baste, además de dejarse inocular por el narcotizante sístole de imágenes y acontecimientos, escuchar los inconclusos versos leídos en voice over al ritmo del proceso por Adam Driver -escritos por el referido Ron Padgett-, quien encarna al personaje de Paterson, cuya ciudad principia y termina siendo epónima del protagonista y territorio para extraer la belleza mínima que mora en el universo de lo consuetudinario, situando a los personajes y al resto de elementos de este particular microcosmos como significantes últimos de la razón poética que habita, definitivamente, en la forma.

Paterson. Makma

Jose Ramón Alarcón