Cristina Guzmán Traver, Fragments de cultura
Palau de Pineda, Plaza del Carmen, 4.
Hasta el 30 de noviembre de 2015

La cerámica de Cristina Guzmán Traver rinde tributo a las librerías

Aquel paraíso que imaginó Borges en forma de librería podría tener un futuro incierto. Los datos son demoledores; indican que entre dos y tres locales clausuran su actividad diariamente.[1] La clave de su supervivencia podría implicar un aumento de apoyo al sector (estableciendo por ejemplo un sello de calidad que permita beneficios fiscales), la reinvención de estos espacios o la creación de nuevas políticas de fomento a la lectura.[2] Pero lo cierto es que, mientras se determinan soluciones, la lucha contra este destino también se visibiliza simbólicamente a través de algunos proyectos artísticos. Desde esa perspectiva, Cristina Guzmán Traver realiza un seguimiento de las librerías emblemáticas que han cerrado recientemente sus puertas y desarrolla una serie de gestos y acciones apoyados en la escultura, la instalación y la pintura como reivindicación de aquel lugar soñado. Algunas de ellas centenarias y todas referentes en sus ciudades, estas librerías se convirtieron en auténticos lugares de encuentro intelectual y humano superando el exclusivo cometido de empresa. Las librerías Luque en Córdoba, Machado en Sevilla, Martínez Pérez y Proa en Barcelona, Galí en Santiago de Compostela o la librería Rumor en el barrio de Chamartín de Madrid cerraron sus puertas y con ello desdibujaron parte de la identidad local.

Cristina Guzmán Traver. "Llibres", gouache sobre papel, 2015. Cortesía de la artista.
Cristina Guzmán Traver. «Llibres», gouache sobre papel, 2015. Cortesía de la artista.

Siguiendo este dramático proceso, durante el mes de noviembre Valencia despedirá otro referente cultural. La librería Valdeska finaliza su etapa y lo hace tal y como comenzó: alejada de las novedades y los best sellers, configurando lo que para algunos fue más bien una “no-librería” cuyo camino se orientaba hacia el arte, el pensamiento y la literatura.[3] En este sentido, la exposición Fragments de Cultura inaugurada recientemente en el Palau de Pineda, recrea iconos a partir del atractivo que representa la particular identidad de las librerías pequeñas y su labor como narradoras de historias. Desde las sutiles alienaciones de estanterías en las composiciones de gouache y las piezas de cerámica y gres que reúnen montañas de pequeños libros agrupados bajo la figura del lector, la mirada de Cristina Guzmán configura un entorno de contrastes donde las texturas incorporan la calidez a la materia hasta llevarla a su origen. Si para Neruda fuimos “párpado del barro trémulo y forma de la arcilla”, en la obra de esta autora somos el recuerdo de la tierra, de sus surcos y su tiempo.[4] Proyectadas desde los comienzos con estructuras de metal, madera o cemento, sus esculturas se consolidan en torno al barro, convirtiéndose en el material más importante en su trayectoria artística. La cerámica actúa como símbolo de permanencia y establece vínculos secuenciales con los trabajos de otros artistas como sus maestros Arcadi Blasco y Enric Mestre, ciertas expresiones de Elena Colmeneiro y, principalmente, con el minimalismo de María Bofill desde un interés por los objetos pequeños y su calidad de ejecución.

No es la primera vez que Cristina Guzmán incorpora la instalación en sus proyectos. El estudio de la técnica, los diferentes métodos de cocción y la integración de nuevos soportes consolidaron otras como Cartes al vent, donde asocia al discurso nuevos ingredientes como el papel y el texto, para posteriormente expandir sus esculturas e integrar la fotografía o el dibujo. En este sentido, la instalación presentada en la exposición compuesta por nueve libros aislados desde la individualidad de nueve peanas, resume  parte de estos procesos y representa la naturaleza de los materiales y el equilibrio de los volúmenes que el fuego petrificará para siempre.

Cristina Guzmán Traver. Instalación "Llibreries", cerámica, hierro y metacrilato, 2015. Cortesía de la artista.
Cristina Guzmán Traver. Instalación «Llibreries», cerámica, hierro y metacrilato, 2015. Cortesía de la artista.

Los libros, convertidos en elementos ajenos al mundo y a la vida, permanecen envueltos en cajas de metacrilato, reposando inertes en sus nichos transparentes. “Murieron 912 y nacieron 226” era la sentencia con la que arrancaba un reciente artículo para explicar el panorama que, hoy por hoy, resisten las librerías. Y como si de un escenario se tratara, la obra de Guzmán representa arquitecturas imaginadas que aluden a cada cierre y nos conducen a reflexionar sobre el vacío de la comunicación, la desaparición de estos espacios (la nostalgia por aquella librería-buena-de-siempre en cuyo local, ahora, han abierto un McDonald’s…) y la pérdida del relato que generó estar en ellos. Porque en muchas ocasiones descubríamos que el librero era también poeta, editor, diseñador, escritor, fotógrafo… y su aportación enriquecía el propio mundo del libro. Valdeska siempre fue una librería peculiar que comenzó en 1979 en la calle Quart, después en Gobernador Viejo, para continuar desde el inicio del IVAM en 1989, hasta llegar a su última ubicación en la calle del Mar. De la mano de Sergio de Diego, Valdeska fue un lugar habitado por historias interesantes que invitaban al hedonismo y a respirar la vida.

Bajo el lema ‘Leer es viajar’ el pasado 13 de noviembre se celebraba la quinta edición del Día de las Librerías cuya iniciativa reivindicaba su papel como motor de la cultura. Recientemente comprobamos con cierta esperanza la sucesión de reconocimientos. Por un lado la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL) y el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte concedió a Traficante de sueños, de Madrid, el Premio Librería Cultural 2015, destacando así la figura del librero como agitador cultural, y por otro la Consellería de Cultura de la Generalitat Valenciana acaba de distinguir a un lugar emblemático como la librería París-Valencia con el Premio a la Mejor Trayectoria. Todavía nos queda el libro sustentado por páginas de aromas (de cada 100 publicados, 75 continúan editándose en papel) y, en palabras de Daniel Pennac, nos queda la dicha de ser lectores.[5] Porque “la lectura no depende de la organización del tiempo social, es, como el amor, una manera de ser”.

Cristina Guzmán Traver. "Llibres", gres, arcilla y esmaltes óxidos, 2015. Cortesía de la artista.
Cristina Guzmán Traver. «Llibres», gres, arcilla y esmaltes óxidos, 2015. Cortesía de la artista.

Maite Ibáñez


[1] Informe Observatorio de la Librería 2014, presentado en febrero de este año por la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL)

[2] “En España, a diferencia de otros países europeos, no existe ningún tipo de régimen fiscal especial para las librerías, ni están sujetas a deducciones por tratarse de un local cultural. Una librería es el mismo tipo de comercio, a efectos fiscales, que una tienda de ropa. Paula CORROTO, “Librerías: muerte, renovación o burbuja, El diario.es, 08/03/2015

[3] Alfons GARCÍA, “Valdeska se despide”, Levante, 06/10/2015

[4] Pablo NERUDA, del poema Amor América, “El hombre tierra fue, vasija, / párpado del barro trémulo, forma de la arcilla […]”

[5] Daniel PENNAC, Como una novela, Anagrama, Barcelona, 1996

Cristina Guzmán Traver. "Lectors de llibres", gres, arcilla y esmaltes óxidos, 2015. Cortesía Inma Caballer.
Cristina Guzmán Traver. «Lectors de llibres», gres, arcilla y esmaltes óxidos, 2015. Cortesía Inma Caballer.