Nocebo, de Lennart Ruff, y Teenland, de Maria Gratho Sorensen
Sección oficial de La Cabina
Festival Internacional de Mediometrajes de Valencia
Del 5 al 15 de noviembre de 2015

Jamás sabremos de dónde les procede la enfermedad mental por la cual sufren sus protagonistas en las películas Nocebo (Lennart Ruff) y Teenland (Maria Gratho Sorensen). A sus directores les interesa más rastrear las dificultades derivadas de una esquizofrenia paranoide, en el primer caso, y de ciertos poderes sobrenaturales, en el segundo, para montar un thriller y un drama con tintes fantásticos, respectivamente.

Sí sabremos, en todo caso, que la madre de Christian, el protagonista aquejado de dicha enfermedad en Nocebo, quiere sanar a su hijo por la vía rápida de cierto fármaco a prueba. Fármaco que provocará una muerte desencadenante del thriller que Ruff dirige con brillante pulso narrativo.Como sabremos que Sally, recluida en una institución para jóvenes con ciertos poderes mentales, deseó con tal fuerza la muerte de su familia que el “boom” de la misma le llevó a esa situación angustiosa (“teenangst”) que describe Teenland.

Fotograma de Nocebo, de Lennart Ruff. La Cabina.
Fotograma de Nocebo, de Lennart Ruff. La Cabina.

Nocebo mezcla enfermedad mental con manipulación de esa enfermedad por parte de ciertas instituciones médicas, en alianza con empresas farmacéuticas sin escrúpulos. Las farmacéuticas, por cierto, como filón para el thriller del cine posmoderno. Lennart Ruff, lejos de construir una película tipo Memento (Christopher Nolan) sobre la confusión entre realidad y ficción que desconcierte al espectador, va introduciendo poco a poco oxígeno en tan desasosegante historia para que Nocebo adquiera vuelo como película de acción con suspense incluido.

Fotograma de Teenland, de Maria Gratho Sorensen. La Cabina.
Fotograma de Teenland, de Maria Gratho Sorensen. La Cabina.

Teenland ya es otra cosa. Al igual que en Nocebo, la narración de Gratho Sorensen también arranca con la pobre Sally sometida a la invasión de fármacos que aplaquen tanta desazón acumulada. Sólo que en este caso no habrá huida que valga. Como tampoco existirá alguien que, desde la cordura, crea en la visión supuestamente desquiciada del protagonista. Christian, en el fondo, tiene razón, a pesar de su evidente enfermedad. Sally, por el contrario, no hallará más que el delirante apoyo de otra adolescente recluida, formando un tándem cuya unión apenas servirá para mitigar la angustia, profundizando aún más en el delirio que la directora de Teenland recrea con gran pericia visual.

La Cabina ofrece, con gran acierto de programación, ambas películas seguidas en el pase de La Nau. Como ya hiciera con Lobos solitarios en modo pasivo y Cocoons, filmes que abordan la problemática de los adolescentes con familias desestructuradas. Acierto porque permite radiografiar el problema de la enfermedad mental desde la óptica de un universo que, aunque a duras penas, resulta permeable a la ilógica del sujeto protagonista, frente a ese otro todo él volcado a la exaltación del poder mental como fuente de ilusorios universos paralelos.

Fotograma de Nocebo, de Lennart Ruff. La Cabina.
Fotograma de Nocebo, de Lennart Ruff. La Cabina.

Salva Torres