Mireia Corachán
‘Luces de Neón, de Mireia Corachán
Avant Editorial, 2020

“Entre los carriles de las vías del tren, escribió Ramón Gómez de la Serna, crecen flores suicidas”. Con esta greguería, la escritora Mireia Corachán (València, 1980) inicia ‘La memoria de las piedras’, uno de los 20 relatos breves que componen su primer libro, ‘Luces de Neón’ (Avant Editorial).

Esta greguería nos provoca una sonrisa melancólica en el rostro, al igual que otras muchas del autor. Sonreímos ante las frases de Gómez de la Serna, como argumenta el escritor Gustavo Martín Garzo, porque percibimos en ellas “el embrujo de la verdadera poesía”. Al igual que percibimos el hechizo de la buena literatura en este primer libro de Corachán. 

Portada del libro ‘El largo adiós’, de Raymond Chandler.

Un hechizo surgido por la mirada de sonrisa melancólica que dirige la autora hacia los personajes y las historias que narra. Historias, algunas trágicas, como ‘La memoria de las piedras’, ‘Cásate conmigo’; otras tragicómicas, como ‘El largo adiós’, ‘Eramos tan jovenes’ o ‘Tres días de agosto’. Todas ellas emanan una tristeza sosegada propia del destino aciago que las atraviesa.

Parte de esa mirada de sonrisa melancólica de las historias de Mireia Corachán está en el ritmo y en el tono cinematográfico de su escritura. Por una parte, el ritmo: a veces, marcado por las fluidas elipsis; y otras, señalado por los entrecortados montajes paralelos o alternos, como se aprecia en ‘Arivas’. Tanto las elipsis, como los montajes orquestan un ritmo ágil y hábil para saltar en el tiempo y en el espacio haciendo que las historias estallen en finales sorprendentes.

Fotograma de ‘El sueño eterno’, de Howard Hawks, basado en el libro homónimo de Raymond Chandler.

Por otra, un tono: a veces, de cadencia humeante y jazzística, como en ‘El largo adiós’, evocando el libro homónimo de Raymond Chandler y a la actriz Lauren Bacall, protagonista de ‘El sueño eterno’, basada en otro éxito de Chandler; y, otras veces, de un agudo reflejo propio de las luces de neón, que dan el título al libro.

Ritmos y tonos ambientando las historias al estilo de las imágenes propias del cine negro y de las roadmovies, y, simultáneamente, envolviendo a los personajes en su desintegración psíquica. Los femeninos, sobre todo, se abisman en una intimidad psicótica de yos melancólicos o desdoblados, como el relato homenaje a Virginia Woolf, ‘Las horas muertas’, donde la protagonista comenta: “Hoy no follaré. Me dirijo con mi portátil encendido a la piscina y me lanzo de cabeza. Imagino mis frustrados textos desintegrarse en el agua clorada. Fundido a negro”. Concluyendo así la reflexión: “Mi nombre es Virginia Woolf. Vivo en un unifamiliar con jardín y piscina privada: Padezco un trastorno bipolar”.

Cubierta del libro ‘Luces de Neón, de Mireia Corachán. Avant Editorial.

Experiencias y sentimientos que la autora transmite con palabras y metáforas precisas, sin grandes alharacas, ni estridencias falsamente originales. El desasosiego de las sensaciones se funde con los objetos insignificantes que rodean a los personajes produciendo una continuidad cotidiana y nimia. En ‘Recuerdos desde la Habana’, describe “el sabor de un helado de fresa y la promesa de un porvenir color de rosa algodón”, y en el cuento  ‘Ella’  termina con esta frase: “Y una tristeza infinita cubrió el vagón de sombras”.

Probablemente, sea este modo de relatar las emociones, al modo de las  greguerías de Ramón Gómez de la Serna, uno de los rasgos literarios más sorprendente de la autora.

A modo de colofón, en los relatos de esta ópera prima, ‘Luces de Neón’, de Mireia Corachán, percibimos sensibilidad literaria, un buen manejo de los códigos narrativos implicados, muchas lecturas literarias y cinematográficas, junto a escuchas musicales. Un bagaje cultural que integra en los relatos, no solo a modo de cita, sino como base esencial de la estructura de sus tramas. 

Mireia Corachán. Luces de Neón
Mireia Corachán. Foto: Alba de la Asunción.

Begoña Siles