Y en polvo te convertirás. Nieves Concostrina
Museo del Silencio
Cementerio de Valencia

Algunos cementerios son auténticos museos al aire libre, espacios de relajación y sosiego, donde los vivos rinden homenaje a la memoria de los muertos. El Museo del Silencio se denomina una zona del General de Valencia por la que existen diversas rutas que jalonan  sus hitos más notables: panteones, esculturas, bustos, bajorrelieves, estelas funerarias. A este patrimonio plástico se suma un legado literario en forma de epitafios, unos formulados por el fallecido y otros por los allegados; unos de contenido trascendente y otros poéticos e incluso humorísticos, que el humor negro tiene muchos adeptos en el más allá.

“Aquí yaces y haces bien. Tú descansas, yo también”, es uno de los que se pueden leer en el Cementerio de Valencia, incluido en un libro peculiar recientemente editado, Y en polvo te convertirás, de la periodista Nieves Concostrina. Ilustra la tumba de Román, un personaje solitario y entrañable que hacía pequeños recados para la librería Solaz, cuyos propietarios sufragaron el nicho. “La frase la decía él con frecuencia y nos pareció adecuada como despedida”, comenta el historiador Rafael Solaz.

“Conste que yo no quería”, “Estoy muerto. Enseguida vuelvo” o “Estoy aquí en contra de mi voluntad”. Son tres perlas selectas en esta colección de adioses.

Cementerio de Valencia. Imagen de El Mundo
Cementerio de Valencia. Imagen de El Mundo

Quien más o quien menos ha pensado alguna vez en cuál sería su mensaje de ultratumba preferido, una última frase que dejar como recuerdo a este mundo cruel. En Internet circulan infinidad de epitafios falsos atribuidos a las celebridades que se difunden en alas del morbo, la curiosidad y la ironía. El “Perdone que no me levante”, falsamente atribuido a Groucho Marx, es uno de los más famosos y  encabeza la columna de Maruja Torres en El País. Es sólo uno entre un millón: “Desde aquí no se me ocurre ninguna fuga”, de J.S. Bach, o “Aquí yace Moliére el rey de los actores. En estos momentos hace de muerto y la verdad es que lo hace bien». O el atribuido a Sade, “Si no viví más fue porque no me dio tiempo”.

A diferencia de estas sentencias espurias, los epitafios del libro de Concostrina son todos auténticos, documentados con fotos, datos y fechas. Fueron cosechados en el programa, No es un día cualquiera, dirigido por Pepa Fernández en Radio Nacional, con la colaboración de 153 voluntarios que han fotografiado las tumbas más curiosas, algunas con efigies de perros, y las leyendas más ocurrentes. Los epitafios localizados en las necrópolis de Elda, Castellón, Altea o Benigánim son algunos de los mensajes de difuntos fallecidos en nuestra Comunidad que ilustran el libro.

Como colofón, conviene recordar que los cementerios son algo relativamente nuevo en la sociedad española, pues la antihigiénica costumbre de enterrar a los muertos en las iglesias, previo pago de un sustancioso estipendio, se prolongó hasta el siglo XIX. El rey Carlos III y luego Pepe Botella fueron los primeros que promulgaron leyes al respecto, demostrando un ansia civilizadora que no llegó a calar en el pueblo hasta pasado cierto tiempo.

Cementerio de Valencia. Imagen cortesía de Rafael Solaz
Cementerio de Valencia. Imagen cortesía de Rafael Solaz

Bel Carrasco